GASTÓN PÉRGOLA
A Pedro (62) no le interesa si el pronóstico del tiempo anuncia que va a haber seis grados o dos bajo cero. A él ya le basta, para darse cuenta que "la cosa viene fea", cuando un hormigueo punzante empieza a cubrirle, de a poco, los dedos de los pies.
Aun sin éxito, Pedro intenta frotarse lo más rápido posible para evitar esa sensación de "dormidera" que empieza en los pies.
En lo de Alicia y Javier, dormir de a cuatro y de a dos en una misma cama (la pareja más dos hijos pequeños en una matrimonial y dos hermanos en otra de una plaza) no responde únicamente a una cuestión de espacio, sino también funciona como un básico mecanismo de defensa para pasar "lo mejor posible" (y entre todos) las gélidas noches del invierno.
Así como José, Alicia y Javier, son cerca de 251.000 los uruguayos que viven en asentamientos (hay un total de 566 en todo el país y 366 se concentran en la capital), según los últimos datos relevados en 2008 por la ONG Un Techo Para Mi País. Los niños y ancianos, en la mayoría de los casos, son los que sufren y se llevan la peor parte de este frío polar.
Desde una tos que se vuelve crónica, estados gripales, broncoespasmos (o ataques de asma), congestiones, hasta severas neumonías que devienen -con el tiempo y la falta de cuidado- en enfermedades crónicas o diagnósticos como pulmones lesionados, son los cuadros más frecuentes en niños, adolescentes y ancianos de estas zonas, de acuerdo a los testimonios de los vecinos y las consultas que llegan a la policlínica de La Cruz de Carrasco.
Los problemas reumáticos también están a la orden del día. Pero además de enfermarse, el problema mayor consiste en la dificultad para reponerse, ya que los enfermos no cuentan con las condiciones adecuadas para hacerlo con la rapidez y el cuidado necesario.
En pleno invierno, los trabajadores de la policlínica -ubicada en Juan Agazzi esquina Luis Antonio Pereira- son concientes de que deben estar preparados para todo.
Los cinco pediatras que trabajan allí atienden por día -cada uno- a entre 16 y 20 niños de zonas de contexto crítico, cifra que al mes supera los 2.000 niños. De ese total, un poco más del 10% es derivado al hospital Pereira Rossell.
"La forma en cómo llegan muchos niños a atenderse a la policlínica denota la deficiencia alimenticia y de vida que tienen en los lugares donde viven. En muchos casos no tienen recursos ni para estar bien abrigados, y llegan en condiciones mucho peores de las que podrían haber llegado si pudieran cuidarse un poco más", afirmó a El País Rosario Romero, administrativa del centro de salud.
Otro problema que arrastran las enfermedades de invierno contraídas por niños de contexto crítico es la ausencia obligada a la escuela, que no sólo implica la pérdida de las clases, sino también un desayuno o merienda, además del almuerzo. En muchos casos, las únicas comidas completas del día.
A la escuela 63, en Camino Carrasco, asisten en su mayoría niños de varios asentamientos de la zona. De un total de 180 alumnos que van en el turno de la mañana, los días de lluvia o frío polar se reducen "hasta menos de 50 niños", afirmó Elsa De León, auxiliar del centro educativo. "Los días feos no viene casi nadie. Se les hace difícil, ya sea por enfermedad o por las lluvias. Los que vienen lo hacen, pobrecitos, empapados y tienen que estar cuatro horas acá", comentó.
Hay quienes hacen el esfuerzo de llegar a la escuela, a pesar de la lluvia o estar decaídos. Tanto ellos como sus padres saben que de no ir tendrán una comida menos en el día.
La escuela les provee de una taza de leche con cocoa y un pan con dulce o bizcochos en la mañana. Al mediodía tienen el almuerzo, que puede ser desde un guiso de lentejas, fideos con tuco, pescado con arroz, hamburguesas con puré o pastel de carne con verduras, además de flan y postre de chocolate. Sin ser por la variedad de alimentos que se les ofrece en la escuela, la dieta de estos niños no es muy variada, y básicamente tiene como objetivo lo económico y "engañar al estómago". Pan, fideos, arroz, bizcochos y mate dulce, cuando no hay leche en la heladera.
