R. ROSSELLO Y D. FRIEDMANN
Dicen que pueden investigar todo. Desde infidelidad o hábitos, hasta espionaje comercial e industrial. Se mueven en un universo propio, paralelo y borroso, manejándose al límite de la ley. Y sin regulación del Estado.
Cuando un detective privado sale de las sombras, enseguida advierte: "Por favor, no ponga mi nombre, no me tome fotos". El anonimato es la regla de oro, aunque hay excepciones. Y la utilización del engaño y el disfraz para encubrir su actividad. Detectives privados, espías por contrato, una profesión mucho más extendida de lo que puede creerse en Uruguay.
La oferta de este tipo de servicios es muy amplia. Desde los clásicos casos de infidelidad -que continúan siendo la principal actividad de los detectives- hasta el espionaje industrial y comercial o corporativo. A ciertos detectives se los puede encontrar en la guía telefónica y visitar en su propia oficina. Otros propondrán encontrarse en un bar o en una plaza. Contratarlos implica entrar al mundo secreto en el que viven, un primer paso por ese umbral impreciso donde nada es lo que parece, o nada parece lo que es.
Y como pasa con los espías que trabajan para los gobiernos, hablar con ellos con franqueza resulta casi imposible. Siempre habrá mucho que ocultar. De hecho, ni siquiera el propio Estado quiere hablar demasiado del asunto. La actividad de los detectives privados no está regulada.
A diferencia de las empresas de seguridad privada, que sí están registradas y deben cumplir con una extensa reglamentación, los investigadores privados navegan en aguas poco cristalinas. Ellos mismos lo reconocen y a cambio ofrecen su honestidad profesional y su pacto de confidencialidad.
En el Ministerio del Interior, en cambio, prefieren no hablar del asunto. Durante varios días El País solicitó sin éxito a la Unidad de Comunicaciones de esa cartera hablar sobre el tema con el director de la Oficina del Registro Nacional de Empresas de Seguridad Privada (Renaemse), Hugo De León. Imposible.
Pero hoy es domingo y es buen día para pasear por el mundo secreto.
LOS PIONEROS. El abuelo de Jorge Alliaume fundó la agencia Detective Jack en 1928. Primero fue policía "pero al poco tiempo se desilusionó, vio que no era lo que quería hacer, así que salió y formó la agencia", cuenta Alliaume. La firma quedó en manos del padre de Jorge Alliaume y por fin pasó a las suyas.
Cambiaron muchas cosas desde entonces. Por ejemplo la utilización de tecnología de vigilancia, como cámaras y micrófonos en miniatura o el sistema GPS. Y cambió también el tipo de casos. Por aquellos años el pionero detective gastaba suelas siguiendo maridos infieles. Los detectives de la agencia continúan haciéndolo, pero en mucha menor proporción.
Ahora son las compañías las que frecuentemente recurren a los discretos servicios de la agencia de detectives, "muchas veces porque los empresarios prefieren no denunciar un problema para no generar escándalo", dice Alliaume.
El despacho de Alliaume es lo que uno puede esperar de la oficina de un detective. La pared tras el escritorio luce literalmente tapizada de diplomas; muchos son de agencias extranjeras de investigación, de instituciones especializadas en la investigación de fraudes e incluso de cursos de inteligencia y operaciones especiales del Ejército. A diferencia de muchos de sus colegas, Alliaume suele tener un contacto regular y, podría decirse, fraternal con sus colegas oficiales, los investigadores de la Policía.
"Antes los casos de infidelidad eran prácticamente el 80% del trabajo de la agencia, ahora no supera el 45%", apunta Jorge Alliaume.
"Ahora tenemos muchos clientes empresariales, también por infidelidades, pero de empleados: hurtos internos, violación de clientela, vendedores que no respetan la exclusividad. Desde otros países, por ejemplo, nos piden investigar sociedades, por ejemplo si realmente existen los bienes patrimoniales que declaran tener o si no son más que una pantalla", explica.
El cambio en la naturaleza de los casos, cree Alliaume, obedece también a algunas modificaciones en la legislación uruguaya, por ejemplo en lo relativo a la infidelidad. "En aquél entonces (en la década de 1930) existía una ley que establecía que por adulterio la mujer perdía los derechos a los bienes gananciales, el hombre sólo los perdía si el adulterio se producía con escándalo público y eso se derogó", recuerda.
