Emergencia nacional

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Días atrás tomamos contacto con declaraciones de una alto jerarca de la administración de la Educación Pública que señalaba que promedialmente solamente un 30% de los alumnos aprueba los exámenes de Matemática de la enseñanza media. El dato es sumamente preocupante, pero no hace más que confirmar una realidad con la que diariamente tomamos contacto. Seríamos injustos si pensáramos que estas cosas no preocupan a los responsables del sistema, pero tenemos la percepción de que algo está funcionando mal y que no se termina de definir un plan de acción que no dudamos en calificar de "emergencia".

Hay datos que son verdaderamente fuertes: deserción, repetición, bajo rendimiento, carencias en áreas fundamentales como Matemática e Idioma Español, falta de conocimientos mínimos en Historia y Geografía, dificultades para la inserción en el nivel terciario, etcétera. Las causas son objeto de discusión por parte de los especialistas. Más allá de las causas puntuales, nuestra tarea es contemplar el fenómeno y reclamar a los especialistas no ya un diagnóstico, de los que Uruguay está empapelado, sino acciones concretas para encarar el aquí y ahora.

Está claro que si disgregamos el problema, habrá tres áreas centrales de acción: lo que tiene que ver con lo estrictamente administrativo, lo que tiene que ver con los agentes de la educación y por último con lo específicamente curricular.

Desde el punto de vista administrativo a nuestro juicio el imperativo radica en buscar todos los medios posibles para optimizar los recursos que el Estado invierte en la Educación (el dinero que todos aportamos), pero especialmente lo que se canaliza para la atención de los que más carencias tienen.

Los agentes de la educación, los profesores y maestros son la piedra angular del sistema. Ellos son los que diariamente tienen a su cargo la tarea de transmitir conocimientos y valores. La formación que reciben y las condiciones en que cumplen su trabajo debe merecer especialísima atención. Vinculado inescindiblemente con el punto anterior los contenidos, es decir lo que el maestro o el profesor trasmiten a sus alumnos, que va mucho más allá de un concepto de Geografía o de Idioma Español. Es también el conjunto de valores que explícita o implícitamente se transmiten.

Estos son a nuestro juicio los aspectos centrales que deben ser abordados y considerados por las autoridades de la enseñanza.

Nuestro reclamo, entonces, apunta a que rápidamente se adopten los cursos de acción necesarios. Repensar la administración del sistema educativo en su globalidad; difusión de las escuelas de tiempo completo; focalizar los esfuerzos en los centros educativos de contexto crítico procurando dotarlos de los mejores recursos humanos y materiales; seleccionar y formar para que trabajen en ellos a los mejores; establecer centros de educación para los desertores del sistema; retomar la capacitación en educación especial; racionalizar la administración de las escuelas y centros educativos; establecer procedimientos de evaluación del nivel educativo de quienes egresan del sistema; revisar los contenidos y los valores transmitidos, etcétera.

Estas, entre otras, son las cosas que hay que hacer. Todas tienen en común la urgencia. No se puede esperar más para la planificación y adopción de las decisiones necesarias para terminar con las medias tintas, con los toques y retoques continuos, que denotan actividad pero que nunca llegan a la esencia de los problemas.

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