RENZO ROSSELLO
Bocinas, banderas, trompetas y caras pintadas. El rostro nuevo que aparece después de una larga cuarentena. Meterse entre los cuatro mejores también le cambió a los uruguayos la idea que tienen de sí mismos.
Grupos de cuatro, seis, diez jóvenes deambulaban por 18 de Julio con los dientes apretados cuando el gol de Ghana sobre el final del primer tiempo cortó el aliento. "Igual se puede", se gritaban unos a otros de vereda a vereda. Y se pudo.
Al caer la tarde el grito recorrió la avenida. Ya no eran grupos de seis, ni de diez, eran miles. Miles los que venían desde la Plaza Independencia, otros tantos los que venían desde la explanada municipal. Si se le hubiera preguntado a cualquiera de esos jóvenes habría dicho que Uruguay ya era campeón.
"La idea de lo que vale Uruguay ha mejorado", aventura el sociólogo especializado en Psicología Social Antonio Pérez García. Algo que no se debe pura y exclusivamente al desempeño de los 11 en Sudáfrica. "Atravesamos por un período en el que convergen una multiplicidad de factores que llevan a mejorar la autoestima de los uruguayos", apunta Pérez García. Una etapa que a su vez, precisa el académico, "obedece a un largo período de cambios en el país".
"De aquel Uruguay confiado en sí mismo, capaz de hacer cosas muy por encima de su tamaño como era el del campeonato de 1950, vamos al Uruguay de la década de 1960 donde empieza a imperar una visión más crítica", recuerda.
Es significativo que todas las consideraciones sobre el seleccionado de la prensa especializada remitan indefectiblemente a la Copa Mundial de México 1970, en la que Uruguay terminó en el cuarto puesto. Cuatro décadas en la historia del país que no pasaron en vano: en el medio hubo una dolorosa ruptura institucional y una laboriosa restauración democrática.
Y aquel campeonato donde Brasil le cerró el paso a la selección uruguaya y Alemania Federal lo envió por un gol al cuarto lugar del podio es también el recordado como uno de los campeonatos "más limpios" de la historia de los mundiales FIFA: no hubo un solo jugador expulsado. Rasgo, el de la limpieza de juego, que junto a la disciplina y la cohesión de grupo, han sido los utilizados por los periodistas especializados para describir una y otra vez al combinado dirigido por Óscar Washington Tabárez.
Los mismos componentes parecen dibujar, a su vez, el autorretrato que los uruguayos se hacen de sí mismos dentro del proceso que Pérez García describe. "Es un proceso muy lento de recuperación el que vivimos, sobre todo después de la recuperación de la democracia y que además fue interrumpido por la crisis económica de 2002, pero sin duda ha mejorado la autoestima de los uruguayos. Las encuestas de los últimos diez años han empezado a marcar esa tendencia en la gente de ver el futuro con más optimismo", explicó el sociólogo.
FANÁTICOS. Ana y Rodrigo tienen 24 años. Viven en pareja desde hace poco más de un año. Desde las eliminatorias comenzaron a seguir, cada vez más deslumbrados, a la selección. Desde el partido que permitió "comprar" el pasaje a Sudáfrica con el gol del "Loco" la cábala es juntarse en su casa.
"Ese día éramos 25 en casa, un relajo terrible. Pero había gente que ni siquiera le gustaba el fútbol, de esos que nunca saben cuándo es un offside, o por qué se hace un corner. Entonces dijimos no, vamos a ser más selectivos y la barra quedó reducida a diez", cuenta Ana.
Amigos y compañeros de facultad, todos pertenecen a la misma generación y desde el 11 de junio su vida ha sido totalmente alterada por el Mundial. Y las cábalas, claro. Todos juntos, Rodrigo con una remera celeste que él mismo pintó y diseñó, y después del partido todos juntos a 18 a gritar.
Para ellos la participación de una selección uruguaya en un Mundial era poco más que "eso que cuentan" los mayores. Ni siquiera la participación de un equipo celeste en torneos sudamericanos puede igualar la magia de esta selección.
