De Gorbachov a Fidel Castro

Compartir esta noticia

CUANDO Mihail Gorbachov irrumpió en la comunidad política soviética anunciando radicales medidas para transformarla y democratizarla, no fue siempre bien interpretado en su propio país —donde nunca tuvo demasiada popularidad— ni tampoco en los círculos occidentales.

Lo primero es explicable: una sociedad acostumbrada a siete décadas de oscurantismo, de policía secreta, de persecuciones y muertes y de exilios masivos a la inhóspita Siberia, no podía admitir, de buen grado, tan repentino golpe de timón hacia un relativo liberalismo completamente extraño a sus tradiciones.

En cuanto al mundo exterior, es necesario consignar que Gorbachov gozó de prestigio creciente en Europa y Estados Unidos pero, aún así, no han faltado quienes veían en sus reformas simples tácticas que recordaban sutiles métodos empleados por los servicios de inteligencia soviéticos para desenmascarar a los opositores al régimen moscovita. En efecto, decían aludiendo a la glasnost (trasparencia o apertura) que ésta concedía libertades (de prensa, de reunión, etc.) con el único objeto de poner en evidencia a quienes, haciendo uso de ellas, se manifestaban en contra del gobierno, paso previo a su eliminación física.

LOS sucesos ocurridos con posterioridad (el colapso final del sistema totalitario marxista) demostraron la sincera convicción de Gorbachov de intentar lograr que su país se encaminara hacia una real democratización.

Este significativo precedente nos sirve para evaluar la situación imperante en Cuba. Al igual que en la glasnost de Gorbachov, en la isla caribeña se pudo vivir un período de prensa independiente, de movimientos disidentes que obraban con relativa libertad aunque, en muchos casos, preservando su identidad y su localización e, incluso, se hizo público un proyecto de democratización —que recogió 11.000 firmas —tendiente a modificar la constitución en un sentido liberal.

PERO, aquí terminan las similitudes con la desfalleciente Unión Soviética de Gorbachov. Porque en la URSS de aquel entonces la glasnost era verdadera, era una transparencia, una apertura que se buscaba y se estimulaba desde la cúpula gobernante a fin de impulsar al país, cerrado, centralizado y dogmático, hacia metas similares a las existentes en el Occidente. No había ninguna intención aviesa en los planes de Gorbachov, el gran revolucionario de las postrimerías del s. XX.

En cambio, en la isla todavía tiranizada, las cosas eran y son muy diferentes. Fidel Castro aflojó levemente la tensión de las cadenas a fin de ganar algún crédito en el mundo exterior y, paralelamente, hacer que la ilusión de gozar de mayor libertad que surgía en Cuba instara a los cubanos disidentes a mostrarse a la luz del día —si es que aún no lo habían hecho—, es decir, el objetivo de Castro era el de localizar plenamente a sus enemigos internos, el de medir el grado de peligrosidad de los mismos y el de poder asestar un solo y definitivo golpe que acabase con ellos.

Y eso fue lo que ocurrió. Aprovechando el hecho fortuito, aunque reiterado cien veces, del secuestro e intento de huida en una embarcación aduanera y, además, de que la opinión pública mundial —especialmente, la europea— estaba ocupada y preocupada por la guerra en Irak, el dictador caribeño creyó que podía hacer una jugada maestra: en un juicio sumarísimo sentenció y ejecutó a los tres secuestradores incruentos y condenó a largas penas de penitenciaría a 75 disidentes escritores y periodistas. Pero, como se dice, el tiro le salió por la culata.

La opinión pública mundial reaccionó horrorizada. Numerosos partidos comunistas y socialistas criticaron duramente la crueldad de Castro y notorias figuras del Olimpo literario de la izquierda —entre ellas, Saramago, Premio Nobel, que, en relación a su permanente apoyo a la revolución cubana, dijo "Hasta aquí he llegado" le dieron la espalda.

NATURALMENTE, hubo excepciones. Por ejemplo, aunque era de esperarlo, ninguna voz oficial del Encuentro Progresista-Frente Amplio censuró a su ídolo.

Es que, para esta coalición uruguaya, la dictadura cubana de los hermanos Castro es un tipo especial de democracia, una democracia compatible con el unipartidismo, con la prensa única, con la economía dirigida, con los presos políticos, con la policía secreta, con las delaciones, con los jefes de manzana y con las ejecuciones sin garantías procesales. Y, además, con la permanencia en el poder —durante 44 años, hasta ahora— del declinante Fidel Castro, constantemente reelecto.

Una permanencia que parece haberle dado frutos muy jugosos ya que una revista especializada en el tema le atribuye una fortuna calculada en mil cuatrocientos millones de dólares.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar