LONDRES
Hace unas semanas, Nick Clegg era un desconocido. Eurofuncionario, eurodiputado antes de llegar a los Comunes y discreto líder de los liberal-demócratas. Pero desde que triunfó en el primer debate unos lo llaman el Obama inglés, otros lo comparan con Churchill y sus rivales creen que es, o desean que sea, una burbuja que estallará el 6 de mayo. Su objetivo: derribar el decadente bipartidismo.
Mientras el presidente de la Asociación de la Prensa Extranjera lo presentaba aludiendo a Churchill y a Obama en una reciente comparecencia ante los corresponsales extranjeros en Londres, Clegg lo negaba moviendo la cabeza de derecha a izquierda: "Les advierto que si esperan algo churchiliano u obamiano, se van a llevar una gran decepción", dijo nada más tomar la palabra.
Desde su irrupción en las encuestas electorales la prensa tory (conservadora) ha arremetido contra él de forma brutal. Unos, intentando convertir en escandalosa la irregularidad de que ingresó a través de su cuenta privada donaciones destinadas al partido. Otros cuestionaron su legitimidad para ser primer ministro británico alegando problemas de autenticidad sanguínea: su madre es holandesa, su padre es de ascendencia rusa y su esposa es española. La tercera vía para reventar la burbuja Clegg fue vestirlo de niño bien: la misma prensa que lleva meses clamando contra las críticas a la aristocracia de David Cameron lo retrata como a un producto del elitismo.
Pero su ascenso político no se lo dan ni su dinero ni las posibilidades que tuvo de estudiar en Cambridge, la Universidad de Minnesota y el Colegio Europeo de Brujas. Su repentino éxito tiene mucho que ver con la televisión y con su imagen personal: antes del primer debate televisado de la historia británica, uno de cada cuatro británicos no lo conocía. Apenas una hora y media después, 43% de la audiencia lo designaba ganador. Dos días más tarde, el apoyo a Nick Clegg se consolidaba en la intención de voto: la Encuesta de Encuestas de la BBC le asignó el 29% y lo ubicó segundo después de David Cameron (33%) y a la misma altura que Gordon Brown.
El 6 de abril, apenas un mes antes de las elecciones, Clegg era tercero (19%) y estaba 20 puntos abajo del conservador, que lideraba las encuestas, y 13 por debajo del primer ministro laborista.
Lo que más le jugó a favor fue su condición de candidato menos conocido: gracias a su anterior anonimato para miles de británicos, Clegg pudo deslumbrar con su simpatía y claridad de ideas. Algunos pensaron que la burbuja desaparecería en el debate del jueves siguiente, cuando los otros candidatos lo tendrían más en la mira y prepararían argumentos más directos. Pero esto no fue así y a pesar de que Clegg arriesgaba más que su nombre, su desempeño en el segundo round fue igualmente bueno. También en el tercero.
Y a pesar de que sus rivales aún quieren creer que se trata de una burbuja que acabará estallando, el furor consolidado por Clegg esconde en realidad algo mucho más interesante: puede acabar en una revolución porque amenaza a todo el sistema político británico, tradicionalmente basado en el bipartidismo.
REFORMA. La amenaza no es nueva, lo diferente es que los británicos ahora empiezan a creer que es posible ponerla en práctica. De consolidarse en las urnas, el éxito del liberal-demócrata pondría en cuestión un sistema político que se basa en la existencia de sólo dos partidos de peso. No sólo por la manera en que funciona su sistema electoral, sino incluso por sus símbolos externos: basta con ver la estructura física misma de la Cámara de los Comunes, que no es un hemiciclo orientado hacia el estrado que ocupa el orador sino una habitación rectangular con dos grupos de escaños enfrentados.
Todo en la política británica está pensado para que un partido se haga con el poder absoluto en cada legislatura. Lo único que los británicos tienen que decidir cada cuatro o cinco años es si dan paso o no a la alternancia. En el siglo XVIII elegían entre tories y whigs; en el XIX, entre tories y liberales; en el XX, entre tories y laboristas. Pero el sistema electoral que facilita ese reparto del poder, de incuestionable legitimidad cuando entre el 80% y el 95% de los británicos votaba por alguno de los dos grandes partidos del momento, entra en aguas pantanosas cuando conservadores y laboristas suman el 60%, como señalan los sondeos de estas elecciones, o se quedan en el 68% que obtuvieron en 2005.
El éxito de Nick Clegg y los liberal-demócratas parece un claro síntoma de un rechazo a ese eterno bipartidismo y los conservadores y laboristas se afanan por repetir el establecido mensaje de que lo único bueno para Gran Bretaña es que de las urnas salga un Gobierno fuerte, respaldado por una mayoría absoluta. De hecho, la campaña electoral esta semana estuvo centrada en la discusión de una posible reforma electoral.