El que ahora es un veterano detective privado comenzó a trabajar desde muy joven y lo hizo junto a su padre.
"No me olvido más de mi primer caso, con mi padre", dice sonriendo. "Ahora puedo decirlo porque la empresa no existe más. Yo tenía 15 o 16 años, y mi padre recibió el encargo de investigar un hurto en una avícola, que se llamaba Ala y quedaba en la calle Gabriel Pereira. Con mi padre hicimos la vigilancia, descubrimos que era el sereno, lo seguimos hasta la casa incluso. Para mí fue toda una experiencia", recuerda.
Alliaume trabaja con un equipo estable de ocho investigadores. Hay varias mujeres. En algunos casos recurre a la contratación de agentes eventuales. "Se necesita gente de todas las edades, nosotros mismos nos encargamos de la capacitación, pero después de elegir entre gente de confianza. Como se comprenderá, nosotros no podemos poner un aviso en el diario para contratar personal, esto es muy delicado", dice el investigador.
El detective reconoce que en su campo existe mucho "informalismo". "Lo sé porque mucha gente que viene acá me lo cuenta, les han pasado cosas terribles, como contratar a un detective por un caso de infidelidad que termina informando a la otra parte", apunta.
"El problema es que en este país hay un vacío legal: el detective privado no está autorizado ni tampoco prohibido. Por ejemplo, no se lleva un registro de las agencias de detectives que existen, como se hace en Argentina o en Brasil. Nosotros estamos en regla con el BPS, con la DGI como empresa, pero el Ministerio del Interior no nos regula y debería hacerlo", se queja Alliaume.
tecnología. La agencia A.Access ofrece un servicio muy amplio y con tecnología aplicada. Se puede consultar, incluso, en su página web: www.detectives.com.uy
De todos modos, también ahí el misterio es parte: "Hay mucha tecnología aplicada en sí que preferiría mantener en reserva para no `marcarla`", dice Javier Martínez, la cara visible de la empresa (aunque no para fotografías). De todos modos, algunos equipos sí se muestran: ositos de peluches que tienen micrófonos o cámaras, cuadros que también disimulan esos implementos, equipos de comunicación, cámaras de video, grabadores y dispositivos de rastreo satelital (GPS).
Ese tipo de aparatos puede ser útil, por ejemplo, para saber por qué un niño tiene un comportamiento extraño, como llorar mucho luego de pasar todo el día con su niñera. "Lo que sucedía es que la empleada tenía relaciones sexuales con el novio y hacía participar a la criatura", cuenta el detective. El trabajo se hizo mediante equipos que permiten controlar "rápidamente" lo registrado. Funcionan con sensores de movimiento que solamente reaccionan cuando determinado elemento cambia de posición.
Casos como este ponen a prueba a los investigadores, que para revelar resultados inesperados de su trabajo recurren a especialistas. "Para eso recurrimos a un psicólogo", dice Martínez. Lo mismo hacen cuando, por ejemplo, un padre pide que sigan a su hijo adolescente y descubren que es homosexual o travesti. "Preparan a la persona lo mejor posible, haciendo un ámbito de contención", explica. Y agrega: "Siempre le decimos al cliente lo que averiguamos. Acá los resultados son siempre blanco o negro. Los grises los da el cliente".
Para ellos tener un lugar físico es fundamental para que el cliente se sienta respaldado. "Esto no es una entrevista en una plaza", enfatiza Martínez.
La mayoría de las consultas las reciben por personas que quieren probar la infidelidad de su pareja. También son frecuentes clientes que llegan en medio de procesos de divorcios o separaciones, por hábitos como alcoholismo y consumo de drogas, y por conductas de los adolescentes. En algunos casos, como hombres que al separarse mienten sobre sus ingresos, escribanos contratados por A.Access labran actas, que luego pueden ser presentadas ante la Justicia como pruebas.
El ámbito empresarial es otra de sus áreas. Robos de mercaderías en empresas, licitaciones donde propuestas de varias firmas son similares o productos falsos en plaza son algunas de las investigaciones que han encarado.
"El pensar que el investigador privado es sólo para saber si mi mujer me está engañando, mi marido tiene un amante, es limitado. Los investigadores privados nos hemos transformado en una colaboración muy importante hasta, a veces, para los gobiernos", señala.
Eso fue así en uno de los casos más sonados de los últimos años, cuando el Estado uruguayo contrató detectives privados en Estados Unidos para ubicar a Juan Peirano Basso, jefe del Grupo Velox y prófugo en ese entonces de la Justicia, según reveló en 2006 el libro La cacería del caballero de Claudio Paolillo.
- ¿Ustedes participaron en ese caso?
-Mantengo la reserva-, contesta Martínez con una pícara sonrisa. Es que si algo no descuidan los investigadores privados, es cultivar siempre el misterio.
La ley y la protección de secretos
Hay un vacío legal en torno a la investigación privada. La legislación, no obstante, prevé sanciones contra investigaciones secretas en la esfera pública y la violación de la privacidad.
Artículo 287 del Código Penal (pesquisa): "El funcionario público que, con abuso de funciones o sin las formalidades prescriptas por la ley, ordenare o ejecutare inspección o registro personal, será castigado con tres a doce meses de prisión".
El Capítulo III del Código Penal establece los "Delitos contra la inviolabilidad del secreto". Comprende los artículos 296 (violación de correspondencia escrita); 297 (interceptación de noticia, telegráfica o telefónica); 298 (revelación del secreto de la correspondencia); 300 (conocimiento fraudulento de documentos secretos); 301 (revelación de documentos secretos).
Una red muy, muy secreta y con etiqueta escocesa
"Investigamos todo lo que usted necesite y la legalidad permita", dice el eslogan. De todas las agencias de investigación privada que operan en Uruguay esta es la más secreta.
No tiene nombre. En el correo electrónico que la firma hace llegar, en apariencia, a un número limitado de personas hay tan solo una dirección de e-mail y más abajo se menciona a un estudio jurídico y notarial. Pero ese estudio no es más que una firma de asesores legales a los que la agencia echa mano si el cliente quiere llevar un asunto a los estrados judiciales. No están en guía, ni tienen oficina.
Santiago es un joven con aspecto de empleado bancario. Es quien responde al número de celular que está en el aviso. Ni siquiera ese es su nombre verdadero. Pero como es la condición para contactarlo, para todos los efectos será Santiago.
"Yo soy uno de los encargados de las entrevistas, somos cinco. Ese es el equipo de entrevistas, después está Operaciones, que son los que hacen el trabajo y no tienen contacto con el público", explica someramente Santiago. La oficina en el segundo piso de la Torre Libertad es sólo el estudio jurídico. La secretaria que atiende el teléfono ni siquiera sabe de la existencia de unos "servicios de Detective Privado".
Santiago asegura que la agencia es en realidad una red internacional que, aparentemente, tiene su sede en Escocia, Reino Unido, y opera desde 1840 bajo el más absoluto secreto. Sus clientes son bancos y corporaciones multinacionales.
"Se trabaja con algunos bancos, por ejemplo para ver si un deudor tiene bienes o no los tiene, y es mejor la reserva porque da más libertad a todo el equipo de Operaciones", resume Santiago.
El enigmático equipo que se oculta bajo el rótulo "Operaciones" es una red de agentes que la firma contrata, básicamente, entre ex agentes de los servicios de seguridad diplomáticos. En Montevideo "la red" ha reclutado agentes jubilados de varias embajadas. A veces actúan agentes del extranjero, a veces subcontratan detectives locales. "Los que hay aquí son muy buenos", dice Santiago.
De hecho, la red "investigamos todo" no tiene ningún interés en poner avisos clasificados o hacerse propaganda. "No hay interés en operar nuevos clientes, con los que hay es con los que se trabaja", explica.
El correo electrónico que llegó hasta periodistas de El País y posiblemente a cientos de usuarios de Adinet, en realidad es considerado como una "filtración", que ahora la agencia investiga dentro de su laberíntica interna. "Es un mail interno, alguien lo desparramó. No operamos así", apunta Santiago.
Para sus clientes ofrecen servicios de contrainteligencia: detectar computadoras "hackeadas", teléfonos "pinchados" o micrófonos instalados en salas de directorios. Son muy secretos y, aseguran, muy eficientes.
Cuando Santiago se despide del periodista en la puerta del diario, camina unos pasos y unos segundos después desaparece entre la gente que corre en la noche del viernes.
El caballero que se oculta para buscar la verdad
Su nombre es Ariel. Peina canas, es corpulento y viste con discreta elegancia. Ariel es un caballero. Y hace 30 años que es detective. Primero fue policía, trabajó en la Dirección de Investigaciones. "Ahí recibí el entrenamiento adecuado", dice.
Sin renegar de su pasado, el detective Ariel prefiere tomar distancia. "Hay que olvidar que uno fue policía", dice. Es que, asegura, sus antiguos colegas están acostumbrados a "proceder, reprimir y esgrimir un arma". Él, en cambio, no usa armas de fuego. Define su trabajo como "una labor meramente informativa".
Su escueto aviso en alguna página de Internet sólo da el número de celular. Suele entrevistarse con sus clientes en un bar. "El 90% del trabajo en el Uruguay es la infidelidad", dice.
Ariel no hace juicios ni sobre sus clientes, ni sobre sus investigados. "No quiere decir necesariamente que dos personas besándose sea infidelidad", explica con sabiduría. "La significación de un beso 40 años atrás no es lo mismo que ahora", dice el veterano detective.
El método de Ariel es sencillo. "Artesanal" como apunta él mismo. Se basa principalmente en la observación. Luego de evaluar si lo que le pide su cliente potencial es legítimo, acepta el caso. Pide el 50% de su tarifa por adelantado, la otra mitad cuando entrega el informe final.
Los costos, un tema espinoso para cualquier detective privado, varían. Pero ninguna investigación cuesta menos de unos 500 dólares.
Ariel se define como un idealista. "La investigación privada es la búsqueda de la verdad en la conducta humana", dice y cuando lo dice resulta creíble. Y es enemigo de los mitos. Derriba el del detective rudo en apuros. Si hay problemas "hay que tener buenas piernas, correr desesperadamente, si se tiene auto, acelerar".
Todo el arsenal del espía
Escucha y filmación
aparatos camuflados
Un inocente osito de peluche, un cuadro, un jarrón pueden ocultar cámaras que graban imagen y sonido. Se pueden monitorear a través de un celular mediante un sofisticado software utilizado por los detectives.
Rastreo satelital
El sistema gps
Se utiliza frecuentemente para el rastreo de vehículos. Mediante un chip colocado en alguna parte del vehículo se lo puede localizar a través de un mapa georreferenciado en una computadora del tamaño de un celular.
Equipos portátiles
Micrófonos, binoculares
Pequeños micrófonos direccionales, ocultos en relojes o en prendas, binoculares para visión nocturna, microcámaras instaladas en anteojos, son algunos de los elementos de la parafernalia moderna de los detectives.
Optan por investigar a la propia empresa
Sin tanto misterio como el que ostentan los detectives privados, pero tampoco realizando alarde de ello, empresas de consultoría en Uruguay brindan servicios de investigación comercial sobre otras compañías.
El hecho de que una firma que planea instalarse quiera saber cuáles son sus competidores, qué es lo que ofrecen y cómo se manejan es un tipo de investigación que se realiza habitualmente en el país.
Para ello se puede recurrir a técnicas más o menos sofisticadas: desde enviar a una persona a pedir precios como cliente hasta inventarse una firma ficticia, hacerse pasar por eventual futuro proveedor y sacar la máxima información posible.
También es frecuente que una firma decida "autoinvestigarse" para, por ejemplo, evaluar la calidad de determinados servicios o la atención brindada por el personal. Para ello, como los detectives privados, utilizan personas que actúan y se hacen pasar por clientes. Los aspectos que se evalúan con esta técnica, conocida como mystery shopping, son de lo más diversos: desde la atención de una recepcionista hasta el estado de las uñas de una peluquera o cómo se desempeña un pistero de una estación de servicio.
Las cifras
500 dólares es la tarifa mínima que puede cobrar un detective privado en Uruguay. Se agregan gastos y se paga 50% de adelanto.
150 dólares es lo que cuesta saber si una línea telefónica está intervenida o es escuchada. Se cobra por cada línea examinada.