Polémica con acusaciones de racismo

Un conflicto planteado en blanco y negro

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2008-06-12 00:00:00 300x300

GUILLERMO ZAPIOLA

Es una de esas polémicas que puede derivar rápidamente hacia el patio del conventillo. En una frase, se resume así: el cineasta "afroamericano" Spike Lee acusa a Clint Eastwood de racista, y el viejo Clint le responde que se vaya al diablo.

Para enmarcar más ampliamente el tema hay que saber que Lee (autor de films valiosos como Haz lo correcto, Fiebre de amor y locura o Malcolm X) acaba de terminar Miracle at St. Anna, una historia sobre soldados negros norteamericanos en el frente italiano durante la Segunda Guerra Mundial.

En lo que cabe entender como parte de una campaña publicitaria, Lee aprovechó una conferencia de prensa de promoción de su película para emprenderla contra Eastwood, objetándole la ausencia de soldados negros en sus dos films sobre la batalla de Iwo Jima (La conquista del honor, Cartas desde Iwo Jima). "Clint Eastwood ha hecho dos películas sobre Iwo Jima que duran más de cuatro horas en total y en las que no sale un solo actor negro, Si ustedes los periodistas tuvieran lo que hay que tener, le preguntarían por qué es así".

Eastwood demoró en responder, pero al parecer las repercusiones de los dichos de Lee han terminado por hartarlo, y en una reciente entrevista concedida también al periódico británico The Guardian recomendó directamente a Lee que se callara la boca. Siguiendo la polémica (o lo que sea), Lee ha respondido desde los Estados Unidos: "No estamos en una plantación de algodón, Clint", equiparando al viejo cineasta con un propietario racista de un establecimiento agrícola del antiguo Sur.

Lo irritante de todo el asunto es la obvia intención propagandística que parece presidirlo. Si Lee quería discutir en serio el tema del racismo en el cine norteamericano (o en cualquier cine) tenía mejores blancos que elegir que el dueto antibélico de Clint Eastwood. Como el propio Clint lo ha señalado, La conquista del honor (de hecho, la única de las dos películas de las que Lee puede agarrarse, porque en Cartas desde Iwo Jima prácticamente no se ven norteamericanos blancos, negros ni de cualquier otro color: los que aparecen permanentemente en la pantalla son un montón de japoneses) no es una descripción general de la batalla sino la historia de los seis soldados que clavaron la bandera en la famosa colina. Casualmente, ninguno de los seis era negro. Es cierto que hubo una participación minoritaria pero importante de soldados negros en la conquista de la isla, pero la historia concreta de la película no tenía que ver con ellos y podían ser perfectamente suprimidos sin ofensa.

De hecho, las fuerzas norteamericanas en Iwo Jima llegaron a reunir 250.000 hombres, 70.000 de ellos "marines" que intervinieron en el desembarco. Hubo unos 700 negros, la mayoría de ellos no combatientes (en general, los mandos norteamericanos preferían que los negros no empuñaran armas, y los reducían a labores de cocineros o lavaplatos), aunque una parte de ellos cumplió tareas particularmente peligrosas. No hubo ninguno (pero sí un "nativo americano", Ira Hayes, a quien por cierto no le fue muy bien), en la foto de la bandera. Clint lo ha expresado con bastante claridad: "¿Qué quieren que haga? ¿Un anuncio publicitario en pro de la igualdad de oportunidades? Yo no juego a eso, sino que hago una lectura histórica. Cuando hago una película en la que debe haber un 90% de negros como en Bird, utilizó un 90% de negros". Continuando con la idea, Eastwood agrega: "La historia de La conquista del honor es la famosa foto izando la bandera, y ellos no hicieron eso. Si hubiera puesto a un actor afroamericano allí, la gente hubiese dicho `este tipo perdió la cabeza`. No era correcto".

