PARÍS | NEWSWEEK
Al escuchar a la extrema derecha de Europa resulta fácil llegar a la conclusión de que el continente está destinado a otro enconado conflicto con un adversario de varios siglos.
"La primera invasión islamista de Europa fue frenada en la batalla de Poitiers, en el año 732. La segunda fue contenida en las puertas de Viena, en 1863. Ahora, tenemos que frenar una invasión invisible", argumenta Geert Wilders, líder del Partido de la Libertad, de Holanda, quien sostiene que la doctrina islamista alienta el terrorismo. Son conceptos para la agitación. Pero, por debajo de las polémicas declaraciones de Wilders, hay un argumento que es compartido por muchos pensadores del centro que se inclinan a la derecha a ambos lados del océano Atlántico.
Europa, su voluntad minada por el secularismo y la tolerancia que permite todo, ha admitido inmigración masiva durante décadas sin hacer un desafío serio. Demasiado débiles para defender sus propios valores, los gobiernos han estado prontos para apaciguar a la opinión musulmana y pueden esperar lo peor. El argumento ha ganado terreno durante algún tiempo -alimentado por proyecciones alarmistas y altamente especulativas - de que la inmigración y las altas tasas de natalidad podrían significar que los musulmanes serán el 40% de la población europea, en 2025.
Advertencias similares fueron hechas en público por el diplomático estadounidense Timothy Savage, quien sostuvo que los pronósticos de una mayoría musulmana en Europa Occidental a mediados de siglo, "pueden no estar muy desacertados" si continúan las tendencias actuales, lo que incrementaría el riesgo de un conflicto.
Estas advertencias suenan igual que el temor público de que Europa ya se ha convertido en una incubadora del terrorismo mundial. Después de todo, los agresores del 11-S se complotaron en Alemania, y terroristas formados en Europa estuvieron involucrados en los ataques en Madrid y Londres. Crece la preocupación porque una población inmigrante en aumento y resistente a la asimilación o la integración, arrebatará los empleos y pondrá al límite a los servicios públicos.
El año pasado, una encuesta del instituto Pew reveló que la mitad de los que respondieron en España y Alemania tenían opiniones negativas de los musulmanes. En España, la cifra ha subido 15 puntos, desde 2004. En las elecciones al Parlamento Europeo, realizadas en junio, el partido de Wilder logró el 17% del voto nacional en Holanda. El Partido Nacional británico, contrario a la inmigración, que advirtió de la "progresiva islamización" de la sociedad británica ya conquistó sus primeras dos bancas en el Parlamento. En Austria, el Partido de la Libertad, de derecha, casi duplicó su participación en la votación, al alcanzar el 13%.
Alertas ante el sentimiento popular, los gobiernos europeos, que ahora son en su casi totalidad de centro-derecha, han estado cerrando puertas a la nueva inmigración de países musulmanes y de otras partes, así como han reforzado el mensaje de que Turquía musulmana no es bienvenida en la Unión Europea. En Italia entró en vigor, el miércoles, una ley que introduce el delito de inmigración clandestina, extiende a 180 días el periodo de detención de los indocumentados, restringe derechos sociales y civiles y llevará a la cárcel a los propietarios de viviendas que alquilen inmuebles a inmigrantes sin documentos. El mes pasado, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, declaró la burka como un elemento de sometimiento que "no será bienvenido en el territorio de la República Francesa".
Pero, todo eso oscurece un simple hecho: el ascenso de una Eurabia es predicado sobre la base de pruebas limitadas o dudosas. Un estudio de 2004, del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos, que es citado con frecuencia, delinea una serie de posibles escenarios. El más agresivo es que el número de musulmanes en Europa podría incrementarse de alrededor de 20 millones en la actualidad -alrededor del 5% de la población- a 38 millones en 2025. Pero, esa proyección es especulación basada en más especulación.
Hacer una estimación razonable sobre el porcentaje de musulmanes que vive ahora en Europa, y hacer proyecciones sobre el futuro, es una tarea casi imposible. Se desconoce el número de inmigrantes ilegales y como señal de la sensibilidad del tema, muchos países, incluyendo a Francia y Alemania, ni siquiera recogen datos para el Censo sobre la religión de los residentes legales. Es cierto que la minoría musulmana está destinada a un crecimiento sostenido en Europa, especialmente debido al perfil juvenil de los actuales inmigrantes.
Por sobre todo, el mito de Eurabia implica la existencia de un Islam unido, un bloque capaz de acciones colectivas potencialmente peligrosas. La verdad es que no existen movimientos políticos musulmanes poderosos en Europa y las divisiones que separan a los musulmanes alrededor del mundo, la más obvia entre sunitas y chiítas, también aparecen en Europa, que tiene marcadas diferencias entre fronteras nacionales.
Cambios en la actitud musulmana
Una reciente encuesta de Gallup indicó que más del 30% de los musulmanes franceses está dispuesto a aceptar la homosexualidad, en comparación con cero en Gran Bretaña. Casi la mitad de los musulmanes franceses cree que las relaciones sexuales entre parejas que no se han casado son moralmente aceptables, en comparación con el 27% de los musulmanes alemanes. El fanatismo violento es solo para una minoría minúscula: las encuestas ratifican con reiteración que los musulmanes rechazan el terrorismo. "La mayoría de los musulmanes en Francia se ha desacoplado de su religión", sostiene Ali Allawi, ex Ministro de Defensa de Irak.