Luciano Álvarez
Gustavo Durán (1906-1969) tuvo una vida novelesca, en el sentido más literal del término, incluso si eludimos como prueba las 861 páginas de la novela biográfica que le dedicó Horacio Vázquez Rial, "El soldado de porcelana (1997).
Su debut como personaje no pudo ser mejor. Es el Manuel García, protagonista de "La esperanza" (1937), la novela de André Malraux, situada en la guerra civil española.
Es un comunista pragmático, un hombre de acción, que cree en la Unión soviética, tanto como descree de los romanticismos revolucionarios de Magnin, un aviador francés al servicio de la República o del anarquista "Negus", con quienes discute largamente.
Gustavo Durán/Manuel no es un militar profesional, aunque llegó a serlo a fuerza de leer a Clausewitz y las revistas técnicas francesas, sin olvidar el reglamento de la infantería española. Es un convencido de la guerra como un acto profesional: "Me intereso menos en las razones por las cuales los hombres se hacen matar que por los medios que tienen para matar a sus enemigos".
Gerda Taro y probablemente Robert Capa, la mítica pareja de fotógrafos lo retrataron con su uniforme de oficial. Años más tarde, Juan Domingo Perón y Joseph McCarthy usarían sus fotos para denunciarlo.
Ernest Hemingway lo incluyó con su verdadero nombre en "Por quien doblan las campanas" (1940). Su retrato coincide con el de Malraux y lo coloca junto a las grandes figuras comunistas del ejército republicano: "Modesto, el Campesino, Lister y Durán son de confianza". Más que de confianza, son magníficos."
En otra parte dice: "Piensa simplemente en Durán que no había recibido nunca instrucción militar, que era un compositor, un niño bonito antes del Movimiento y ahora es un general de brigada rematadamente bueno. Para Durán ha sido todo tan sencillo y fácil de aprender como el ajedrez para un niño prodigio."
Músico, niño prodigio, ese había sido Gustavo Durán en su primera vida. A los 17 años como alumno del Real Conservatorio de Madrid, se instaló en la célebre Residencia de Estudiantes y se hizo amigo de Salvador Dalí, Luis Buñuel y Federico García Lorca, a quien dedicó su primera obra musical, "El corazón de Hafiz". Luego estudió en París con Paul Dukas y Paul Le Fleur.
En 1927, Antonia Mercé, la Argentina, célebre danzarina y coreógrafa, musa de la vanguardia musical española, le estrenó su ballet "El fandango de candil". Sorpresivamente, en 1933 dio por terminada su carrera musical, aunque seguiría componiendo privadamente.
Recientemente se ha recuperado parte de su obra, de apreciable calidad. Trabajó durante un tiempo en traducciones y doblajes para el cine, junto a su amigo Luis Buñuel hasta que, en 1934 regresó a Madrid para iniciar su segunda vida.
En la guerra civil ascendió de miliciano a jefe de división, participó de las principales batallas y durante un tiempo dirigió el Servicio de Investigación Militar de Madrid, apoyado por el jefe de la inteligencia soviética.
El final de la guerra lo encontró en Valencia, al mando del XX Cuerpo de Ejército.
Malraux había puesto estas palabras en boca de Manuel/Gustavo Durán: "la guerra se descubre una sola vez, pero descubrimos varias veces la vida".
Un destructor de la marina inglesa lo llevó hasta Londres a principios de abril de 1939, para comenzar, con sólo 33 años, su tercera vida, donde luciría sus dotes de hombre de mundo: "Rubio, de bellos ojos azules, elegante hasta la afectación, seductor, expresándose en inglés, francés, italiano y alemán, con talento musical, una memoria prodigiosa y unas relaciones personales de primer nivel social, Durán debía de ser una tentación para cualquier servicio de inteligencia." Dice Horacio Vázquez Rial.
Apenas siete meses más tarde se casó con Bonté Crompton, una norteamericana a quien acababa de conocer.
Quizás no sea irrelevante este dato: su cuñada, Belinda Crompton, era esposa de Michael Straight (1916-2004), un millonario americano formado en Oxford que en 1983 confesaría en sus memorias (After long silence), su relación con el círculo de Cambridge, el grupo de aristócratas que espiaron para la Unión Soviética durante cuarenta años.
Los Crompton y los Straight vincularon a Gustavo Durán con los círculos sociales y culturales de New York y le consiguieron un trabajo en Museo de Arte Moderno, donde se reencontró con su viejo amigo Luis Buñuel, que trabajaba en la filmoteca.
Al poco tiempo el cineasta aragonés escribió una carta cuyo ambiguo significado habrá de intuirse enseguida. Buñuel confiesa que está deprimido, no encuentra oportunidades de dirigir películas y no quiere convertirse en "un Durán cualquiera".
El 12 de noviembre de 1942 Durán desembarcó en La Habana y se encontró con su viejo amigo Hemingway. Se había convertido en ciudadano norteamericano y llegaba para colaborar con Hemingway y el embajador Spruille Braden en labores e inteligencia contra agentes nazis, fascistas y falangistas en la isla.
Unido al impetuoso Braden, Gustavo Durán desembarcará en la Argentina, en 1945 donde se encontró con viejos amigos como Rafael Alberti y María Teresa León, quienes le introdujeron al mundo cultural porteño, entre ellos a la inevitable Victoria Ocampo, a quien, según una carta de la propia escritora a Roger Callois, trató de convencer, inútilmente, de las virtudes del comunismo.
Pero su misión no era precisamente cultural; se trataba de evitar el ascenso de Perón al poder. La historia es conocida, su fracaso también.
Durán redactó el libro Azul, denunciando los vínculos nazis de Perón y otros militares argentinos. Este le respondió con la famosa consigna "¡O Braden o Perón!" y con la publicación del Libro Azul y Blanco donde afirma: "El partido Comunista ha pactado con el imperialismo yanqui, por intervención del Sr. Braden, ante quien el Sr. Gustavo Durán, su agregado civil en la Embajada de los Estados Unidos y secretario privado antes, durante y después de esa época, ha intercedido más de una vez.
La participación del Sr. Durán en la alianza entre el Partido Comunista de la Argentina y el imperialismo yanqui no puede ser objeto de grandes dudas." En el libro se incluye la foto de Durán en uniforme militar.
Probablemente haya sido esa misma foto la que mostró el senador Joseph McCarthy, el 9 de febrero de 1950, cuando leyó la lista de 57 supuestos comunistas que trabajaban para el Departamento de Estado.
Aunque fue absuelto de sucesivas investigaciones, Gustavo Durán ya había iniciado su cuarta y última vida: desde 1946 y durante 23 años trabajó para las Naciones Unidas.
Era embajador del organismo internacional en Grecia, cuando murió, el 26 de marzo de 1969. "The New York Times" le dedicó media contratapa bajo el título: "Murió el amigo de Hemingway". Muy poco para quien había vivido cuatro vidas: músico e intelectual, agente comunista, agente norteamericano y burócrata internacional. Vale la pena preguntarse si estas cuatro vidas fueron sucesivas o simultáneas.