Personal, intenso, virtuoso y también controvertido, Rene Marino Rivero dejó una importante obra para bandoneón, tanto solista como asociado a diversas formaciones de cámara y sinfónica, y un estilo interpretativo claramente identificable.
Desde 1986 llevaba adelante junto a la guitarrista Gabriela Díaz un proyecto que apuntaba a la estandarización de un repertorio que explorara la riqueza de esa asociación tímbrica. Así constituyeron un lenguaje propio en el que confluyen varias concepciones de la interpretación así como de la creación culta y popular, con interesantes juegos referenciales hacia las marcas identitarias del Río de la Plata.
Antes de esa experiencia, Marino Rivero ya había transitado un interesante camino por el que recogió múltiples aportes estilísticos y estéticos. La tradición del tango, las singularidades emblemáticas de don Astor Piazzolla, hasta el propio Juan Sebastián Bach. La aparente distancia histórica entre estos referentes en realidad sólo luce en la cronología. Como es sabido, Piazzolla fue, en su afán de construirse como músico culto (y de culto), tuvo en el maestro del barroco una fuente para alimentar sus creaciones (alcanza con recordar las varias fugas a lo Bach que se encuentran en piezas emblemáticas).
En el caso del bandoneonista uruguayo, la música de Bach se redescubrió en otras sonoridades a través de un abordaje de inteligente solución técnica y cuidada transcripción.
En la faceta compositiva, sin embargo, su fuentes no sólo se acotaron al legado contrapuntístico y formal barroco. También deben contarse ahí el tango y las vanguardias de la post guerra. Buena parte de las obras del catálogo de Marino Rivero recogen varias de las preocupaciones este fenómeno que generó fuertes controversias y rupturas a mediados del pasado siglo. Entre ellas, los quiebres en la continuidad del discurso musical, la afuncionalización de las estructuras armónicas, la búsqueda de nuevas combinaciones instrumentales y técnicas de ejecución, y la creación de nuevos procedimientos de notación.
Rene Marino Rivero había nacido en Tacuarembó, el 26 de diciembre de 1935. Se formó junto a nombres como José Tomás Mujica, Guido Santórsola, Enrique Jorda, y en Argentina con el maestro Alejandro Barletta. Y fue parte de esa pujante generación de compositores uruguayos que se formó en el pionero Instituto Di Tella de Buenos Aires. Además de su labor como compositor y concertista, tuvo una extensa carrera como docente en nuestro país y en el exterior.