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Razones de una sinrazón

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YA no caben dudas: el reciente referéndum fue protagonizado y resuelto por una ciudadanía que no sabía, a ciencia cierta, sobre qué estaba votando. La sensación "térmica" daba cuenta de este desconocimiento. Coincide con ella la opinión del Dr. Cataldi, abogado asesor de la C. Electoral: "se concurrió a las urnas en el mayor grado de desinformación de la historia". Lo sostiene, también, una consultora que afirma que sólo el 1% de los habilitados para votar leyó la ley cuyo destino estaba decidiendo.

Esta circunstancia relativiza enormemente la significación del pronunciamiento efectuado. Pero la ley es la ley y hay que respetarla, aunque detectemos sus limitaciones.

Otro aspecto trascendente de esta cuestión radica en que la reiteración de referéndums implica un deterioro del principio de representatividad parlamentaria. Más en este caso que en los anteriores por cuanto la cuestionada ley sobre Ancap fue gestada y aprobada con la participación de todos los partidos políticos con bancas legislativas. Luego, uno de ellos, el EP-FA, cedió a las presiones ejercidas por la Federación de Trabajadores de la Ancap y fue obligado a cambiar de posición. Desde entonces, apostó al referéndum, con el resultado conocido. El sindicalismo derrotó al principio de representación porque los parlamentarios —elegidos en comicios libres— fueron relegados a un segundo plano por dirigentes gremiales que, utilizando a la mayor fuerza política como una cadena de trasmisión, derogaron una ley que expresaba la voluntad legislativa.

¿Cómo es que resultó exitosa la pretensión de derogar una ley aprobada por todos los partidos políticos en su momento? ¿Cómo fue tan contundente el triunfo del SI si la inmensa mayoría no conocía qué era lo que se votaba? ¿Cómo es que se creyó en lo que se dijo, en quien lo dijo y en cómo lo dijo?

LAS respuestas a estas interrogantes tienen un denominador común: quien ganó fue el sistema publicitario utilizado por los detractores de la ley.

En efecto, los métodos empleados fueron tan eficientes como inescrupulosos y tan acomodaticios como cargados de mala fe. Primero, durante el año en que se recogieron firmas para habilitar el referéndum, se afirmó, urbi et orbi, que Ancap se vendía. Luego, ante la evidencia de que no era así, y en cuanto el Dr. Vázquez propaló que él nunca había dicho tal cosa, sus acólitos retiraron el infundio y convirtieron la fugaz derrota en una victoria: Ancap no se vende, corrigieron, pero se regala, se entrega cándidamente por 30 años. Quedaba el camino expedito para hacer cualquier afirmación, sembrar cualquier sospecha, poner a volar cualquier acusación. Insistimos: sólo el 1% leyó la ley. Un spot televisivo lanzó un grueso mensaje. Los piratas de la propaganda de otros tiempos se transformaron en ejecutivos extranjeros, con pronunciación yanqui, enigmáticos, con lentes oscuros, vestidos de negro, deshumanizados, disciplinados y burlones frente a la ingenuidad de supuestos representantes criollos en el Directorio de Ancap. Propaganda gruesa pero eficaz.

POCO después, el EP-FA puso en circulación otro rumor de baja especie: si se "entrega" la Ancap se hace peligrar el futuro pago de las jubilaciones y demás cargas sociales. Propaganda éticamente repudiable, pero el temor que despierta permite recoger votos.

No contentos con ello, los autoproclamados impolutos y transparentes miembros del MPP lanzaron otro golpe bajo en su intento de asociar la causa del SI con el ataque al gobierno (que no era tema de referéndum): en los últimos días previos a la veda publicitaria se acusó, genéricamente, a caracterizados políticos de manejar información confidencial que les habría permitido retirar a tiempo sus depósitos personales y familiares de los bancos liquidados. No dejó de ser una vulgar calumnia —injusta, además por lo difusa— pero produjo el efecto buscado entre los indecisos y entre los descontentos con la política.

Todas estas mentiras de una campaña desleal fueron oportunamente desvirtuadas pero captaron votos y tuvieron un efecto acumulativo con el voto castigo.

Aparte de la confusión generada en el mismo punto de partida —boleta SI para los que querían una decisión negativa y NO para los que postulaban algo positivo— la propaganda del EP-FA se produjo a través de discursos directos, coloquiales, fáciles de entender. La de quienes querían mantener la ley, en cambio, dejaron que el "Ancap se vende" se sostuviera un año sin ser desmentida afirmándose en el subconsciente de los votantes. Tampoco acudió, como sus adversarios, al apoyo de figuras populares (Oreiro y Morales, por ej.) o callejeras. Los discursos por el NO fueron conceptuales, analíticos de una ley que nadie conocía, retóricos, y les faltó el lenguaje que entendieran Doña María y Don José.

PEOR aun, la propaganda del NO no supo explotar la gran ventaja que le confería el color celeste de su boleta, un color identificado con el imaginario popular.

Pera terminar, el referéndum no es representativo del espectro electoral del país. Porque no estuvo en juego ningún cargo, ninguna expectativa personal, porque no se votó por ningún dirigente concreto ni por ningún partido, no puso en la lid ningún afecto ni ninguna lealtad sino una ley desconocida sobre cuyos alcances técnicos sólo los técnicos debían haber tenido la palabra. Todo lo demás fue ficción democrática, no la democracia que queremos defender e impulsar.

Llamado a sala

Según se ha difundido, el Frente Amplio está dispuesto denunciar penalmente al Ministro de Industria sobre el tema de la publicidad que Ancap llevó a cabo para informar a una población que nada sabía, de un referéndum sobre la Ley que establecía el futuro de esta empresa pública. Desde luego que si se tienen los deseos cabe la denuncia. Pero si así se hace, ¿a quién van a denunciar por la desaforada propaganda política en la fachada de la Universidad? Lamentablemente se colocó un tremendo cartel en favor del SI que tomó prácticamente las tres puertas de la casa mayor de estudios. Si el Directorio de Ancap cometió pecado según el parecer del Frente Amplio, por cierto que ese Directorio se queda en el Purgatorio y las autoridades de la Universidad se van directo al infierno.

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