La referencia a Bird resulta relevante, porque cuando Eastwood realizó en 1988 ese "biopic" sobre el músico negro de jazz Charlie Parker, Lee había dicho que "un cineasta blanco no tenía derecho a hacer una película sobre un artista negro", a lo que Clint respondió que se sentía con todo el derecho, y que también reconocía el de Lee de hacer una película sobre Glenn Miller, Red Nicholls u cualquier otro músico blanco. Ahora Eastwood ha recordado el incidente: "Spike Lee se quejó de que la rodara un blanco. Pero si yo la hice, es porque nadie más la había hecho. Así de simple. Él podría habérseme adelantado, pero no. Estaba haciendo otra cosa".

De todos modos, Lee se aferra a su enojo, al tiempo que reprocha a Eastwood, a quien reconoce empero como "un gran director", que a su vez se haya enojado: "Un comentario así no debería ofenderte, Clint. Vamos, Clint". Sin embargo, insiste en que alguien le observó a Eastwood la ausencia de negros en su film cuando todavía podía haberla corregido, "y no quiso hacerlo". En tono de desafío, Lee agrega "Pregúntenle por qué".

Arriesga que Clint vuelva a mandarlo al diablo, claro. Autodefinido como un "libertarian" (esa línea de pensamiento conservador, antiestatista y extremadamente individualista que suele esgrimir los libros de Ayn Rand como si fueran la Biblia), Eastwood ha dicho alguna vez que estaba dispuesto a matar al documentalista Michael Moore si se metía sin permiso en su casa intentando hacer con él lo que había hecho con Charlton Heston en Bowling for Columbine (esto es, manosear su imagen con total impunidad). Eastwood puede ser muchas cosas, varias de ellas contradictorias, pero no es fácil simplificarlo como un obtuso reaccionario. Tiene detrás suyo toda una abundante filmografía que lo respalda.

En contra de Woody

Clint Eastwood no ha sido el único blanco de los enojos autopromocionales de Spike Lee. Hace algún tiempo decidió pelearse con Woody Allen, señalando que "ha hecho veinte películas y yo nunca he leído por qué no ha incluido jamás a gente de color en sus películas". También ha objetado la visión de Allen de Nueva York, acusándola de "falsa", tal vez porque Manhattan no se parece a Harlem (o a la Little Italy de Scorsese, o al Brooklyn de Sidney Lumet).

El largo vínculo con Morgan Freeman

Algunos mensajes cargados de racismo y xenofobia de los lectores del periódico español La Vanguardia comentando el intercambio entre Eastwood y Spike Lee ("si gana el Obama, esos colorantes se pondrán insoportables", dice uno) demuestran que no solamente Lee ha visto mal el cine de su veterano colega.

"Quienes ven sus películas son un pedazo de `rednecks` como él", sostiene otro, éste desde alguna antípoda "políticamente correcta" (`redneck` es el término despectivo para el norteamericano blanco, pobre, racista y prejuicioso). Es gracioso constatar que ese presunto `redneck` haya realizado Bird, una de las mejores biografías de un artista negro que el cine haya proporcionado, o que su habitual compañero de correrías sea el "afroamericano" Morgan Freeman.

Era para vengar la muerte de Freeman que el protagonista de Los imperdonables se convertía de mercenario en justiciero, permitiendo de paso que el tono desmitificador de ese "western" se diera vuelta, y el personaje retornara a la leyenda. Y fue otra vez Freeman, su compañero de equipo en Million Dollar Baby, donde actuaba como el amigo, paño de lágrimas y voz de la conciencia de Eastwood, en un papel que, dicho sea de paso, le valió un Oscar como mejor actor secundario. Es dudoso que Freeman piense que Clint es un `redneck`.

Y seguramente tampoco va a serlo en The Human Factor, próxima película de Eastwood sobre el período inicial de la presidencia de Nelson Mandela (otra vez Morgan Freeman). Cuando le han preguntado si la película va a ser "históricamente adecuada", Eastwood se ha reído, y explicado que nadie debe preocuparse: "No vamos a mostrar a Mandela como un hombre blanco", asegura.

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