La veda es una seda que seda

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Carlos Maggi

Hace más de quince años, el domingo 14 de febrero de 1993 yo debutaba en El País, con esta sección: Producto Culto Interno. Hablaba de historia y de cultura, de mi generación, la del 45; y del Uruguay, de su modo de ser, de cómo veía a nuestra gente.

Supongo que leer esas consideraciones generales no viola la veda política, aunque nombre a blancos, colorados y frentistas de aquel tiempo. Si Ortega y Gasset tiene razón, en 15 años se renueva el pensamiento y los jóvenes cambian todo.

Escribí hace 15 años:

-"Hacia los años cuarenta, Julio J.Casal, un hombre bueno y alegre, a favor de todos y en contra de nadie, publicó, a manos llenas, una antología de poetas uruguayos que pesaba un kilo y medio. No faltaba nadie y sobraban casi todos.

Nosotros la llamábamos "La guía" (…telefónica); y fue una de las pruebas escritas del optimismo gestual que invalidaba a nuestros mayores inmediatos: la generación del centenario.

"Ellos" se reunían para leerse y se aplaudían. "Nosotros" sentíamos vergüenza ajena al enterarnos de semejantes ceremonias.

En el Café Metro, practicábamos cada noche, el genocidio recíproco.

Oíamos decir "la Atenas de Plata";"como el Uruguay no hay", "la Suiza de América"; el "país modelo", "Juana de América" y nos llenábamos de desprecio, ante el fácil entusiasmo criollo.

Nos juntábamos para silenciar el pasado inmediato. Demoler el centenario era una forma del júbilo; era montar el caballo de Atila.

Cuando alguien, el más amigo, se atrevía a desenfundar papeles, había matanza. El ostinato rigore se templaba calentando y enfriando de golpe, como se hace con el acero.

Por los años cuarenta, Carlos Quijano era Dios y Marcha la Profecía. Era un faro de lucidez, luz y acidez.

En esa posguerra, el país estaba rico y entero y el Banco de la República desbordado no sabía qué hacer con el exceso de divisas.

Pero a ras de la muchachada intelectual, lo elegante era la falta de fe, un sentimiento importado.

Había un impulso existencialista de "Paris después de la caída": ratones en los bolsillos y sentimiento trágico: la nada. Había le néant y el café de Flore.

Había un fin de semana sin cigarrillos en un altillo maloliente y sofocante. (Así contó Onetti que escribió de un tirón su relato fundador de la desesperanza).

En "El Pozo", el único cacho de utopía presente, daba lástima:

-"Cada día falta menos"- dice el empecinado, el marxista cuadrado, soñador de la revolución. ¡Él creía!…y su ingenuidad era para la risa.

Tardamos unos quince años en completar nuestra fórmula de época:

-Decir que no y empobrecernos lentamente, calmosamente, al compás de Francisco Canaro: "donde van los que tienen perdida la fe".

COMENTO: La mención de los quince años calza tan justo, que parece mentira, pero está escritpo. Confieso que mantener ese sesgo de época, tan acibarado, me costaba; no tenía rencor suficiente para aguantarme en la negativa; de pronto peleaba con los amigos más queridos.

Me fui de Marcha tantas veces como volví. Quijano fue paciente conmigo y le guardo agradecimiento.

Retomo la transcripción de mi nota debutante en este diario:

-"Durante ese descenso al limbo, la crítica de Quijano y sus jóvenes lúcidos mataba a los optimistas desde antes de que nacieran y convocaba a reunirse en el crematorio común: la diatriba.

Para opinar con prestigio había que percibir el abismo bajo los pies y la insignificancia de este lamentable lugar poblado de gente impotente: burros y cipayos.

Cabe preguntarse "si nuestro pesimismo actual no está convirtiéndose en algo así como una pose…" (lo dijo hace mucho y allá lejos, Fukuyama). (1)

No hay colorados, blancos, frenteamplistas, pegepistas; hay posmodernos, aburridos; es decir: en confusión.

Proponen sin ganas, reformar la Constitución, el Estado, las elecciones, los partidos, lo que sea (casi todo viene a ser lo mismo). Saben estar en contra de lo que hay, pero no saben amar lo que imaginan.

El admirable espíritu de la generación del 45, se degradó: estos nuevos uruguayos (viejos de corta edad) rechazan la situación, pero se aferran a ella. La mayor parte de la población de la República Oriental del Uruguay vive... esperando a Rodó. Según las encuestas más serias, el 37% de los jóvenes tienen como aspiración ¡llegar a ser empleado público! (2)

Fruncir la nariz sin estar enterado, burlarse antes de entender, rechazar aunque convenga, oponerse para destacarse, son ejercicios para imitadores de los imitadores del 45. Adentro no tienen alma.

Después de un partido de fútbol jugado en Escocia, un periodista deportivo nos bautizó: Urucray.

Urucray merece figurar en el Diccionario de la Real Academia Española. Es una palabra breve, pero condensa en siete letras la historia y el modo de ser y de vivir de buena parte del continente americano.

Urucray es la síntesis de Uruguay (en español) y llorar o llanto (cry en inglés) y por tanto significa:... uruguallorones". (3)

La fiera actitud crítica del 45 fue arrolladora, pero al corromperse se ablandó, se convirtió en quejumbre: filosofía de velorio: aquí no hay nada, no quiero nada, el mundo es malo: Buáaaa!....

La crítica dura del 45 sirvió para discriminar lo que servía, no para negar zonzamente, emperrados, inconsolables.

El mundo cambió y hay que entender y dominar esta realidad. Berrear es uno de los modos más imperfectos de pensar y por consiguiente acarrea pésimos resultados.

La pobreza de un país es la consecuencia de una cultura errónea: la pobreza proviene implacablemente, del subdesarrollo mental de una comunidad.

En el 45 fueron silenciados los bobos-alegres, ahora hay que rehacer a los bobos-tristes-en-contra-de-todo".

COMENTO: El desmejoramiento de la economía después de la guerra de Corea confirmó el escepticismo sin causa; eso y la invasión de los contadores, que traían en la mochila, su pequeña ciencia tenebrosa.

De golpe, la realidad se cuajó de números amenazantes.

El hecho es que la saga de tantos enojos previos y lutos prometidos, al final se hizo real.

Las desgracias anunciadas se iniciaron a mediados de los años cincuenta y se agudizaron por razones internacionales y por sin razones compatriotas.

Fuimos una mezcla de acierto y error. Y así descompusimos la bonanza.

Fue hacia 1955, que se inició el estancamiento económico y mental que habría de durar 30 años y una dictadura cruel.

Son muchos 30 años en la vida de una nación. Durante el final del siglo XX, el Uruguay quemó dos generaciones y la siguiente que no tuvo firme donde apoyarse.

Pienso, quiero pensar que los muchachos de ahora, aprendieron mucho más de lo que parece. Quiero pensar que hay reservas de cultura y que está en gestación una camada nueva, madurada en tiempos propicios, capaz de empezar a pensar y resolver mejor. Una elección es siempre un punto de partida, un pistoletazo que sacude mucha morralla y lanza en carrera a los nuevos que se echan a correr estrenando la vida.

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(1) Francis Fukuyama, "El fin de la historia y el último hombre", Barcelona, 1992, Ed. Planeta, pág. 114.

(2) Germán Rama y Carlos Filgueira, "Los jóvenes de Uruguay. Esos desconocidos", Montevideo. 1991, CEPAL.

(3) Carlos Maggi. "El Urucray y sus ondas", Montevideo, 1991, Ed. Fin de siglo.

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