Álvaro Casal
En Dorset, sudoeste de Inglaterra, está "Clouds Hill". Una pequeña cabaña rodeada de rododendros. Allí se refugiaba en los años treinta, el famoso Lawrence de Arabia, oculto bajo un nombre supuesto y un grado militar engañoso. Era T.E. Lawrence y se hacía llamar T.E. Shaw.
Era coronel y se hacía pasar por soldado raso. En ese lugar, escribió gran parte de "Los siete pilares de la sabiduría", su obra máxima. Y en un pequeño cobertizo, guardaba la mejor motocicleta de la época. Una impresionante Brough Superior modelo 1932.
A veces la sacaba y salía a recorrer senderos a altísima velocidad, para llegar a visitar viejos amigos, como Winston Churchill y Lady Astor. También a veces iba a ver a George Brough, fabricante de la mítica máquina, a fin de discutir virtudes y defectos de la misma.
Mucho se ha hablado de la soledad del corredor de larga distancia, la soledad del escritor, la soledad del político, la soledad del presidiario, pero, ¿y la soledad del motociclista?
¿En qué pensaba Lawrence, convertido en Shaw, cuando arremetía con la poderosa motocicleta por los polvorientos caminos? ¿Recordaba su campaña de la Primera Guerra Mundial? ¿Mascullaba la frustración que sintieron los árabes (y él mismo) cuando advirtieron que los ingleses no estarían a la altura de sus promesas de concederles independencia? ¿Sentía culpas por todo aquello? ¿Reescribía mentalmente capítulos de su libro, cuyo manuscrito un día perdió en un tren, para no reencontrarlo jamás y tener que volver a redactar 250.000 palabras?
No se sabe, porque al respecto mantenía silencio. Lo que se sabe es que un día, hace 75 años, todo aquello terminó: la moto avanzaba rugiente, cuando se le cruzaron en el camino dos niños en bicicletas. Lawrence los esquivó, se salió de su senda y un golpe en la cabeza lo dejó inconsciente. Cinco días después murió.
Winston Churchill dijo: "Nunca volveremos a ver alguien como él. Su nombre vivirá en la historia. Vivirá en los anales de la guerra… Vivirá en las leyendas de Arabia."
Entretanto, allá en Dorset, a la entrada de la cabaña de cuatro cuartos, arriba de la puerta de entrada, quedaban estas dos palabras en griego: "ou phrontis", que significan "no me importa".
Lawrence, que las había escrito, decía que eran de un relato de Herodoto acerca de un joven que se iba a casar con la hija de un rey, pero que durante la cena se emborrachó, se puso de cabeza sobre la mesa y empezó a bailar con sus piernas en el aire.
El rey se disgustó profundamente y le dijo con severidad: "Bailando has perdido a tu novia". El joven respondió: "ou phrontis". Y siguió sacudiendo sus piernas.
En momentos que en circunstancias sin precedentes se inicia un nuevo período de gobierno en Uruguay, todos querríamos tener certezas. Sin embargo, más que nada surgen dudas, enigmas, interrogantes. Se siente desazón.
¿Qué piensan realmente quienes callan? ¿Y aquellos que hablan pero es como si callaran? ¿Y los que aunque rodeados están en soledad? ¿Quiénes exclamarán ou phrontis?