Intimidad como forma de cruzar los límites

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MATÍAS CASTRO

Internet, como ya dijo una y mil veces, ha afectado la vida de los famosos, para bien o para mal. Sin ir muy lejos ni esforzarse mucho, es posible recordar como el video porno con Wanda Nara (vedette joven hoy reconvertida en fiel esposa y madre) circuló en cuestión de minutos por Internet y causó un revuelo de proporciones hace cosa de dos años y medio. Ese video y el escándalo que se armó, capitalizado en forma publicitaria por la propia Wanda Nara, solo fue posible porque alguien lo filmó con un celular y lo colocó en Internet para que luego mucha gente lo reprodujese como un virus. Algunos años atrás esas cosas eran inimaginables. En todo caso, la forma en que habitualmente se denomina a estas filmaciones es "videos íntimos".

Y tal como se decía ayer, aquí la idea de intimidad se refiere solamente a la cuestión sexual, afectos y otros temas quedan fuera. No nos interesa, o nos interesa poco, ver a Amalia Granata confesando en televisión que sufre porque siente que tiene que competir como ama de casa con su propia madre (esto es solo un ejemplo ficticio). Nos interesa verla diciendo "Me elogian el sexo oral y me encanta practicarlo", tal como lo hizo en el programa argentino La pregunta animal. Esa es la clase de intimidad que vende, porque abre los ojos y deja las mandíbulas por el piso. Y porque complementa la publicidad de las vedettes.

El gran gancho de los llamados "videos íntimos" tiene que ver con eso, ya que permiten ver a famosos que exhiben su cuerpo (incluso a la huesuda pero sexy Paris Hilton) en actividades que habitualmente se hacen con la puerta cerrada. Y lo mejor es que su difusión nunca tiene la aprobación de sus protagonistas, en su mayoría mujeres famosas. Esta entrada a la supuesta intimidad es un placer infantil que inunda Internet, ya que supone abrir esa puerta que los otros dejaron cerrada y también mirar algo que se oculta de la vista. Nada mejor que desafiar esos límites. Ese es el gran imán de la intimidad ajena.

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