De todos modos, Ana y Rodrigo mantienen su espíritu crítico. "En el partido con Corea se nos vino el alma al suelo. Nos habíamos olvidado que nos podían meter goles, nos olvidamos que, después de todo, fuimos los últimos en entrar y por muy poquito no quedamos afuera", apunta Ana.
Pero el entusiasmo, indefectiblemente, puede más y "le terminamos perdonando todo a los muchachos, que se pierdan de a cinco goles por partido, todas las burradas".
BUEN MODELO. "Como hinchas de fútbol estamos llenos de frustraciones, así que encontrarnos de repente con una selección que tiene un amplio respaldo y hace las cosas bien es lo mejor que nos podía pasar". Eso opina el doctor Gabriel Rossi, psiquiatra especializado en adolescentes y niños, asesor de la Junta Nacional de Drogas.
A juicio del psiquiatra, la creciente adhesión que la selección uruguaya está causando en adolescentes y niños tiene casi todo de positivo.
"Creo que es una selección de buenos tipos, quiero decir de buena gente. No sólo es la valla menos vencida, no tienen problemas internos", sostiene Rossi.
Y también rescata el valor modélico que tiene para los jóvenes algunos de los componentes del seleccionado. "Es un seleccionado lleno de gente con intereses, por ejemplo tenemos a Lugano escribiendo el prólogo de un libro, a Forlán como embajador de Unicef, es decir que estamos hablando de modelos bien positivos para los jóvenes", explica el profesional.
De algún modo Rossi entiende que estos rasgos también se trasladan a los festejos masivos y a la forma en que el desempeño celeste ha impactado en la gente.
"El otro día (el sábado 26 de junio) en 18 se demostró que se puede festejar sin robos, sin violencia, sin necesidad de tener la Policía de por medio", destacó.
Y el mismo escenario volvió a repetirse ayer. Una fisonomía nueva para un país que durante mucho tiempo, demasiado, desconfió de sí mismo.
Banderas, camisetas y todo lo imaginable
La carita sonriente no se aparta de la banderita que ondea sobre el mostrador. La madre, con resignación, echa mano al monedero y se dirige al empleado. "Dame una banderita". El niño, no más de cuatro años, la toma en sus manos como si fuera el esperado regalo de Reyes. La escena no ha dejado de repetirse desde que el comercio ubicado en Yi 1377 resolviera comenzar a vender al público 48 horas antes del partido con Ghana. Hasta entonces el comercio era de venta mayorista de todo el merchandising imaginable al que da lugar la gloriosa Celeste. "Las banderas grandes y las camisetas ya se nos agotaron", dice el empleado del local. Pero todavía pueden encontrarse termos, materas, fundas para notebooks, pulseras, casi cualquier cosa que lleve el color celeste.
"Bastante parecido a Maracaná"
JAIME ROOS
Estamos todavía en estado de shock, con una alegría impresionante. Me gustaría estar en este momento teletransportado a Uruguay, porque me imagino lo que debe ser allá. Estoy muy orgulloso del equipo que tenemos y muy emocionado con estar entre los cuatro mejores del mundo.
Por si fuera poco, mi hijo que es holandés, vio clasificar a su cuadro contra Brasil, así que es doblete.
Realmente creo que hicimos un partido prácticamente imposible. Que los cronistas de fútbol digan lo que tienen que decir. Yo soy solamente un hincha que quedó afónico gracias al cielo en la noche africana.
Acá se enmudeció el estadio, toda la gente estaba apoyando a Ghana. Y fue bastante parecido a Maracaná a pesar de que no tuvo la trascendencia de una copa mundial. Esto es simplemente clasificarnos a una semifinal como lo fue en 1970, pero la característica del partido hace que sea realmente una hazaña.
En lo que sí ganamos por goleada los que estuvimos acá fue haber visto esto con nuestros propios ojos, pero los festejos quisiera tenerlos en Montevideo, que me imagino debe estar prendiéndose fuego.