SILVIA PÉREZ
"No me había dado cuenta que eras vos, hasta que te vi por el espejo. ¿No me firmás un autógrafo para mi hijo?". El pedido, de una de las pasajeras del ómnibus 767 que ayer cumplía con el recorrido del 175 era para el conductor cobrador del mismo, el ex goleador tricolor Juan González.
Hace menos de un mes que "Juanchi" maneja por las mañanas el ómnibus, del que compró una cuarta parte, y era la segunda vez que le pedían una firma. Pero no son pocos los que lo reconocen y se sorprenden al verlo en su nueva función. Es más, hasta algún hincha de Peñarol le ha estrechado la mano. "Soy manya, pero siempre me gustaste como persona y te saludo igual". Palabras más, palabras menos, ese fue el saludo del hincha aurinegro.
Volvió de España en enero de 2006 y luego de un pasaje de seis meses por Fénix, decidió colgar los zapatos. "Había mucha juventud y casi no jugué. Me aburrí y tomé la decisión de dejar", contó mientras manejaba desde Ciudadela a Las Piedras.
Desde entonces, el ex goleador pasó dos años al frente de su casa. Aprovechando con sus hijos el tiempo perdido por culpa de partidos, giras y concentraciones. Por otra parte, su esposa Lourdes, que se recibió de abogada penal, salió a recorrer juzgados y cárceles y él pasó a ocuparse del hogar.
Por eso, un rato antes cuando barría el ómnibus y bancaba las bromas de sus nuevos compañeros omnibuseros, sonreía. "¡Andá!, nunca en tu vida agarraste una escoba. Barrés ahora para la foto. ¿A que en tu casa nunca limpiás así", le decían. "Si habré agarrado la escoba en los últimos dos años. Me encantó ocuparme de la casa y me adapté muy bien, pero llega un momento en que se siente el peso de la rutina. Además, había que cuidar el dinero que teníamos. Desde que llegamos de España habíamos buscado en que invertir, habíamos pensado en una cancha de fútbol 5 o algo así, pero al final surgió la posibilidad de comprar una cuarta de este ómnibus del que mi suegra tiene otro tanto", contó el jugador ex Oviedo de España.
Al verlo manejando, la gente se sorprende, seguramente por su pasado en filas tricolores, en el fútbol de la madre patria y hasta en la selección. "Ese es el concepto que tiene el uruguayo, pero yo creo que es equivocado. Este es un trabajo como cualquier otro. Trato de mantener la diferencia que hice, que es poca, pero me da para que mis hijos tengan un buen pasar. Yo no podía seguir quedándome en casa. Necesitábamos tener otra entrada", admitió el "Juanchi".
SACRIFICIO. Tuvo posibilidades de hacer algo vinculado al fútbol. Le ofrecieron la profesión de moda: ser contratista, pero no aceptó. "Me encantaría dirigir niños, pero ahora los tiempos son cortos y no podía. Hoy me estoy dedicando a esto y trato de darle tiempo a mis hijos. Los voy a buscar al colegio, los llevo a la práctica o a las actividades que tengan. Soy un trabajador más, si la gente se sorprende tiene que entender que yo antes de jugar al fútbol supe bien lo que es trabajar. Tenía solo nueve años, la edad que tiene ahora mi hijo menor, iba a la escuela y trabajaba en un comedor. Pelaba papas y me llevaba la vianda para mi casa. Hice de todo un poco: fui repartidor, trabajé en un panadería y en un aserradero. Sé lo que es trabajar. Mi niñez fue pobre y difícil, por eso el sacrificio no me asusta. Trato de no perder el dinero que hice para que mis hijos no pasen lo que yo pasé. Eso es lo único que me importa hoy".
Aunque aseguró que levantarse temprano le encanta, entrar al trabajo a las 4:01 AM no debe ser nada fácil. "Esos días me levanto a las 3, porque vivo en la Rambla y Comercio y estoy un poco lejos, pero me agarro un yoghurt y unas frutas, me subo a la moto de mi señora y en 20 minutos estoy acá. Además, salgo a mediodía y eso me deja contento. El tema es que no estoy acostumbrado a acostarme temprano y me quedo mirando fútbol en la tele. Duermo poco, pero no me siento cansado".
La primera vez que dio el examen para obtener la libreta profesional, perdió el práctico. "No puse el señalero y tampoco las ruedas contra el cordón en un repecho. Pero por suerte a los diez días lo di de vuelta y lo salvé. ¿Será porque el que me lo tomó la segunda vez era hincha de Nacional?", se preguntó bromeando.
Manejar y cobrar al mismo tiempo no debe ser tarea sencilla, pero el ex artillero se acostumbró enseguida. "Al principio tenés muchos miedos, porque aunque todos te dicen que es fácil, vas con temor. Hay que cobrar, mirar los espejos, manejar, cerrar la puerta, ver cómo bajan y suben. Son veinte cosas, pero por suerte me ha ido bien. Me han ayudado mucho, me la hicieron fácil, sobre todo cuando tomé las clases acá en Cutcsa. Primero aprendés a cobrar con un guarda al lado y luego a manejar con un chofer al lado, y después las dos cosas, pero eso ya lo hice con mi socio en este ómnibus".
