HENRY SEGURA
Un infarto terminó con la vida de uno de los músicos más brillantes que tuvo (tiene) Uruguay. Eduardo Darnauchans falleció ayer a los 53 años tras ser internado hace dos semanas, el mismo día en que sepultó a su esposa.
Así de dramáticas parecían ser las cosas para Darnauchans, un ser frágil y sensibilidad exquisita que ni siquiera pudo terminar de presentar su último disco. En noviembre pasado tenía programados dos recitales para hacer los temas de El ángel azul, que finalmente fueron reducidos a uno porque no se encontraba en condiciones físicas para hacerlos.
Lo paradojal es que ese disco, más allá del desgaste de la voz, recuperaba al músico para los estudios de grabación que no pisaba desde 1989 (cuando hizo las tomas de El trigo de la Luna) y con todo el caudal poético que lo había transformado en referencia ineludible para la cultura uruguaya. Ese fue el rasgo sobresaliente de su música, anunciado muy tempranamente con la impresionante Milonga de Manuel Flores que le pide prestada al gran Jorge Luis Borges para ubicarla como primer tema de su primer disco, Canción de muchacho.
Aquella placa de 1971 estuvo casi toda poblada por las referencias poéticas más inmediatas al músico, como lo fueron Washington Benavídes y Víctor Cunha, sus compañeros de siempre.
La proximidad de Benavídes fue determinante en la formación de Darnauchans, hasta casi convertirse en una especie de monaguillo del autor de Las milongas, al que seguía clase por clase en el liceo departamental de Tacuarembó, pese a que estaba inscripto sólo en preparatorios de medicina. Es que las clases de Benavídes abrían la literatura más allá de los libros y hasta podía sorprender a sus alumnos haciendo escuchar canciones de músicos casi desconocidos por entonces.
Eran tiempos de ebullición y Darnauchans ya llamaba la atención cuando a los 16 años recibe el premio a mejor voz del Festival de la Canción Joven de Tacuarembó. Eso le abrió el camino hacia el sello Sondor y hacia los primeros recitales montevideanos: los Conciertos de la Rosa en el Nuevo Stella y el Koncyerto con El Sindykato.
Pero las adversidades no demoraron en aparecer. Tras el golpe dictatorial, un estadía corta en La Plata hacia 1975 y un exitoso ciclo cumplido junto con Galemire y Rivero en El Tinglado primero y en el Shakespeare después, hasta 1976, las persecusiones de las autoridades de turno se incrementaron. Una vez autorizaban su actuación y otras muchas las prohibían, aunque Darnauchans cumplía con la exigencia de presentar por triplicado los textos de sus canciones. Tuvo el triste privilegio de ser uno de los músicos más prohibidos.
Pese a todo Darnauchans ya era una figura impuesta, un creador que había trabajado con gran exigencia a su temprana madurez hasta transformar a cada uno de sus discos en piezas maestras. ¿Qué otras cosas son Sansueña, Zurcidor, Nieblas & neblinas o El trigo de la Luna?
En su ritual poético siempre recordaba a sus ascendentes originarios (el trío Bob Dylan, Antoine y Donovan se sumaba a los Beatles y Rolling Stones), aunque lo suyo era intransferiblemente personal y único. Lo es: su legado atraviesa a todas las generaciones y hasta ha sido ocasionalmente recogido por algunas bandas de rock. Es que asomarse a sus canciones es un acto de iluminación, de descubrimiento, de aproximación a la belleza y a los horrores del ser humano.
En 1977quien esto escribe, ocasional compañero de liceo de Darnauchans (al Bocha, gracias), se enfrentó con una sentencia de vida del músico que no pudo olvidar jamás. "Soy de cumbres o de abismos", me dijo, "la medianía gris cotidiana prácticamente no la conozco".
Cinco pasos en los estudios para un largo camino hacia la maestrÍa
Canción de muchacho | 1972
El disco fue parte del premio del Festival de la Nueva Canción de Tacuarembó. Benavídes, Cunha, Borges, Benedetti y Falco son autores de los textos, pero también hay dos del propio Darnauchans.
Sansueña | 1978
Aparece tras el muy poco difundido Las quemas (1974) y marca un momento de particular repercusión pública. Jorge Galemire se hizo cargo de los arreglos. El repertorio poético muestra una amplitud admirable.
Zurcidor | 1980
Incluye varios textos del propio Darnauchans, junto a poemas de González Tuñón, Luis Urbina, Víctor Cunha y José Seoane. Tiene cinco canciones arregladas por Fernando Cabrera.
Nieblas & Neblinas | 1984
Quinto disco en el que Darnauchans asoma casi como un autor total (suyos son ocho de los diez temas grabados). Incluye Perdidos en la noche que explicita la ascendencia que el cine tiene en su universo, y en el de Benavídes.
El ángel azul | 2006
Fue grabado en estudio entre setiembre y diciembre de 2005, tras haber editado varios "en vivo", desde Noches blancas (en el Solís, 1992) hasta Canciones sefaradíes (en Espacio Guambia, 2004).
Dos encuentros al comienzo de un músico con vocación literaria
Darnauchans nació en Montevideo el 15 de noviembre de 1953, pero con 4 años de edad se mudó para Tacuarembó. Allá su padre fue médico, primero en Minas de Corrales, luego en Tacuarembó y en Curtina, mientras que su madre fue maestra y profesora. Fueron sus padres los que le regalaron una guitarra a los 10 años. Sus primeros pasos estuvieron marcados por el folclore argentino, hasta que a los 13 años escucha a un baladista francés que le cambió su forma de hacer música: Antoine. El otro encuentro determinante se produjo en tercer año del liceo, cuando tuvo a Washington Benavídes como docente de literatura y primer analista de sus poemas. Para adelante quedarían sus estudios literarios que lo llevaron hasta la Universidad de La Plata. Al presentarse en el histórico recital "Las diferencias" (en la Alianza Francesa, 1977), se definía como "interpretador de textos por afinidades y carencias: mi gran vocación fue la literatura. Mis canciones son palabras que importan cantadas".
Francotirador de sí mismo y paradoja de un creador
Mauricio Ubal. "Darno es una figura que marcó, con su creatividad, aunque lamentablemente en los últimos 15 años tuvo esa pulseada permanente con el alcohol, que lo llevó a perder mucha vitalidad y potencial. A veces, en este ámbito hay como una especie de regodeo con cierta oscuridad, cierto modo de vida, y desgraciadamente se ensalza toda una forma de vivir que tiene que ver con la bohemia, lo marginal. Esas pulseadas, que son muy complejas, que no responden sólo a un motivo, esa pulseada el Darno la perdió, y la perdió durante muchos años, y logró sobrevivir por años a ese problema, pero lo terminó destruyendo. Y lo único que se me ocurre es eso: una rabia sorda contra esa enfermedad, en definitiva, que se lo llevó".
Víctor Cunha. "Se piensa que cuando uno deja la vida terrenal da lugar al mito, en personajes como Darnauchans. Darno fue un mito en vida, y el mito va a continuar por la obra que lo respalda. Y sin tener el francotirador que era el propio Darnauchans, disparando contra sí mismo. No soportaba ser un cantor de culto porque no se creía merecedor de esa condición. El mito se clarifica ahora. En lo personal lo veo como el fin de una pesadilla. Estábamos peleados desde hace años, porque él había tomado la decisión de destrucción que yo no podía aceptársela. El motor de la paradoja: el tipo que se autodestruye pero genera vida. Los chiquilines viniendo a decirle `Vivo porque escuché tus canciones`. No debe haber cosa más grande".