SEBASTIÁN AUYANET
La Intendencia Municipal de Montevideo presentó a la rambla Naciones Unidas para ser designada Patrimonio Histórico Mundial por la Unesco. Su historia y el hecho de ser el lugar preferido de los uruguayos son los dos argumentos claves.
La tradicional contemplación del mar, el rito del mate, la flora, el valor histórico recuperado y -más que nada- la "democrática" afluencia de montevideanos a lo largo de la rambla Naciones Unidas desde el barrio Sur a Carrasco, son algunas de las variables que impulsaron la candidatura de ese espacio público capitalino como Patrimonio Mundial, presentada en febrero pasado.
"¿Qué hecho identifica más a los uruguayos que la propia rambla?", se pregunta el arquitecto Nelson Inda, miembro honorario de la Comisión de Patrimonio de la Nación. "Es todo un fenómeno ver como la ciudad a partir de un momento se vuelca hacia ella, la coloniza y crece a partir de ella". En la Comisión surgió la intención y el pedido para que la Intendencia Municipal de Montevideo preparara una nueva candidatura para elevar a la Unesco.
La solicitud formal, elaborado a través de la Intendencia Municipal de Montevideo por el arquitecto Francisco Bonilla, resume los valores a tener en cuenta: "Se trata de una monumental construcción colectiva que da cuenta de distintos períodos de la sociedad montevideana. En este sentido, atestigua su proceso de construcción de fuerte intercambio de valores e ideas, constituyéndose en la más destacada pieza urbana testimonial de la ciudad de Montevideo".
Este es, para Bonilla, apenas uno de los criterios que cumple la rambla Naciones Unidas para ser pasible de adquirir esa categoría, que ya tiene Colonia del Sacramento desde 1995.
En la lista tentativa o indicativa dentro de la que el organismo puede elegir candidatos a ser Patrimonio Histórico Mundial se encuentra además el sitio de arte rupestre de Chamangá y el paisaje industrial del Frigorífico Anglo, en Fray Bentos. También están las obras de Eladio Dieste, el casco histórico y paisaje ferroviario del barrio Peñarol y la arquitectura moderna del siglo XX de la capital.
El arquitecto Bonilla menciona no menos de 10 características que vuelven a la rambla significativa, pero quizá esa especie de sinécdoque que se da con esos 22 kilómetros de costa sea una de las más importantes. "Hay otras ramblas en la ciudad, como por ejemplo la del Cerro. Sin embargo, todos los uruguayos saben a dónde uno va exactamente cuando alguien le dice que va a la rambla. `La` rambla es esta y no otra", explica a El País.
"EL BALCÓN DE PEPE". La historia de este tramo de 22 kilómetros de cinta de calzada tiene una fecha clave: el 30 de diciembre de 1935. Ese fue el momento en que se inauguró la rambla Sur, una obra de granito rosado de proporciones inusitadas impulsada por José Luis Batlle -no por nada se la llamaba "el balcón de Pepe"- y creada con el higienismo como filosofía.
Ese concepto viene a cuento de que hace 80 años, la rambla era lo que se conocía como "el bajo". Así se denominaba a esa ubicación de zonas inundables, prostíbulos, bolsones de pobreza y cementerios como el del Buceo, que aún hoy dan testimonio de lo distinta que era la zona en esos años. Cerca del mar también había cárceles como la de Punta Carretas y hasta el hospital de tuberculosos, explica Inda. Y añade: "Antes, cuando se vendía un apartamento cerca de la rambla no te mencionaban la vista al mar. En su lugar te decían `acompañados por el vuelo del águila`, aunque águilas no existían allí".
Es el mundo el que descubre a la costa y Montevideo el que se da cuenta de lo que tiene. Entonces, entre la tendencia de la época, la creencia de que tomar baños de mar funcionaba como medicamento, los consejos de Coco Chanel que habían puesto la piel bronceada de moda y la necesidad de cambiarle la cara a la "puerta del Uruguay", se organizó la Comisión Financiera de la Rambla Sur a la que Batlle le solicitó el proyecto para comenzar a ganarle ese espacio al mar. Con la obra terminada se convertiría en la principal fachada de Montevideo, después de haber sido muchos años la parte de atrás.