Otra cosa que no es fácil es trabajar en contacto con la gente, pero González está contento. "Vas a encontrar gente de todo tipo. Pero hay que tener un poco de paciencia y nada más. Me siento muy cómodo y me encanta el trabajo porque me gusta mucho manejar", relató.
BICHITO. A pesar de su felicidad actual, no niega que cada tanto le tienta volver a calzarse los cortos. "Han venido a buscarme de algunos cuadros de la B y a veces me pica el bichito de volver. No es fácil dejar algo que me encanta y que siempre disfruté más allá de lo económico. ¡Cuesta! Hoy miro la tele y veo que los jugadores tienen muchas más cosas que cuando yo jugaba. Las canchas son mejores y Los Céspedes está bárbaro, cosas que por suerte han ido mejorando. Me gustaría volver al gol, que es la alegría máxima, pero hay muchas cosas que me jugarían en contra. Hoy el fútbol se ha convertido en un negocio y, además, los clubes apuestan a los jugadores jóvenes que pueden vender. Hay jugadores que tienen más edad que yo y siguen, pero seguramente están en otra situación económica y necesitan hacerlo".
Hoy despunta el vicio jugando en el equipo de la Línea 1 de Cutcsa, que es dirigido por el padre de Cristian Callejas. "Me divierto, aunque me dan alguna patadita que otra. (Se ríe) Pero rescato que sigo activo".
Cuando mira hacia atrás, se siente feliz por su vida como jugador. "Tengo muchos recuerdos. Hoy veo los partidos europeos por la tele y me digo yo jugué en ese estadio, hice un gol ahí. Vivo de los recuerdos y disfruto a mi manera. Estoy agradecido al fútbol".
La charla con Ovación se interrumpió por una llamada en su celular. "¡Qué hacés gordo! ¿Recién vas a entrenar? Yo en cambio ya terminé de trabajar". Era Fernando "Petete" Correa, de quien fue compañero en el Atlético de Madrid y uno de los pocos amigos de verdad que le dio el fútbol.
Todo empezó una tarde en el paso
Basáñez y "Paco"
En el baby fútbol defendió un solo cuadro: el "Mundialito del 80". De allí pasó a la Cuarta División de Basáñez. Corría el año 91 y "Juanchi" estaba en la cancha de Huracán del Paso de la Arena donde acababa de defender a la Cuarta del "Basa". Habían ganado 2 a 0. Estaba junto a su padre, pegado al alambrado mirando el partido de Primera. Alguién le tocó el hombro y se dio vuelta. Cuando vio quien era sintió que las rodillas le temblaban. Era el mismísimo "Paco" Casal que le anunciaba: "el próximo fin de semana jugás en Primera". Y así fue. Debutó al partido siguiente frente a Rampla Jrs. ganaron 2 a 1 y González hizo uno de los goles. El empresario comenzó a representarlo y dos años después pasó a Nacional. Estuvo en el equipo tricolor hasta el 97 y aunque ganó varios torneos Clausura no pudo ser Campeón Uruguayo. Es una de las espinas que tiene clavadas. La otra no haber jugado con su ídolo Ruben Sosa, que llegó a Nacional cuando él se acababa de ir.
Lo mejor fue el Atlético y el gol a Estudiantes
En el año 97 el goleador partió hacia España para enrolarse en el Oviedo. Fue cedido a préstamos en dos oportunidades: al Atlético de Madrid y al Granada. "Si pienso en un equipo, Nacional fue importantísimo, pero lo más grande que me pasó en un club fue en el Atlético de Madrid. Su hinchada, su estadio, como me trataron, todo fue espectacular. Nunca me había sentido tan cómodo. Solo jugaba y disfrutaba. Jugué con Josemari, con quien sigo en contacto al igual que con Barajas que cada año me manda su camiseta. También jugué con Juninho y con Quico".
Elegir un gol entre tantos que convirtió es difícil. "Me quedo con el que le hice con Nacional a Estudiantes, un centro del `Chiquilín` O`Neill, cuando le ganamos 4 a 0 y en Europa hacerle goles al Real Madrid y al Barcelona fue lo máximo".
Tiene un hijo jugador y el otro parodista
Juan González y su esposa Lourdes tienen dos hijos: Giovanni, de 13 años y Bruno, de nueve. El mayor juega en la Séptima de Danubio. "Es volante, juega de número 8 y, aunque no queda bien que yo lo diga, tiene unas condiciones bárbaras. Me muero viéndolo jugar. Lo vinieron a buscar de River Plate y de Peñarol, pero él se quiso quedar en Danubio. Se hizo hincha. Además, es fanático. Se pasa mirando fútbol todo el día y los dos somos fanáticos del Chelsea", contó orgulloso.
Al menor en cambio, no le gusta mucho el fútbol y sólo juega en el colegio. Estuvo probándose en un club, pero desistió. "Hay que correr mucho, papá", se quejó. Sin embargo, sacó los genes carnavaleros de su madre. Salió en "Los Gummies" un conjunto de parodistas que concursó en el Carnaval de las Promesas y obtuvo el primer premio.