La tercera posición

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Aunque Tabaré los haya desautorizado otra vez, Mujica y Astori, pero en especial este último, insisten en plantear la elección próxima en términos de aplicación de dos modelos de país. Repugna al sentido democrático que una fuerza política que no alcanzó el 50% de las voluntades pretenda imponer un modelo socialista, invasor de la libertad individual, fracasado en todo el mundo y por supuesto también en Uruguay donde, 5 años después de disponer de la suma del poder, el partido de gobierno no ha podido volver a convocar a la mayoría de los uruguayos.

Aquella postura que pretende imponer a la mitad de la gente un modelo en el que sólo cree, quizás, la otra mitad, sería también un enfoque totalitario, aún si ese 48% hubiera sido el 60%. La sociedad libre y democrática en la que hemos vivido no es así. No es la de la aplicación alternada de un modelo completamente socialista, marxista, o de otro absolutamente liberal. En particular, el énfasis de las afirmaciones intolerantes de Astori en este sentido, implican al menos la ignorancia absoluta o la irreverencia hacia lo que ha sido la tradición política del país: una tradición de coparticipación, de acuerdos, de pactos, aún luego de enfrentamientos de sangre.

Los que estamos en las antípodas de Astori, si al país lo hiciéramos de nuevo, a lo mejor no tendríamos Banco República, ni monopolios estatales, viviríamos en una economía abierta a la chilena, etc. Pero hijos al fin de una tradición de tolerancia y realismo, sabemos que no se pueden imponer ideales de máxima, sino apenas modificaciones favorables en un camino que otros seguirán, en una historia que sabemos por experiencia, que no alcanza el punto omega, justo cuando llegamos nosotros a la tierra.

Ese sentimiento intolerante de Astori y Mujica, cuando amenazan desde su minoría mayor, imponer su modelo completo, es a la vez mesiánico e ingenuo. Mesiánico, porque supone que Uruguay llegó a la culminación de la historia con el Frente Amplio; ingenuo porque supone como creía falsamente Benedetti, que el país no existió desde 1836, como llegó a afirmar.

Herederos de la coparticipación, el pacto y la representación proporcional, los partidos históricos defienden lo que se puede llamar la tercera posición, que honra casi dos siglos de ceder y recuperar, siempre en tensión, siempre en diálogo, a veces peleando mucho, pero dotados del realismo que supone que el país tendrá siempre, en cada hora, el modelo mejor dentro de lo posible, que es el que surge de concesiones, encuentros, progresos y retrocesos.

Tenemos además la humildad de saber ya por el tiempo vivido, que ni siquiera nuestro más puro modelo es probablemente el mejor, porque le falta el resultado de la tensión de los que con él confrontan.

De un lado pues la intolerancia, el camino excluyente que nos propone Astori, que implica que quienes integramos el 52% de la gente somos no ya ciudadanos que aportan a un modelo compartido, sino adversarios de quienes tienen toda la verdad. Para ellos la democracia es apenas un medio, un punto de partida para imponer su modelo. Para nosotros es un punto de llegada, no admitimos otro, aunque sabemos que allí sólo es posible llevar a la práctica la tercera posición, producto de consensos, disensos, tensiones viriles, encuentros y batallas.

De un lado también están los agravios de Mujica, aquellos que implicaron la burla hacia las creencias religiosas, o que propiciaron la exclusividad del uso de los símbolos patrios para el Frente. Patria para los frentistas, para los demás quién sabe cuál es su opinión, expresada también junto a la befa reiterada para las creencias religiosas.

Del otro lado, en el 52% restante, al igual que si fuera 70% u 80%, se encuentra el modelo de la mano tendida, del acuerdo, del pacto, que conducen a una patria mejor aunque en ella no se aplique el 100% de nuestras ideas.

Ese es el modelo de la tercera posición, probado en el país al menos desde la Paz de Abril, cuando nace la coparticipación, o aún antes, si se quiere, con el "ni vencidos ni vencedores".

En aras de intentar un clima de tolerancia y concordia entre los uruguayos, no debería prosperar la idea del proyecto Astori-Mujica, de imponer su modelo integral desde un impar mesianismo, con exclusión de opositores que no pueden ni usar símbolos patrios, ni profesar religión alguna.

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