Médicos cubanos

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Entre las diversas estrategias de la dictadura castrista para llevar adelante su propaganda y su sistema, una que se ha expandido por varios países latinoamericanos es la de las avanzadas médicas. Tal como ocurre hoy mismo en nuestro país, uno que le ha abierto las puertas, violentando las normas al permtírseles operar sin la debida reválida y sobre todo, sin necesidad. Porque en Uruguay el nivel de la oftalmología es elevado, más allá de sufrir en el área pública de unas carencias y falta de equipos que hacen imposible cumplir con la tarea eficazmente. Era totalmente prescindible todo ese operativo tan publicitado de los oftalmólogos cubanos, que llegaron para curar a los "pobres uruguayos", cuando bastaba con equipar debidamente a los departamentos de esa especialidad para que los médicos locales, pudieran actuar adecuadamente en su función. Ya fuera en los hospitales conocidos o en uno reacondicionado especialmente, como se hizo para con los cubanos.

Los médicos que van de Cuba a otro país, tienen que vivir dentro de un régimen cuartelario. De esa manera se da aquí en Montevideo y en cualquier otro destino, pero a pesar de ello, algunos logran escapar del yugo castrista. En Uruguay ya se produjo una fuga ( no es fácil) el año pasado y en Venezuela, se ha tenido noticia de que llevan huidos entre 1.500 y 2.000 galenos, de los 15.000 que han ido a trabajar en planes sociales, aunque estos datos se ocultan celosamente desde el poder. " Cuando algún médico se fuga, el gobierno inventa que fue trasladado a otro lugar, pero se nota que no es así, porque desaparecen de repente y no se sabe más de ellos", cuenta uno de los afiliados a la Sociedad de Medicina Bolivariana, a la que están adscriptos los pocos médicos venezolanos que participan en Barrio Adentro con los cubanos, claro que luego de pedir al periodista de El País de Madrid que lo entrevistaba, no ser identificado.

Se trata de un programa de salud primaria ideado en 2003 por Fidel Castro e implementado por Hugo Chávez, para levantar su popularidad cuando la oposición planeaba convocar a un referéndum revocatorio en su contra. Los isleños viven de a cuatro, en unos módulos de 30 mts. cuadrados, donde duermen, cocinan y comparten el baño. Pero el participar en esta actividad es para muchos su gran objetivo, porque piensan que puede ser la gran oportunidad. Se inscriben y esperan el tiempo que sea hasta ser convocados, en la ilusión de que un día podrán escaparse del "paraíso" castrista. Prefieren hacerlo vía Colombia, aun atravesando los Andes, a menudo desde una población venezolana llamada San Antonio del Táchira, antes que correr el peligro de ahogarse en el mar.

Estas patéticas historias son una demostración flagrante de la gran mentira cubana. Esa que curiosamente, se sigue vendiendo bien, a pesar de que a esta altura hay que ser muy ignorante para no saber que la revolución cubana fue malamente travestida, y lo que comenzó como una lucha contra la dictadura de Batista, en la que muchos pelearon y hasta perdieron su vida tras ese ideal, terminó siendo un triste paso de una dictadura a otra. A una tiranía marxista que lleva más de medio siglo de existencia y represión, de la que sólo se escapa huyendo. Sin embargo, ni las repetidas denuncias y reclamos por los presos de conciencia que desde hace años se pudren en las prisiones castristas; ni las heroicas huelgas de hambre de algunos, como Orlando Zapata Tamayo que murió por ello o la de Guillermo Fariñas que apenas sobrevive en un calvario que lleva meses, o los escapes que protagonizan gentes tan audaces como desesperadas, que se atreven a desafiar los peligros que encierran estas fugas, merecen que la izquierda vernácula se haga eco de lo que ocurre. Ni los políticos, ni las organizaciones supuestamente dedicadas a la defensa de los derechos humanos, levantan una voz, hacen una crítica, arman una manifestación.

Ni siquiera se avienen a hacer una condena pública en el Parlamento, como ocurrió cuando legisladores nacionalistas lo propusieron a raíz de la trágica muerte de Zapata. Una farsa que indigna.

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