ALEXANDER LALUZ
Con perfil bajo, expresividad contenida, rigor técnico, Marco Sartor provocó el sábado la ovación y el aplauso cerrado con su versión del "Concierto de Aranjuez". Fue su debut con la Ossodre, y uno de los puntos altos de un buen concierto.
Su nombre quizás no suene demasiado para esa entelequia llamada "gran público". Aún así, quienes llegaron hasta el Auditorio Nelly Goitiño el pasado sábado no disimulaban su expectativa por escuchar a este joven guitarrista uruguayo.
Algunos, tal vez sin haberlo escuchado antes, respondieron a la clásica frase convocante: "joven guitarrista uruguayo que llega del exterior". Otros, entre los que se contaban los amigos, compañeros de estudios, colegas guitarristas, familiares, tenían otros argumentos para sostener sus expectativas.
Sartor no quedó atrapado entre esos "unos y otros". Tomó como punto de partida y llegada a la música, e hizo del tan revisitado concierto de Joaquín Rodrigo un elogio a la expresividad. Se alejó de los clisés de otras versiones y fue por un camino que profundizó en las raíces afectivas, en la tensión, la lírica casi desgarrante, los contrastes entre luces y sombras que habitan en esta obra.
Y para todos la apuesta musical terminó siendo una suma de hallazgos. Un Rodrigo diferente, intenso. Un joven guitarrista que, en su debut con la Ossodre, demostró que los méritos de su currículo tienen un fluido, virtuoso correlato con la siempre apetecida evidencia musical. Y la orquesta disfrutando de un ensamble puntilloso, inteligente, guiado por la batuta precisa del chileno Víctor Hugo Toro.
Sartor realizó la primera etapa de su formación guitarrística aquí, en Montevideo, con docentes como Roberto Ravera, Mario Paysée y Eduardo Fernández. También aquí fueron sus primeras experiencias como concertista, que ya lo presentaban como un intérprete al que había que prestarle atención.
Como él recuerda, en la última etapa de su carrera en la Escuela Universitaria de Música, hacia fines de los años noventa, "el pianista uruguayo Enrique Graf, que está en Charleston, Carolina del Sur, me pone en contacto con Marc Regnier, el profesor de guitarra en la universidad de esa ciudad. Le mando unas cintas y después nos conocemos personalmente y me ofrecen una beca para ir a estudiar allí".
Así, en 2001 viaja hacia los Estados Unidos donde completa su formación académica, tanto en el College of Charleston con Regnier, como en la universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh. Y en la actualidad, luego de haber obtenido la radicación, se afirma en el campo docente y apuesta a intensificar su labor como intérprete.
EN CARRERA. Afincarse y asumir los desafíos de una carrera tan competitiva fuera del país, no siempre da los resultados que se esperan. Para lograrlo juegan a partes iguales los lazos afectivos y los contactos profesionales.
En esto, Sartor es conciente y muy claro a la hora de explicarlo. "Con Marc (Regnier) siempre me llevé bien. Es un excelente docente, músico, y me ha ayudado mucho. Eso fue un incentivo más para quedarme, y me abrió la posibilidad de ir a concursos, festivales, y establecer contactos para seguir tocando allá. En realidad mi primera idea era ir a estudiar allá un semestre, un año, y después volver. Pero una cosa fue desembocando en la otra, y finalmente opté por quedarme".
Pero también es claro en reconocer las diferencias con nuestro país, los elementos negativos y los positivos. "El mercado allá hay que buscarlo, pelearlo y es muy competitivo. No es fácil. Yo estuve en Pittsburgh haciendo la maestría y ahí también se me abrieron puertas, y me podía haber quedado estudiando allí". No obstante optó por volver a Charleston, "porque tenía más alumnos o posibilidades de enseñar, a pesar de que es un lugar más chico".
En estas idas y venidas, Sartor siente que ha "tenido la oportunidad de elegir lo que quería hacer. Y también me siento con suerte de que he podido volver una vez al año a Uruguay, aunque no siempre para tocar. Eso me ha permitido volver una vez por año a Uruguay y estar en contacto con lo que ocurre aquí. Eso es algo que no lo quiero perder".
