José Mujica será el próximo Presidente de los orientales. Tal el pronunciamiento rotundo y categórico del pueblo en la última instancia electoral. A Mujica, a su compañero de fórmula, Danilo Astori y al Frente Amplio, las felicitaciones por el inobjetable triunfo obtenido y algunas reflexiones, que eran muy válidas también, para el caso de que el victorioso hubiera sido Lacalle.
La larga y extenuante campaña, ya es historia. No vamos a volver sobre eso, ni a analizar las fortalezas y debilidades exhibidas por los candidatos. Sí destacar que todos quedamos con la sensación de que tenemos un país partido en dos, que si ya había síntomas de ello antes de la lucha electoral, ésta los agravó y los elevó a un nivel que causa pavor: se perdió la referencia de que somos compatriotas, que tenemos el mismo y enorme cariño por nuestro país, y lo único que nos diferencia es que -gracias a Dios- a veces pensamos distinto o tenemos ideas diferentes; que podemos ser adversarios, pero jamás enemigos.
En el horizonte de nuestro Uruguay de hoy (30 de noviembre de 2009), no existen negros nubarrones por una crisis económica que nos haga tambalear, ni acechanzas políticas que amenacen nuestras instituciones. Pero hay algo más grave, tenemos una sociedad profundamente dividida.
No nos preocupa la dureza empleada por momentos en la campaña entre los distintos dirigentes políticos. Eso, decibeles más o menos, es parte del habitual juego electoral. Son profesionales, están curtidos, tienen relación entre ellos -muchas veces muy buena-, conocen esos "códigos" e incluso comparten el mismo lugar de trabajo (el Parlamento). Si nos inquieta como ello puede haber repercutido en el corazón de los militantes de a pie, sobre todo de los jóvenes, idealistas cruzados de sus causas políticas. De aquellos que, sin más interés que el del amor y la identificación con una divisa, se lanzaron a las calles a luchar por sus sueños y participaron estoica y entusiastamente de todas las movilizaciones; los primeros en llegar y los últimos en irse.
Este es el gran desafío del próximo gobierno de Mujica. Como Presidente de la República, como el Jefe de Estado, tendrá responsabilidad primera en la materia; pero no única. También la oposición debe colaborar para construir un Uruguay de todos y para todos, pero el paso inicial -el fundamental- debe correr por cuenta de quien el pueblo considera su Primer Ciudadano y hoy acumula una cantidad enorme y casi monopólica de poder, que le asegura la gobernabilidad sin depender de nadie.
La prioridad debe ser terminar con la polarización de la sociedad, derribar ese muro absurdo que hoy la divide y tener claro que, si bien llegó a la presidencia por clara mayoría y en ancas de un Partido, su obligación es con el país y nunca se debe manejar con aquella frase del General Luis V. Queirolo, hombre fuerte de la dictadura, para quien "a los ganadores no se les ponen condiciones". Ese es un latigazo que desgarra y marca.
Buena suerte Presidente Mujica.
"La prioridad debe ser terminar con la polarización de la sociedad, derribar el muro que hoy la divide y construir el Uruguay de todos.