Algunos llaman al sistema británico "el primero que llega gana", pues los votantes eligen a un sólo diputado por circunscripción: el que tiene la mayor cantidad de votos se queda con la banca, más allá del apoyo que reciban su segundo o su tercero. En un sistema bipartidista, este régimen facilita las mayorías absolutas y la gobernabilidad. Pero este reparto no traduce proporcionalmente a los votos en escaños, traicionando a los partidos que no son mayoritarios.
En este cuadro, los laboristas y conservadores son los más beneficiados y los liberales, los grandes perdedores. Esta semana, David Cameron se encargó de alertar nuevamente sobre los peligros de inestabilidad política y económica que padecería el Reino Unido si de las elecciones de este jueves sale un Parlamento sin mayoría absoluta. También recordó que un sistema proporcional sería "poner el poder en manos de los políticos" y no en manos del pueblo, tal como plantean los liberal demócratas.
Por su parte, Gordon Brown sí apoya la propuesta liberal. No es que le convenga, pero aceptó la reforma porque cree que es el camino que tiene para lograr un acuerdo de gobierno con los liberales. También propone el Voto Alternativo, que es igual al del sistema actual pero los votantes ponen en orden de preferencia a los candidatos que prefieren, de manera que se siguen contando las segundas y sucesivas preferencias hasta que uno de ellos obtiene la mayoría absoluta. Los tories lo rechazan porque creen que los votantes laboristas y liberales tenderán a ayudarse unos a otros.
Los liberal-demócratas ya tienen la experiencia de las elecciones pasadas, cuando obtuvieron el 22% de los votos pero apenas el 9% de las bancas en los Comunes. Es por eso que Clegg defiende a ultranza una reforma del sistema electoral a través del Voto Único Transferible. En este régimen, las circunscripciones serían de entre tres y cinco diputados, lo que introduce un factor de proporcionalidad en el reparto final de escaños. Así se rompe la relación directa entre un diputado y su circunscripción, pero se preserva el principio sagrado para los tres partidos de que los votantes eligen directamente al diputado que prefieren.
ALIANZA. Y esta propuesta parece ser el principal requisito que la nueva figura política británica exige para integrar una coalición de gobierno. En una rueda de prensa, Nick Clegg sostuvo que está dispuesto a trabajar "con quien sea, aunque sea un hombre venido de la luna", siempre y cuando acepte los cuatro puntos clave de su programa electoral: fiscalidad, educación, reforma económica y reforma institucional. Pero, sobre todo, subrayó: "Mi posición es que, debido a que las excentricidades e injusticias del sistema electoral son más evidentes que nunca, creo que la reforma electoral es el primer paso para cualquier gobierno, sea del color que sea, para restablecer la confianza del público en el sistema político".
Pero se niega a dar más pistas sobre lo que hará y evade la respuesta cuando le preguntan con quién podría formar una posible coalición: "Es algo que no puedo hacer cuando las encuestas cambian día a día de manera tan, pero tan radical. Incluso hay encuestas que nos ponen a nosotros a la cabeza".
El político sabe que no le conviene atarse a ninguno de los otros dos candidatos y sostiene que se inclinará hacia el lado que los ingleses elijan que lo haga: "No me corresponde a mí coronar a ningún rey. Quienes deben hacerlo son los 45 millones de votantes. Yo hablaré con aquel que el electorado claramente elija para el juego", dijo hace pocos días a The Sunday Times.
Por el momento, todo parece indicar que la falta de correspondencia entre votos y escaños favorecerá a Gordon Brown. Y Nick Clegg se niega a tolerar tal futuro. "He leído hace unas semanas que, en una situación como ésa, él [Brown] sería el primero en ser llamado para formar gobierno. Bueno, creo que es un disparate, quiero decir, ¿cómo se les ocurre? No podemos tener a Brown ocupando Downing Street por culpa de la idiosincrasia irracional de nuestro sistema electoral", se quejó.
VOTANTES. Los analistas señalan que las elecciones del próximo jueves serán las más inciertas en Gran Bretaña desde 1992 y son millones los ciudadanos que se apuntaron en la pelea en su etapa final. En el Reino Unido el voto no es obligatorio y los mayores de 18 años que quieran sufragar deben inscribirse para hacerlo.
Las autoridades electorales registraron una avalancha en los últimos días en que estuvo habilitada la inscripción y la mayoría de los nuevos votantes tiene entre 18 y 24 años. En algunos circunscripciones la población creció 17%. Varios factores explicarían el crecimiento: el impacto mediático del primer debate y la irrupción de Clegg, el hecho de que sean unas elecciones muy disputadas, que por primera vez los votantes pudieran registrarse hasta tan cercana la fecha de las votaciones -y se entusiasmaran durante la campaña- y que por primera vez se usara Facebook para esto: el sitio web del registro recibió dos millones de visitas y más de 460.000 personas descargaron por internet el formulario para anotarse, el 40% eran menores de 24 años.
Estos y otros cambios están haciendo temblar al histórico y tradicionalista sistema inglés. Hace pocos días, el principal editorial del periódico The Times hablaba de "El poder y el pueblo". "Este periódico sigue pensando que no es deseable que del 6 de mayo salga un Parlamento sin mayoría absoluta", decía el texto. Pero seguía: "Incluso si la burbuja Clegg estalla en los próximos días, la política ha cambiado de manera fundamental". "Si el voto se divide en tres porciones, la principal virtud del sistema electoral -el hecho de que provoca un resultado claro- quizá ya no sea de aplicación". (En base a BBC, El País de Madrid y The Sunday Times).
Nick Clegg: "No podemos tener a Gordon Brown ocupando número 10 de Downing Street por culpa de la idiosincracia irracional de nuestro sistema electoral".
En los tiempos de la Segunda Gran Guerra
Parece una invasión soviética o un regreso a los tiempos de la Gran Guerra, pero no lo es. Simplemente se trata de un ensayo del desfile que habrá el próximo domingo, cuando se conmemore el 65° aniversario de la victoria de la Unión Soviética y los Aliados sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial. El desfile principal del Día de la Victoria será en la Plaza Roja de Moscú, donde participarán unos 10.000 soldados. El evento se está preparando desde octubre del año pasado y los ensayos comenzaron hace un mes. Este 9 de mayo se podrán ver 159 armas militares, 127 aviones de ala fija y helicópteros. Además, será la primera vez en la historia que oficiales de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña marcharán en Moscú junto con los rusos. También fueron invitados guardias de honor del Ejército polaco y militares de todas las naciones integradas en la Comunidad de Estados Independientes. Pero los eventos no serán sólo en Moscú, ya que las autoridades aseguran que habrá desfiles en otras 60 localidades, entre las que hay ciudades de la República de Belarús y Ucrania, además de uno en la base de la Flota rusa del mar Negro.
Los tres candidatos a Primer Ministro
Gordon Brown
PARTIDO LABORISTA
El actual primer ministro tiene 58 años y muchos lo ven como responsable de la buena situación económica de Gran Bretaña antes de la crisis de 2008, ya que independizó el Banco de Inglaterra y defendió que el país no ingresara a la zona euro. Ahora, su principal propuesta para combatir la crisis es moderar el gasto público para que en 2014 se reduzca el déficit en 50%. Promete proteger la inversión en el cuidado de los niños, las escuelas y el Sistema Nacional de Salud y asegurar que todos los que podrían tener cáncer accedan a los resultados de sus estudios en una semana. También quiere dar un subsidio semanal de US$ 6 a los padres de hijos de 1 y 2 años. En lo electoral, sugiere un referendo por un nuevo sistema de votación y que la Cámara de los Lores sea elegible.
David Cameron
PARTIDO CONSERVADOR
A sus 44 años, Cameron es la figura renovadora del partido Conservador. Antes se desempeñó como relacionista público en Carlton TV y como asesor del partido Conservador, siempre con el objetivo de ser primer ministro. Para 2015, propone eliminar el déficit de Gran Bretaña con recortes de 9 mil millones de dólares y para eso sugiere ahorrar en todas las áreas excepto en salud y ayuda exterior. También quiere eliminar el aumento de 1% de impuestos que los laboristas planean aplicar sobre quienes cobran menos de US$ 54.000 y está a favor de la autorización a que las escuelas financiadas por el Estado sean de grupos religiosos, voluntarios o cooperativas. Apoya la creación de un subsidio para los colegios que enseñen a los más pobres.
Nicholas Clegg
PARTIDO LIBERAL-DEMÓCRATA
Tiene 43 años de edad y comenzó su carrera en la Comisión Europea. Fue eurodiputado y parlamentario desde 2005, actualmente es líder de los liberal-demócratas. Para disminuir el déficit sugiere que todos los años se identifique en qué rubros se pueden ahorrar 23 billones de dólares. En lo fiscal, plantea aumentar el mínimo no imponible de los ingresos de US$ 10.000 a 15.600 y la creación del "impuesto a las mansiones", que se aplicaría sobre las propiedades cuyo valor sea superior a los US$ 3 millones. Quiere otorgar un subsidio a las escuelas que enseñan a los alumnos más pobres y reducir a 20 el máximo de estudiantes por clase. Plantea que la Constitución sea escrita y modificar completamente el sistema electoral en el Reino Unido.