La larga pugna por dirigir el socialismo francés se ha reducido a un duelo entre dos mujeres de estilos y temperamentos opuestos: Ségolène Royal y Martine Aubry. En la votación de ayer para elegir al primer secretario del partido, los militantes dieron a la primera el 42,45% de los votos, a la segunda el 34,73%, y al tercer aspirante, Benoît Hamon, el 22,83%, según los resultados anunciados de madrugada. Al no obtener ninguno de los tres la mayoría absoluta, los militantes están convocados hoy para votar en una segunda vuelta, que será definitiva, entre Royal y Aubry.
Los miembros del Partido Socialista francés (PS) comenzaron a votar a eso de las cinco de la tarde de ayer y acabaron a las diez de la noche. La participación fue del 59,9%. Royal, la ex candidata presidencial derrotada por Nicolas Sarkozy, fue clara a la hora de describir el estado catatónico en que se encuentra la principal formación política de la izquierda francesa: "O renace o se marchita".
Durante la semana que precedió al congreso de Reims, durante el fin de semana de discusiones y discursos del mismo congreso y durante los días que siguieron, Royal centró su mensaje en un punto para ella primordial y decisivo: la necesidad de crear un nuevo PS, de refundarlo, de ampliarlo, de abrirlo a nuevos militantes más jóvenes, de otros sectores de la sociedad. Para Royal, existe un riesgo claro de que el PS muera de inanición, de falta de aire o de endogamia: "El verdadero riesgo del PS es el inmovilismo", añadió en una entrevista publicada ayer en Le Monde.
Los cerca de 230.000 militantes con derecho a voto (aunque no estén al corriente de pago) tenían que elegir entre tres candidatos muy distintos: Royal, presidenta de la región de Poitou-Charentes, contaba, antes del congreso, con un 29% de apoyos entre los militantes; Aubry, alcaldesa de Lille, con el 25%; y Hamon, eurodiputado, con el 18%.
Royal, de 55 años, es mediática, glamurosa, conocida, proclive a una reforma integral del partido y no es alérgica a pactar con el centro si se trata de ganar. Es la más querida de las bases, la más odiada por un sector del partido y la única realmente conocida a nivel internacional. Se enfrentó ayer a la votación con un as en la manga (los militantes del partido siempre la han apoyado más que a los otros candidatos) y un impedimento: el alcalde de París, Bertrand Delanoë, ex aspirante él mismo, tras retirarse de la lucha, prefirió recomendar a sus seguidores (contaba con un 25% de apoyos) que votaran por Aubry.
La presidenta de Poitou-Charentes, tras esto, reconoció que, matemáticamente, lo tenía mal. Pero una cosa es lo que recomiende el ex candidato y otra lo que votan los militantes en secreto. A la vista de los resultados, muchos de los partidarios de Delanoë no obedecieron su consigna.
Royal se había convertido en los últimos días en una máquina de expender propuestas: el miércoles prometió un programa entero en el que incluía un plan anti-crisis y la convocatoria de una convención nacional para dilucidar pactos con el centro. Ayer coqueteó con Hamon (o con sus votantes) al prometer que le reserva al eurodiputado de 42 años, abanderado de la renovación generacional del PS, un puesto en la dirección en caso de ganar. Una promesa envenenada.
Aubry, de 58 años, la alcaldesa de Lille, ex ministra de Trabajo y Asuntos Sociales, la responsable de la jornada de 35 horas, personifica a ojos de sus detractores la vieja guardia del partido. No comulga con las ideas renovadoras de Royal y no quiere ni hablar de pactar con el partido del centrista François Bayrou. Proclama que el PS debe atornillarse a la izquierda y no moverse de ahí ni un centímetro. "Frente a una derecha dura, necesitamos una izquierda fuerte", repite.