Bela Guttman

Perseguido por el nazismo, trotamundos, ganador, dirigió por comida y fue campéon de Europa

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AITOR LAGUNAS

El 17 de abril de 1926, los pasajeros del Berengaria fueron bendecidos por una mole imponente. En un ritual que millones de emigrantes seguirían a lo largo del siglo XX, los jugadores del Hakoah vienés contemplaban asombrados el símbolo del país de las oportunidades: la Estatua de la Libertad. Entre ellos se contaba un mediocentro húngaro llamado Bela Guttman.

Aunque nacido en Budapest, Guttman había aceptado en 1921 la oferta del Hakoah austríaco para integrarse en un equipo exclusivamente formado por judíos.

En Viena, el medio húngaro alternó sutiles pases al área con pasos de baile no menos delicados: fundó una academia que complementaba su sueldo de futbolista amateur, al tiempo que le permitía ejercer su titulación de instructor de danza clásica.

JUDIOS INVENCIBLES

La irrupción del profesionalismo en Austria, en 1924, encontró a Guttman convertido en toda una estrella. Venciendo todas las reticencias antisemitas de la Viena de entreguerras, el Hakoah -la fuerza, en hebreo- comenzó a ser temido. Y Bela era una de sus referencias. Levantar el primer título profesional del país confirmó la hegemonía del cuadro hebreo, pero un doble enfrentamiento con el West Ham desató la admiración de medio mundo. El equipo inglés realizó una gira por la Europa continental y aceptó un amistoso en Viena. El Hakoah arrancó a los jugadores ingleses un empate a uno y, de sus directivos, el compromiso de un partido en Londres. Cualquier aficionado vienés hubiera firmado una honrosa derrota, así que cuando a Austria llegaron las primeras noticias sobre el resultado final nadie pudo contener la euforia: los `judíos` habían goleado 5-0 al West Ham.

"Judíos invencibles": así fueron presentados a su llegada a Estados Unidos. Aquel viaje se enmarcaba dentro de la labor de proselitismo hebreo que guiaba la vida del club: difundir la existencia del pueblo judío y su necesidad de constituir un estado. Pero aquel viaje supondría su declive. En aquel momento, la mayoría de los clubes de la costa este americana eran propiedad de familias judías, así que después de la gira, más de la mitad del equipo decidió seguir su carrera en la American Soccer League. Guttman integró dos años la plantilla de los Giants y posteriormente revitalizó sus lazos con la comunidad hebrea al defender la camiseta del Hakoah All Stars. El crash económico de 1929 no fue suficiente para devolver a Guttman a una Europa en la que que crecía sin freno la hiedra del fascismo. Pero el cierre de la ASL, en 1932, terminó por convencerle: su sitio estaba en Viena.

En la primavera de 1933 comenzó una imponente carrera de técnico que se extendería a través de cuatro décadas y una decena de países. Después de tomar las riendas de un Hakoah venido a menos en la Segunda División, en 1935 aceptó el reto de preparar al Entschede holandés -esqueleto del actual Twente- que dirimía su permanencia en la máxima categoría. Guttman, que haría de las negociaciones al límite una de sus señas de identidad, acordó con la directiva un incentivo económico estratosférico en caso de hacerse con el campeonato nacional. Los responsables aceptaron gustosos, pero cuando el Entschede rompió todas las quinielas al ganar el título regional y pelear por la liga holandesa, empezaron a rezar por las derrotas: la victoria final -que no se produjo- hubiera supuesto la bancarrota del club.

LA GUERRA

En 1937, Guttman regresa al Hakoah. El Anschluss (anexión alemana de Austria) le da el golpe de gracia y expulsa a Guttman del país: antes de la Segunda Guerra Mundial, aún haría campeón de liga y de la Copa Mitropa -la Liga de Campeones de la época- al Ujpest húngaro. Los siguientes seis años de la vida de este trotamundos del balón nunca estuvieron claros. El mismo resolvía con un lacónico "Dios me ayudó" cualquier pregunta al respecto. La victoria aliada de 1945 devuelve a Guttman a los banquillos. Primero, al del Ciokanul rumano, al que prepara a cambio de comida. Después, al del Ujpest, al que vuelve a convertir en campeón. Y más tarde al del Kispest -futuro Honved-, en cuyas filas despunta un joven Ferenc Puskas. Este le contradijo una decisión táctica durante el descanso de un partido y Guttman, creyendo haber perdido el respeto de la plantilla, se sentó en el banquillo con un cigarrillo en una mano y una revista en la otra. Al finalizar el encuentro, se subió al tranvía y se marchó. Nunca volvió al club.

LOS EXILIADOS

A partir de ese momento, Guttman recorre medio mundo, rara vez permaneciendo en ningún cuadro más de un curso. Padova, Triestina, Peñarol, Appoel Nicosia, Milan, Vicenza... En 1956, tras dirigir las andanzas de un equipo de exiliados húngaros por Brasil, Bela toma al So Paulo, con el que levanta el título estatal. En 1958 llega al Oporto para hacerle campeón en un gran sprint final sobre el Benfica, que decide hacerse con sus servicios. Sólo tres temporadas le bastaron para grabar el nombre del cuadro lisboeta en el Olimpo del fútbol europeo. La primera campaña (1959-60) comenzó con un despido masivo en la plantilla (20 jugadores) y se cerró con el título de liga.

EL BARBERO

Un día de finales de 1960, con el equipo benfiquista a punto de levantar otra liga y de cortocircuitar la hegemonía madridista en la Copa de Europa, Guttman va al barbero. En el sillón de al lado peinan a José Bauer, un ex jugador brasileño al que Bela había entrenado en So Paulo. Bauer le habla de un joven futbolista mozambiqueño que actúa en el Sporting de Maputo. Guttman se despide de Bauer... y a los tres días Eusebio firma su contrato con el Benfica. Un año más tarde, el propio Eusebio lideraría la conquista del segundo cetro continental de las `Aguilas`, conseguido contra el Real Madrid. Al término de aquella final se produjo una imagen para la historia: Ferenc Puskas y Eusebio, dos futbolistas vinculados a Guttman en diferentes momentos, se intercambiaban las camisetas. Alguien vio en ese gesto el relevo generacional del fútbol europeo.

FLORES A LA TUMBA

Discrepancias económicas motivaron el adiós de Guttman al Benfica. Dolido, el húngaro vaticinó que, sin él, el Benfica nunca más volvería a celebrar un título continental.

Habituado a vaciar y llenar la maleta, Bela se marcharía a Uruguay, donde con Peñarol completó su `repóker` de ligas nacionales. Falleció en 1981, en Viena. Y aunque la directiva del Benfica tratara de conjurar la maldición del húngaro realizando una ofrenda en su tumba, parece que la condena de Bela sigue vigente. No podrán decir que no les avisó.

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