Norma Castaño es una santafecina que luego de que su hijo fuera inducido a tomar el camino de la drogadicción, se dedicó a investigar y denunciar la red de narcotráfico existente en su ciudad.
Norma Castaño tomó el hilo de su pesquisa a partir de la organización que le vendía droga a su hijo. Un prolijo trabajo, quizás apoyado en la calidad de oficial policial de su esposo.
Lo interesante del caso es que Norma Castaño no logró que la policía detuviera a nadie. El movimiento policial que hubo, fue el traslado de su esposo (que estaba en la sección que debería investigar el narcotráfico). Pero aparte de ello, la acción en Argentina, a partir de la denuncia de esta señora, fue nula. Aún después que, ante esta inacción, ella planteará todo públicamente a través del diario "La Nación".
El caso es argentino. No puede trazarse un paralelo con el Uruguay. Pero aun así, merece ser destacado como ejemplo de lo frustrante que puede ser el enfrentarse al narcotráfico, cuyas redes internacionales se pierden en la distancia, cuyas connotaciones son tan oscuras como vastas.
Sabemos que en Uruguay, el Ministerio del Interior, a través de las dependencias pertinentes realiza un enorme esfuerzo en procura de combatir este tráfico pernicioso, lo que se acompaña con trabajos de rehabilitación de drogadictos. Esta labor no puede minimizarse, sino que por el contrario, debe ser enaltecida.
Sin embargo, sabemos también que los pasadores de droga se mueven en lugares conocidos, en lugares públicos, en lugares fácilmente señalables.
Los jóvenes del Montevideo actual y también de otras ciudades del país, no necesitan ser adictos a la droga para estar enterados acerca de dónde se obtiene esa droga. Ese conocimiento es moneda común en ciertos ámbitos. Conocen los boliches, quiénes dentro de ellos son vendedores, quiénes no. Lo mismo ocurre, aunque parezca increíble en áreas donde se mueven adolescentes, casi niños: los aledaños y hasta a veces el interior de locales de enseñanza.
Pensamos que si en Uruguay hubiera una Norma Castaño, sus denuncias no caerían tan en saco roto como ocurre en la Argentina hoy. Pero cabe sí preguntarse cómo es la circunstancia actual uruguaya. Cómo es que lo señalado acerca del movimiento del tráfico de droga en nuestra sociedad, sea conocido y comentado, sin una condigna acción represiva. Se podrá alegar que una cosa son comentarios y otra pruebas concretas. Pero aun así, aun de esa manera, ¿no se podría hacer más?