GUILLERMO ZAPIOLA
Es una pequeña e inteligente película que parece pensada, casi deliberadamente, para el mercado de DVD. Se encuentra ya en los videoclubes "Desayuno con perros", comedia negra que marca el debut en la dirección del actor David Hewlett.
El nombre del británico Hew-lett acaso diga poco a un público estrictamente cinematográfico, es decir aquel para quien el cine es solamente lo que se ve en la pantalla grande. Es, en cambio, una presencia habitual en la televisión, especialmente con su encarnación del personaje de Rodney McKay en series de ciencia ficción como Stargate SG-1 y Stargate Atlantis.
Como muchos actores de televisión que pasan a desempeñar otras tareas, Hewlett ha intentado romper con su imagen de McKay en este debut directoral que también protagoniza y que ha escrito en colaboración con Jane Loughman a partir de una obra teatral propia.
Se trata de una típica producción independiente, rodada con un bajo presupuesto y filmada originalmente en HD, un dato que mejora su disfrute en una pantalla pequeña. Y es también, fundamentalmente, una comedia, con puntas de humor muy negro (alguien ha pensado en Arsénico y encaje antiguo) y una vuelta de tuerca final que puede tomar de sorpresa al espectador.
El protagonista, encarnado por el propio Hewlett, es un sujeto realmente muy particular, una suerte de antisocial que vive en la aislada casa de sus difuntos padres en medio de la nada (o mejor dicho, en algún ignoto rincón del estado de Washington, aunque la película fue rodada realmente en Vancouver), se niega a trabajar y no se da con nadie, excepto su perro y su hermana (interpretada por su hermana en la vida real Kate Hewlett), maquilladora de televisión que se aparece en determinado momento con su novio (Paul McGillion), actor de un programa sospechosamente parecido a Stargate, y sus varios derivados.
A partir de ahí se desarrollan unos cuantos acontecimientos extraños que no conviene detallas en una nota de estas características, pero puede adelantarse que el celoso protagonista pretende desembarazarse del novio en cuestión, lleva a cabo varios intentos de asesinato que no funcionan (y más bien lo perjudican a él), y que a cierta altura se produce una muerte que cambia totalmente las reglas del juego.
El resultado está inteligentemente escrito, bien actuado, filmado con pulcritud, y puede incluirse sin esfuerzo en esa categoría de cine que persigue la sonrisa antes que la carcajada del espectador (no hay que olvidar que Hewlett, aunque ha trabajado mucho en los Estados Unidos y coproducido esta película con Canadá, no deja de ser británico). Casi siempre lo logra, algo que no siempre puede decirse de muchas comedias con más pretensiones.