MATÍAS CASTRO
Marcelo Tinelli ha vuelto a lograrlo. Las alternativas de la vida privada vuelven a estar en boca de todos gracias a lo que se ve en su programa. En un año en que las vedettes que bailan y cantan desaparecen de Showmatch, provocando un vacío consecuente a nivel del chusmerío que las acompaña, los comentarios sobre lo que hicieron o dijeron los personajes que intervienen allí son el pan nuestro de cada día. Pero hay una diferencia. Estos personajes son, justamente, figuras ficticias y no personas.
Tinelli ha vuelto a poner en el tapete la vida privada, pero de figuras ficticias. Todo esto es gracias a Gran cuñado, el sketch que incorporó este año y en el que arma un Gran hermano teatral con dobles que imitan a algunos políticos argentinos.
"Si fuera político me reiría con Gran cuñado", dijo Mirtha Legrand. "Lo primero que le molesta a un gobierno autoritario es el humor". "El ataque frontal, directo, de un opositor es más fácil de contestar que la sutileza de la ironía", dijo el diputado argentino Esteban Bullrich, como respuesta al enojo explícito con este programa del oficialista Aníbal Fernández.
Gran cuñado ha sido el tema político de la última semana, y promete continuar así. Hay quienes dicen que el éxito que ha tenido la imitación de la presidenta Cristina Fernández puede incidir fuertemente en la campaña electoral del oficialismo. El tema de la relación entre televisión (en su parte de entretenimiento popular) y la política, vuelve a estar presente. Hace poco tiempo se hablaba del temor en el gobierno argentino ante la influencia de Susana Giménez, a raíz de todo lo que logró con sus excesivos dichos sobre la violencia en la ciudad. Ahora es Tinelli quien está en la mira por voluntad propia. Es una cuestión de olfato y de conocer a la televisión y sus efectos.