Lo que quedó de Eunice Castro

MIGUEL CARBAJAL

Ambientada unas décadas después hubiera sido imposible de filmar. Para tapar la boca de un túnel en una celda, hecho a través del paso de los años, en Sueño de libertad se utilizan tres pósters emblemáticos: el de Rita Hayworth en Gilda; el de Marilyn Monroe en La picazón del séptimo año; y el de Raquel Welch en una de sus olvidables películas. A Hayworth la eligen por la escena en que se alborota el pelo en Gilda. Exhiben el mito en un cine de la cárcel y los presidiarios se afiebran cuando se pasa la escena en que Rita agita su incandescente cabellera. Lo que se trasmite es una emoción real. Es un acto de sensualidad capilar.

No tiene sentido advertir por donde pasa el erotismo de Marilyn en el episodio en que está parada encima de las rejillas del subte en la 42 y el viento que produce el metro al pasar le vuela la pollera. Hay pocos momentos tan calientes como ese, en el cine.

Lo que se recuerda de Welch en un film de tema prehistórico es sólo la fuerza de su silueta. No hizo cine realmente, no fue una estrella; pero pocas como ella han dejado un registro tan nítido en el imaginario colectivo. Nacida de la cirugía plástica, célebre por la publicidad, Raquel Welch es sólo un póster. Pero se acabaron los pósters después de ellas. De los Cincuenta para adelante, muertas Marilyn y sus sucesoras, desaparecidas las bellezas italianas que traían a Sofía Loren a la cola, avejentada Brigitte Bardot, ¿qué estrella del espectáculo merece realmente un registro visual?

La última en ganarse ese homenaje fue Julia Roberts en Mujer bonita. No serán sus piernas verdaderas pero la adrenalina que desata su silueta en las calles, loteadas por prostitutas de Los Angeles, fue un hecho real, no sólo un invento de marketing.

Después de ella no aparecieron cebos apropiados para la libido. Todo el mundo habla de Angelina Jolie como la sucesora de las grandes divas. Lo que se le envidia, en realidad, es su convivencia con Brad Pitt. Es el Brad Pitt de Thelma & Louise el que los espectadores recuerdan. ¿Y cuál recuerdo de Jolie eligen? Ninguno: no ha filmado ni una sola película destacable, no la han fotografiado en una pose provocadora. Un par de labios peligrosamente cercanos al colágeno no alcanza. Y fuera de ella, ¿quién?

Ya no existen carreras plagadas de éxitos, ni anatomías para el deleite. Penélope Cruz es lo más cercano que existe a una fotogenia. Scarlett Johansson posee varios atributos de interés, pero le falta estatura. Sólo Terry Moore era capaz de remover los resortes del morbo desde los 1,50. Estaba rociada de pimienta y rellenaba como nadie los buzos en la época anterior a la silicona. En Argentina la única actriz que merece un póster es Antonio Gasalla. ¿Y la flamante producción de chicas uruguayas exportables? Las inventó Rial y las mantiene durante un lapso Tinelli. Son puro bulto. Eunice Castro es una buena muchacha, pero los primeros planos no le hacen justicia. Fulano Rama le arruinó la vida a hermosa modelo.

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