TIFLIS | AP
Un día después que el presidente Eduard Shevardnadze renunciara en medio de masivas protestas, el líder que encabezó el movimiento opositor advirtió ayer que las tensiones del país aún podrían provocar un derramamiento de sangre.
El hecho de que la partida de Shevardnadze se dio sin violencia es sorprendente dada la historia política en el país, dijo el líder de oposición Mijail Saakashvili. Pero advirtió que aún existía la posibilidad de derramamiento de sangre e instó a los georgianos a mantener la calma.
"Hemos llamado a todos los administradores locales a que regresen y asuman sus responsabilidades y funciones a fin de impedir cualquier tipo de movimiento armado en nuestro territorio", dijo Saakashvili a periodistas. "No es que espere eso, pero siempre puede suceder, dada nuestra historia".
No dio detalles, pero en el pasado él ha advertido que la policía y las fuerzas especiales de Adzharia, la provincia autónoma encabezada por su enconado rival Aslan Abashidze, podrían cargar contra los simpatizantes de Saakashvili.
EN GEORGIA. Entretanto, Shevardnadze afirmó que tenía la intención de quedarse en Georgia y negó los persistentes rumores de que se exiliaría en Alemania, donde se le tiene un gran respeto por su colaboración en la reunificación del país cuando era ministro del exterior soviético.
Asimismo el ministro del Interior, Koba Narchemashvili, a cargo de las fuerzas policiales, presentó su renuncia. No se anunció de inmediato a su reemplazante.
Mientras tanto en su primer discurso al país como presidenta interina de Georgia, la líder opositora Nino Burdzhanadze se comprometió ayer a convocar a elecciones dentro de 45 días e instó a las autoridades a que restablezcan el orden.
Burdzhanadze hizo una exhortación a los ciudadanos a mantener la calma.
"El orden debería ser restablecido de inmediato no sólo en Tiflis sino también en todas las regiones del país", indicó en un discurso transmitido por televisión a nivel nacional.
En la noche del ayer, Burdzhanadze dijo por la televisión estatal que aboliría el estado de emergencia que fue declarado dos días antes por Shevardnadze.
"El estado de emergencia no debió haber sido anunciado, y no hay necesidad de hacerlo ahora", destacó.
CALMA. La vida en Tiflis parecía volver a la normalidad después de una noche de celebraciones callejeras. El tránsito vehicular circulaba libremente a lo largo de la avenida Rustaveli, la principal vía capitalina, que fue escenario de protestas desde hace varios días.
Shevardnadze renunció el domingo después de tres semanas de protestas por las elecciones parlamentarias que según sus detractores, ejemplificaba la corrupción generalizada en la ex república soviética.
La mayoría de los países del mundo saludaron la renuncia de Shevardnadze, pero mientras que Estados Unidos se declaró dispuesto a trabajar con el nuevo gobierno, Rusia expresó su inquietud por la llegada al poder de nacionalistas pro-occidentales.
La toma del poder en Georgia por parte de la oposición es un duro golpe para Moscú, que teme que estos jóvenes radicales y decididamente pro-occidentales se esfuercen por crear vínculos más fuertes con Estados Unidos y provoquen una nueva guerra civil.
Putin lanzó una velada advertencia
MOSCU n El presidente ruso Vladimir Putin señaló ayer que la caída del mandatario georgiano Eduard Shevardnadze "no tiene nada de sorprendente" para Moscú y es "el resultado de la serie de errores cometidos por el gobierno saliente del país tanto en política externa como en política interna".
Putin no fue diplomático al comentar la así llamada "revolución de terciopelo" de tiflis e instó a no olvidar las seculares relaciones de "hermandad" entre Rusia y Georgia.
Luego aseguró que Moscú "no tiene otro objetivo si no es el de restablecer las relaciones de amistad" dañadas por Shevardnadze, a quien el líder del Kremlin mencionó sin vacilaciones como un ejemplo negativo.
A Shevardandze, el presidente ruso le reprochó una política exterior "que no tuvo en cuenta las profundas raíces culturales e históricas del pueblo de Georgia", una política económica de "bancarrota" hecha de "humillantes pedidos de asistencia al exterior" y una política interna incapaz de "reforzar las instituciones democráticas de Georgia".
Más allá del juicio histórico y de las incompatibilidades con Shevardnadze —acusado por Moscú de haber intentado hacer de la Georgia postsoviética un protectorado norteamericano y de haber tolerado incursiones en sus fronteras de la guerrilla chechena— en las palabras de Putin hay un mensaje para el futuro.
El Kremlin advierte a los nuevos dirigentes que tengan en cuenta al gran vecino ruso y que no olviden que las remesas que envían a su patria los georgianos que están en Rusia es de dos mil millones de dólares al año, una cifra "mucho más alta" que la de las ayudas financieras norteamericanas. ANSA