La canción que ha ganado el último Festival de Piedigrotta, el evento más napolitano de Nápoles, estaba dedicada a Saviano. "Roberto está escapando / porque la Camorra le está buscando".
Saviano (Nápoles, 1979) es el autor de "Gomorra", el impactante reportaje-novela editado por Mondadori que ha revelado al mundo la estrafalaria cotidianidad y la terrorífica capacidad de matar, envenenar la tierra, ganar dinero y expandirse globalmente de la Camorra. Tras vender 1,5 millones de copias en Italia, Gomorra se ha traducido a 33 lenguas y se despacha en las librerías de 42 países. Como consecuencia, Saviano ha sido amenazado de muerte por los Casalesi, el clan más sanguinario de Italia, y llega a la cita protegido por cinco escoltas armados hasta los dientes.
El escritor, barba rala y ojos tristes, lleva dos celulares y va vestido de un oscuro muy discreto. Mientras bebemos un acedrato, rico refresco local, no para de mirar los teléfonos. Aunque no tiene miedo, "sólo tristeza y un poco de inquietud", los efectos de las amenazas se sienten ya en su vida, que ahora es una especie de no vida. "En Nápoles duermo en el cuartel de la policía, en la Piazza della Carità, porque la gente se niega a alquilarme un apartamento. No por miedo a la Camorra, sino porque les obligas a tomar partido. Tengo casa en Roma, pero ya no veo a mis amigos, y la relación con mi novia se acabó. Habían dejado de ser lo que eran para ser los amigos y la novia de Saviano. Quizá fue culpa mía, porque no tenía la cabeza para eso. O quizá, inconscientemente, me fui alejando de ellos para evitar que sufrieran represalias".
¿Se siente Saviano un cadáver ambulante? "La Camorra piensa que haciendo esa política de tierra quemada me lo ha quitado todo", dice sonriendo. "Ahora, como dijo Von Clausewitz, sólo tengo el recuerdo. Esto se ha convertido en una cosa personal, he cambiado de frente. Antes fingía que era un sicario de la Camorra, ahora parece que soy policía. Estoy con los esbirros. Y para poder seguir escribiendo recurro al material policial: escuchas, soplones, investigaciones…".
"Me inquieta una cosa", cuenta después. "En mayo mataron a tiros a Domenico Noviello, un empresario que hace nueve años había denunciado la extorsión. Tuvo escolta todo ese tiempo, y cuando se la quitaron, lo asesinaron. Eso quiere decir que los clanes son "tardarielli, ma mai scordarielli" (demorones, pero nunca olvidadizos)".
El escritor sabe que, de momento, su gran objetivo, acabar con la connivencia de los políticos corruptos con el sistema, no ha dado frutos. Quizá porque, en los últimos años, ambos han cambiado su forma de relacionarse. "Ellos prefieren condicionar a los políticos con su brazo económico, presionando como si fueran la General Motors. Y los políticos se dejan condicionar por la doble moral. Les gusta perseguir a los líderes, a los bosses. Pero si les hablas de que ese hotel o aquel negocio son de la Camorra, entonces te llaman demagogo".
El problema es que la Camorra es una mafia internacional, y vive muy cómoda en Europa. "Salvo en Italia, en ningún país de la UE existe el delito de asociación mafiosa". También es notoria la habilidad para blanquear dinero ilícito con empresas de apariencia legal, que muchas veces medran en la Administración captando fondos públicos que luego reinvierten en Milán (Lombardía es la cuarta región italiana, tras Sicilia, Calabria y Campania, en bienes confiscados a la mafia), pero también en Nueva York o España. En casa, la Camorra ha levantado algunas infraestructuras de la región, entre ellas carreteras, algunos de los centros comerciales más grandes de Europa y la cárcel de Santa Maria Capua Vetere. Allí está encerrado el jefe del clan, Francesco Schiavone, Sandokán. "Levantaron ellos mismos las cárceles donde están encerrados", ironiza.
fascinado. La historia personal de Saviano es la de un adolescente de la burguesía local que estuvo a punto de caer en las redes de la mafia y se escapó justo a tiempo. "Crecí en el Casertano, y por suerte mi familia tenía anticuerpos mafiosos. Mi madre me ayudó a tomar distancia; luego empecé a escribir sobre la Camorra, no tanto por denunciar, sino porque me fascinaba la potencia literaria de sus historias". Un ejemplo: la mujer de un sicario descubrió que su marido era un asesino una noche que llegó a casa tarde del trabajo. El tipo había metido en el bolsillo de la chaqueta la mandíbula de un muerto. "Se le había desprendido de la cara cuando le mataron y se la llevó a casa sin darse cuenta". Otro ejemplo: Michele Zagharía, un boss que lleva 12 años escondido, se presentó con una tigresa de circo una noche en una fiesta. "Esas historias tan novelescas sólo podían contarse con nombres verdaderos. Para que fuera creíble decidí escribir con estilo de novela y nombres reales".
Según algunos, la política y el Estado simplemente es incapaz de acabar con la mafia napolitana; Saviano cree que hay un pacto tácito irrompible. "El Estado no es un monolito. Hay políticos cómplices que se venden, y otros que se dejan matar por hacer justicia. El problema es cómo quitar a las mafias los 100.000 millones de euros (unos 125 mil millones de dólares) que mueven al año. Si fuesen un motor de desarrollo, bueno. Pero no crean nada, en el sur sólo montan pequeños negocios y pagan 1.200 euros por matar. El dinero de verdad lo invierten en el Norte".
Los policías se acercan. Saviano se tiene que marchar. "Este país está enfermo", dice al final. "Para poder sacar el talento a la luz hay que trabajar 100 veces más que en otro sitio. Aquí, incluso el que vale necesita protección y enchufe. Tengo ganas de irme, quiero ser escritor y no camorrólogo, recuperar mi vida. Pero todavía no puedo. Si me fuera ahora sería como si me hubieran echado". m.M., el país de madrid