A simple vista son accesorios. Pulseras de colores que se adquieren fácilmente por docenas en cualquier tienda de moda. Pero en realidad son símbolos que indican los gustos y tendencias sexuales de quien las porta y se han convertido en un arma de doble filo.
Cada color representa una práctica sexual concreta. Si bien no hay una guía oficial que haga universal los colores y sus respectivos significados, hay algunos símbolos que están bastante estandarizados. Portar una pulsera negra, por ejemplo, significa que se está dispuesto a mantener una relación sexual completa; mientras que el color amarillo implicaría que sólo se quiere recibir abrazos. Por otro lado, el color azul simboliza el sexo oral; el púrpura, el sexo anal; el blanco, el beso francés; y el verde, el cunnilingus.
Otros colores, los más significativos, son el rojo, que implicaría la ausencia del preservativo al realizar el acto sexual. O la pulsera que mezcla rojo y negro, que indica que la principal preferencia es realizar sexo oral simultaneo.
Pero no se trata solamente de lucir la pulsera y comunicar al resto del mundo los gustos más íntimos; sino que se ha dado un paso más que lo torna peligroso. Se trata de un juego con instrucciones muy sencillas: los chicos deben intentar romper la pulsera de la chica que la lleve para conseguir realizar lo que el color de la misma represente.
El diario ‘The New York Times’ también ha hecho referencia al asunto. Incluso, en algunos colegios se ha tratado de prohibir su uso. De todas maneras la moda se esparce como pólvora en diversos blogs y foros de Internet y parece no tener freno.
Se trataría de un juego erótico más, si no fuera porque muchas veces las pulseras caen en manos de chicas que las usan solamente porque hacen juego con su vestimenta, sin sospechar de su doble significado.
ASESINATO. Este peligroso juego ya se ha tomado las primeras víctimas. Dos adolescentes que pasaban la Semana Santa en Manaos, capital del estado brasileño de Amazonas. Aunque no se conocían sufrieron un idéntico y trágico final, marcado por la presencia de un puñado de pulseras de colores, arrancadas, halladas al costado de sus cadáveres.
De la primera muerte, ocurrida en la noche del Viernes Santo, sólo han trascendido detalles con cuentagotas. El cuerpo de la joven fue descubierto en medio de una calle del barrio de Valparaíso, en la zona este de Manaos, con dos brazaletes rotos a su lado.
La madrugada siguiente, en el sur de la ciudad, la otra adolescente corrió la misma suerte. Acompañada de un hombre y aparentemente ebria o drogada, consiguió despistar al recepcionista de un motel para colarse a toda prisa en una de las habitaciones. A los pocos minutos, el desconocido abandonó el lugar asegurando que la chica de 14 años había intentado robarle, informa el diario español El Mundo.
Ya era demasiado tarde para salvarla cuando las camareras la encontraron: la menor yacía con hematomas en el cuello y otras seis pulseras partidas junto a ella. Las mismas que su padre le tenía prohibido usar.
PROHIBIDAS. En el estado brasileño de Paraná, al otro extremo del país, un juez acababa de prohibir la venta de las pulseras, así como su uso por menores, después de que un grupo violara a una niña de 13 años que también portaba otra de esas coloridas pulseras de silicona.
"Vas a tener que pagar, vas a tener que pagar", le decían a la niña de 13 años los cuatro jóvenes que le arrancaron la pulsera del brazo mientras esperaba el ómnibus a la salida del colegio en Londrina (Paraná). Aquella tarde del 14 de marzo no ocurrió nada, pero al día siguiente los asaltantes volvieron al mismo lugar para llevarla hasta la casa de uno de ellos y exigirle el ´cobro´ por la fuerza.
"No hay duda de que [la violación] ocurrió por el uso de la pulsera. Ni estudiaban en el mismo colegio ni vivían en el mismo barrio. No se conocían", explicó entonces el comisario de policía Willian Soares.