DISCO DEBUT. Tras varios concursos ganados y múltiples conciertos como solista, con conjuntos de cámara y orquestas sinfónicas, Sartor enfrenta como desafío el lanzamiento del primer disco. Esta oportunidad le llegó tras haber ganado la última edición del Joann Falletta International Guitar Concerto Competition. Los premios fueron una guitarra, conciertos con la prestigiosa Filarmónica de Buffalo, reciente ganadora de un Grammy, y la orquesta de Virginia, y este disco que editará con el sello Fleur de Son en mayo del próximo año.
"Estuve grabando hace dos, tres semanas allá, y ahora me traje las tomas a Uruguay para editarlas con un técnico amigo muy bueno. Además siempre es mejor editar uno, elegir las tomas. Y después lo llevaré para allá, donde se hará la masterización". El repertorio registrado "es variado, como si fuera un recital. Toqué desde Dowland, pasando por Scarlatti, Ponce hasta obras contemporáneas de Tom Eastwood, compositor inglés, otra de Abel Fleury, y una pieza de un joven compositor serbio, Nikola Starcevic, que fue uno de los requerimientos de este concurso que gané el año pasado".
Los caminos llevan a Nueva York
Una vez culminados sus estudios universitarios, Marco Sartor repartió su tiempo entre la labor docente y la proyección de su carrera como concertista.
"Por el momento estoy en Charleston, enseñando en una academia, sobre todo a niños, tengo algunos alumnos privados también. Eso digamos que es lo regular". Esta actividad la viene desarrollando desde hace seis años y siente que "la extrañaría si no lo hiciera".
Paralelamente "estoy tratando también de conseguir más conciertos, tocar, viajar, y el ideal para el futuro es poder combinar las dos cosas. Enseñar y tener la flexibilidad de viajar y dar conciertos".
Tras el excelente concierto que brindó el pasado sábado junto a la Ossodre, sus planes son volver a los Estados Unidos para retomar la actividad académica. "Empiezo en la academia a enseñar hacia fines de agosto, y eso será todos los días de lunes a sábados".
En octubre, le espera una segunda fase en un proyecto de grabación junto a Marc Regnier, en la ciudad de San Francisco. Y después su próximo destino será Nueva York. Allí "tendrá unas audiciones para conseguir manager, eso también es un gran tema. Vamos a ver si funciona". Un proyecto que le abriría un nuevo horizonte de posibilidades en materia de actuaciones. Para ello "uno suele mandar una grabación y si a estas empresas de representación les interesa "te piden que vayas a audicionar. Y ellos seleccionan los instrumentistas que quieren". A lo que agregó: "la empresa para la que voy a tocar es muy grande, se llama Concert Artist Guild". Luego quedará la etapa en que "se firma un contrato donde se establecen porcentajes. Eso es muy variable". Y también varían los contactos: "Hay algunos que se concentran en festivales, otros en conciertos con orquesta. En fin, las posibilidades son muchas".
Nuevos paisajes sinfónicos
El debut de Sartor con la Ossodre estuvo enmarcado por una performance más que destacable de este orquesta. Desde la apertura, con el poema sinfónico "Campo" de Eduardo Fabini, el director chileno Víctor Hugo Toro demostró que tenía muy claro cuáles eran sus objetivos musicales y los medios para lograrlo. El emblemático título fabiniano brilló a través de un enfoque aireado, preciso, y con un ensamble muy expresivo. Esta concentración interpretativa también se reflejó en el "Concierto de Aranjuez", y luego en los "Nocturnos" de Claude Debussy. Estos últimos se destacaron por el cuidadoso tratamiento de las atmósferas, texturas, cambios tímbricos, sobre todo en los dos primeros ("Nubes" y "Fiestas"). En el último, "Sirenas", las voces femeninas del coro del Sodre opacaron el resultado, ya que demostraban, pese a la buena dirección de Toro, no haber entendido el sentido de una obra tan alejada de lo operístico.