"Todo iba en sintonía con sus ideas en el momento en que también peleaba por las ocho horas de trabajo. Se buscaba que la gente tuviera un sitio para recrearse", recuerda Bonilla. No pasaría mucho tiempo para que en sus aceras inspiradas en la beira mar de Copacabana transcurrieran no sólo actividades de esparcimiento sino también manifestaciones políticas y celebraciones deportivas, entre muchas otras.
"¿Por qué pensamos que la rambla puede ser patrimonio mundial? Entre otras cosas, porque esas piedras hablan", dice Alberto Quintela, otro de los integrantes de la Comisión, que preside la ex ministra de Educación y Cultura María Simon. "La rambla tiene un importante valor arquitectónico y ciertamente, sus tramos dialogan y cuentan distintos momentos de la sociedad, además del crecimiento de la ciudad".
Para Quintela, otro factor que explica la aprehensión de los montevideanos con la zona tiene que ver con que, a partir de esa rambla Sur, la ciudad se vuelca y comienza a estructurar su crecimiento desde ella y nunca más a sus espaldas. Es decir, que el valor de la rambla es esencialmente simbólico.
"Es algo parecido a lo que sucede con las salitreras en Chile. Visto así nomás son unas piedras en el medio del desierto sin mayor importancia. Pero si le añadimos la historia, son lugares que llevan una carga tremenda. Sobre ellas se definieron y salieron movimientos sociales, pasaron cosas importantes. Esa es apenas una de las condiciones que también tiene nuestra rambla", afirma.
Y mucho más, porque hoy, la rambla es el espacio más democrático con el que cuenta la capital, sostiene. "Ahí se cruzan todos, el skater y el que sale a correr, el que hace campaña… Es que el valor de la obra como patrimonio no lo hace sólo la obra en sí, sino lo que le ponemos a ella, la carga que le atribuye la sociedad. Y en una sociedad que se cierra cada vez más, la rambla es un espacio abierto, de inclusión y para todos", explica Quintela.
EL RÍO Y UN MATE. Quizá la contemplación del mar sea uno de los intangibles que más vinculan a esas primeras familias de 1840 -que hacían eso desde sus azoteas, retratados por varios grabados de la época- con quienes hoy se acercan a eso con un mate pronto, solos o acompañados y sin que la temperatura ambiente importe demasiado. "Hay un estudio de la Facultad de Arquitectura y un estudio social en el que la cuestión del mate se repite sistemáticamente y hasta sorprende. Incluso cuando se pregunta qué se le podría pedir a la Intendencia que provea para la rambla, no se habla tanto de bancos y arreglos como de agua caliente", cuenta Bonilla.
La rambla tiene otras manifestaciones similares en otras partes del mundo que encajan en ese concepto, aunque, según los especialistas consultados, ninguna con los valores integradores de la montevideana. Ni la de Barcelona, ni la de Ostende; ni siquiera el Malecón de La Habana o la rambla de Brighton, primera instalación balnearia que incluye ese tipo de paseos a los que luego se les daría ese nombre utilizando una deformación de la palabra árabe "ramlah", que en realidad en esa lengua quiere decir "arenal". Además, ya es Monumento Histórico Nacional.
Si la Unesco tuviera especial consideración para con los valores que definen a una sociedad en particular, la rambla tendría una buena chance, dicen. "Es el principal espacio público de los montevideanos y además, un espacio para una gran variedad de usos sin conflictividad entre ellos", señala Bonilla. "Nuestra rambla es un lugar de igualación social como ninguno y a cielo abierto".
La ciudad y la costa según los años
Carrasco, año 1919
Se dice que pasó mucho tiempo antes de que los habitantes del barrio Carrasco aceptaran que la cinta de vereda se extendiera hasta su barrio. Hoy la historia es distinta. Aquí una toma aérea de la zona cuando la Rambla Sur estaba a varios años de ser una realidad. Hoy, esa rambla funciona como un espacio de interfase entre el río y la ciudad.
