La visita del presidente Bush a Europa es un esfuerzo heroico para superar, en la medida de lo posible, las diferencias que los separan en muchas áreas. Desde lo político hasta en las mentalidades dominantes en una y otra orilla del Atlántico norte. Si bien las declaraciones oficiales y los discursos ponen énfasis en el buen humor y las mejores intenciones, también han quedado en evidencia algunas claras divergencias que los diplomáticos no han logrado tapar del todo. Dos de esos asuntos se refieren a las relaciones internacionales: los esfuerzos para evitar que Irán avance en el camino de la producción de armas nucleares y, un asunto que seguramente ocupará un sitio cada vez más dominante en la agenda internacional, el equilibrio del poder en el Lejano Oriente, donde China continúa desarrollando sus fuerzas armadas.
Los Estados Unidos son partidarios de regular estrictamente las exportaciones de armas a Pekín, especialmente de los avanzados sistemas de control y comando, incluyendo radares y otros equipos electrónicos de alta tecnología. A pesar de su enorme poderío sobre el papel, el ejército chino, y su industria militar, todavía están retrasados en determinadas áreas críticas. En cambio, la principal preocupación de la Unión Europea son los mercados. La Unión ha declarado a China como un socio estratégico y sus países miembros están en plena campaña para asegurarse jugosos contratos, aprovechando el rápido desarrollo de la economía de aquel país.
Washington observa con preocupación la continua expansión de las fuerzas armadas de China, su modernización y creciente independencia de proveedores extranjeros. Un cambio en el equilibrio estratégico de la región podría tener efectos importantes, por ejemplo, respecto de Taiwán y de Japón. Para Bush, que parece tener un amplio apoyo en el Congreso en esta materia, el tema de la venta de equipos de defensa avanzados a Pekín es primariamente un tema que involucra la seguridad de dos de sus principales aliados en el Lejano Oriente y sus intereses —de larga data— en aquella región.
La Unión Europea ha propuesto revisar las limitaciones existentes para la venta de armamentos y adoptar un código de conducta que excluiría los sistemas más avanzados. Los Estados Unidos no parecen muy convencidos por la propuesta. Todo indica, entonces, que la visita presidencial puede haber contribuido a limar algunas asperezas, pero todavía quedan varios temas fundamentales para resolver. Entretanto, China continua siendo un gran enigma estratégico, no solamente regional sino también global.