El merecido homenaje al influyente rock brasileño

Recital. Músicos de Brasil y Uruguay en una gran comunión

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SEBASTIÁN AUYANET

La celebración que disparó la reunión de dos miembros de Legiao Urbana, la banda más popular del rock en Brasil, logró emocionar a más de 2.000 personas y demostrar cuánto influyó el rock brasileño en la música que hoy llena estadios aquí.

En la mayoría de las entrevistas que suelen hacerse con músicos, la cuestión de las influencias (o la música que escucha el artista, variable siempre relacionada) es un capítulo que, de forma más o menos tangente, se termina tocando. Hay veces en que, con razón, los artistas no saben responder con exactitud qué música los llevó a formar una banda y a pararse sobre un escenario.

Pues bien, desde que Martín Buscaglia dijo en La Trastienda "con ustedes, con nosotros, con todos, el señor Dado Villa-Lobos", quedó claro que Legiao Urbana es una de las fuerzas rockeras con mayor influencia en buena parte del rock nacional y géneros añadidos. En el público también, porque durante todo el show acompañó las canciones con la fuerza, el conocimiento y la emoción de quien canta las canciones que acompañaron toda una vida. Y no hablamos sólo de treintañeros y cuarentones porque hubo gente de todas las edades. La Trastienda tuvo sus dos primeras noches de ambiente rockero generalizado, entre ovaciones, cánticos de toda la sala y sonido sin demasiados reproches para hacer.

Para la entrada del baterista Marcelo Bonfá faltaban unos temas. Pero desde Perfeicao, octava canción del concierto, La Trastienda tuvo el primer estallido de su existencia. Buscaglia a la voz, Diego Barthaburu a la batería, los estables Mateo Moreno y Guzmán Mendaro (bajo y guitarra) junto a Marcel Curuchet acompañaban al hombre más visible y aclamado de la banda de Brasilia. La sucesión de músicos demostró que eran muchos más los que querían estar que los que podían: Juan Campodónico, Luciano Supervielle, Emiliano Brancciari, Sebastián Cebreiro (mención especial para la mejor voz en portugués en Há tempos y en A cancao do senhor da guerra), Gabriel Casacuberta, Martín Ibarburu y Ossie Garbuyo se fueron mezclando.

Quien sin dudas se acercó más al espíritu melancólico tan similar a Joy Division que subyace en el post punk eléctrico de Legiao Urbana fue Juan Casanova, que lejos de otras performances más erráticas fue quien estuvo más cerca de evocar la voz de Renato Russo, el homenajeado de la noche, en proyecciones que aparecían tras el escenario.

Todas las canciones fueron clásicos, y los músicos que quedaban fuera del escenario quedaban a los costados, cantando con el público mientras los dos brasileños (Bonfá arrancó a la batería desde Índios, unos tres temas después) agradecieron y se abrazaban entre sí.

En el final llegó el único momento previsible. Qué país é este, con todos los músicos sobre el escenario rockeando antes del bis (se fueron y volvieron con Eu sei, canción que daba nombre al tributo) terminó con el festejo de músicos que viven su propio tiempo, combinándose más allá de los géneros y celebrando música que a todos les marcó algún momento de la vida, en un evento que en Brasil va a ser una sorpresa. Nada mal para una fiesta de fin de año.

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