Playa Ramírez, año 1935
Para quienes presentaron el proyecto, un aspecto fundamental en la importancia de la rambla es el crecimiento de la ciudad a partir de ella. Eso tiene que ver con el traslado de las viviendas de los sectores más pudientes hacia zonas que tuvieran vista al mar. Aquí una imagen de la Playa Ramírez, aún sin Parque Rodó ni Teatro de Verano detrás suyo.
Pocitos en los años 50
"Sí vale que el país hable de las maravillas de nuestra rambla como espacio de la democracia, como intercambio de todos", explica Alberto Quintela. En los años 50, Pocitos ya era un punto clave de encuentro para la sociedad montevideana, ya no sólo para los baños de mar, sino también para las caminatas a cualquier hora del día.
Playa Malvín, año 1963
"La rambla es un testimonio excepcional de una forma de relacionamiento ciudadano particular y único en Montevideo", señala el documento de la candidatura. En la foto, una vista de la playa Malvín desde el Buceo. A lo lejos se pueden ver las estructuras del aerocarril a medio terminar que iba a unir la playa y la Isla de las Gaviotas.
"Permitiría vender aún mejor a la ciudad"
Buena parte de la historia de la rambla Naciones Unidas también está contada a partir de las construcciones que hay frente a ella. De esto puede dar cuenta la Asociación de Promotores Privados de la Construcción (Appcu) que, precisamente, tiene su sede en el Castillo Pittamiglio, una de las pocas piezas que vieron todos los períodos que atravesó la rambla.
"No tenía idea de esa iniciativa. Creo que dejar la rambla como está, si esa es la intención de la declaración, no sería algo que entienda mucho. Por fuera de eso, creo que es una buena idea por el valor que puede tener la rambla, es algo que permitirá vender aun mejor a esta ciudad", opina el ingeniero Eduardo Campiglia, que integra la directiva de la asociación.
"Yo pienso que las construcciones modernas, que se dispararon cuando la gente empezó a ver que vivir junto al mar era algo deseable y bueno, también han aportado a hacer de la zona y la ciudad algo agradable. Las Torres Náuticas, el edificio del Timón en Malvín... hay muchos edificios que cuentan hoy la historia de la rambla, y allí se sigue trabajando con nuevos proyectos".
La cuestión referente a la conservación de los edificios históricos también es resaltada como algo importante: "Al mismo tiempo, en Appcu hemos estado ayudando a que esos edificios históricos se mantengan, que puedan seguir de testimonio. Lo mismo con el Pittamiglio como con el Yacht, que es una escultura de edificio que tiene que seguir sirviendo a los constructores como referencia".
Cuando se menciona el crecimiento dinámico de la rambla, Campiglia recuerda que en zonas como Carrasco la gente se oponía a la construcción. "Yo creo que todo esto pasa por una cuestión cultural de los montevideanos, de que nos gusta estar allí. Quedan cada vez menos espacios para construir -son muy pocos los predios vacíos o con construcciones en desuso- pero sí creo que se pueden reciclar viejos edificios y que así se siga renovando".
Valores, urbanismo y paisaje
El texto de la candidatura, redactado por el arquitecto Francisco Bonilla, señala varios aspectos para fundamentar el carácter patrimonial de la rambla. Se trata de una "monumental construcción colectiva que da cuenta de distintos períodos de la sociedad montevideana". Su proceso de construcción testimonia un fuerte intercambio de valores e ideas, que la vuelve la más destacada pieza urbana testimonial de Montevideo. Es un paisaje urbano representativo de la ciudad, y un espacio entre el río y la ciudad enraizado en el imaginario colectivo de la sociedad. Es además "testimonio excepcional de una forma de relacionamiento ciudadano particular y único", en el que se dan múltiples actividades, al mismo tiempo y sin barreras, sostiene.