Otro que bien baila

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Cuando Nicolas Sarkozy debió elegir al sustituto del Ministro de Cultura con quien había iniciado su gestión gubernamental, pensó en Fréderic Mitterrand para ocupar esa cartera. Recordó haber leído en 2005 un libro suyo -"La mala vida"- que lo dejó impactado.

Era una suerte de autobiografía, donde el escritor describía acciones perversas practicadas en el juego del sexo, en animados y gozosos partidos con alargue y penales.

A don Nico no le pareció objetable la conducta privada del sujeto; por el contrario, halló elogiable la honestidad con que reconocía su vocación por los desvíos en el tránsito sexual, y no para prevenir choques sino para provocarlos; en esta dirección, confesaba que su tremenda colisión con un efebo asiático fue altamente gratificante, y bien merecía los párrafos que le dedicaba en su libro -gran éxito literario y comercial, por otra parte- donde repasa detalladamente sus experiencias en turismo sexual, delicada definición que intenta santificar todas las acciones que, al amparo de Judas, puedan cometerse mientras se viaja en solitario.

En verdad, lo que le importaba a Sarkozy era la dimensión intelectual de su candidato a desempeñar el Ministerio de Cultura, y como tal designó a mediados de año a Fréderic Mitterrand.

Semanas atrás, se reactualizó el delito sexual protagonizado por Roman Polanski, y el sobrino de Francois Mitterrand no tuvo mejor idea que la de hacer pública su posición favorable al ex director cinematográfico. Allí saltó cual fiera agazapada, la hija de Jean Marie Le Pen (tristemente histórico) que como vicepresidenta del Frente Nacional (de extrema derecha) pidió a voz en cuello la renuncia de don Fréderic. Eso, y reflotarse el librito de "La mala vida" para cargar contra su autor, se constituyeron en hechos simultáneos.

En asuntos de esta índole, la opinión popular francesa hace largo rato que se curó de espanto. Está acostumbrada a los hombres de gobierno con esposa en París y una amante en cada provincia. Da por el pito, lo que el pito vale.

Y no va más. Si acaso, algún ciudadano que no tenga otra cosa que hacer plantee la pregunta que, al ser respondida por fuente autorizada, aclare este caso. Por lo que se sabe en tal sentido, el Alcalde parisino -M. Bertrand Delanoe- (otro de los entusiastas asistentes a los festivales de "La pandereta perforada") salió en defensa de Fréderic Mitterrand sin explicar demasiado por qué.

Y la Ministra de Justicia -Michelle Alliot Marie- calificó de muy emocionante el testimonio de Mitterrand en la televisión gala, al mostrarse muy preocupado por el impacto que el episodio podía producir en su familia.

No faltará alguien, a su lado, que se le acerque para consolarlo con las palabras de orden en situaciones como ésta: "No te amargues, Fréderic: ocurre en los mejores familias".

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