CALOR HUMANO. A la hora 21 del martes en el asentamiento de nombre "Cochabamba I" (ubicado en Cochabamba y Felipe Cardozo), el frío afuera "cortaba la cara".
Esa fue la manera que encontró Alicia (33) para definir la sensación térmica. Ella es una de las referentes del lugar. El País comprobó que, tal como lo había anunciado, adentro de su pequeña vivienda de madera el frío era exactamente el mismo.
En la casita de apenas 18 metros cuadrados parece haber más cosas de las que podrían entrar. Es que además de la heladera vieja, una cocinilla, la tele y una cómoda, desperdigados entre ropa, mochilas, mamaderas y dos banquitos, viven allí Alicia con su marido, Javier (26) y cinco hijos pequeños, de entre tres meses y 11 años de edad.
Cuatro de ellos van a la escuela y, según sus padres, tienen prohibido faltar salvo por enfermedad, cosa que lamentablemente les pasa seguido.
"A uno de ellos la maestra ya le advirtió que sino presta más atención va a repetir el año", cuenta su madre, mientras el niño no deja de mirar al piso, con vergüenza.
Tres de sus hijos son asmáticos crónicos, y uno de ellos -el que no presta atención en la escuela- tiene un pulmón lesionado, porque ya contrajo tres neumonías a causa del frío.
La mejor calefacción que tienen ellos es, cuando hay, un plato de comida caliente y dormir juntos. "Al estar durmiendo juntos, igual se pasa frío, pero es una forma de estar más calentitos", comenta la madre.
La realidad es que la mayoría no cuenta con mecanismos de calefacción adecuados o seguros para sobrellevar el frío de estas fechas. A la entrada del rancho de Marta -en el asentamiento lindero a "Cochabamba I"- se puede ver a metros de distancia un resplandor que ilumina la puerta de su casa.
Consiguió leña y con su marido armaron un brasero sobre un tarro de pintura. El humo invadió toda la casa, pero es la consecuencia que está dispuesta a asumir a cambio de un poco de calor. "Es mucho el frío que hace y hoy, que conseguimos un poco de leña buena, le prendimos (…) Y el humo… se sobrelleva, lo que me importa es que no pasemos tanto frío", agrega Marta, mientras acaricia el rostro de una de sus tres hijas, que está bajo su falda.
Precisamente, el humo generado por las fogatas es uno de los factores que afecta las vías respiratorias.
SANTA EUGENIA. Al llegar al asentamiento de Santa Eugenia, bien al Norte de Carrasco y donde habitan unas 80 familias y cerca de 150 niños, el barro se impregna en los zapatos y dificulta el camino por el pasaje que separa de un lado a otro una infinidad de ranchos de material, madera y chapa.
Ana, una de las habitantes del lugar y coordinadora de las actividades del asentamiento se frota las manos, casi sin parar. Está orgullosa de los "gurises del asentamiento", porque 25 de ellos ya están en secundaria y UTU, y "contagian en los más chicos las ganas de estudiar", dice. Sin embargo, se lamenta de las necesidades por las que atraviesan.
"Hay muchos gurises que están todos jodidos de broncoespasmos. La humedad que hay complica la salud de los niños. Los gurises se enferman mucho del pecho con la humedad y el humo que a veces sale de los braseros", explica José, un veterano del asentamiento, muy querido por los vecinos.
Del barrio San Nicolás de Carrasco a los asentamientos de la zona
Se juntan todos los martes en una casa del barrio San Nicolás, en Carrasco, preparan más de 300 viandas, las cargan es sus camionetas, y parten rumbo a cuatro asentamientos de Carrasco Norte para repartirlas. Ellos se denominan "Plato Caliente", un grupo de personas sin fines de lucro que desde junio del 2006 ya llevan entregados más de 53.000 platos. Cada vez que llegan al lugar, son recibidos con besos y abrazos por los lugareños, y estos responden con nombre y apellido a casi la totalidad de los que se acercan a saludarlos.
Luciana Belderrain, creadora del grupo, incentivó a amigos y conocidos a participar de forma voluntaria y hoy, después de cuatro años, el grado de involucramiento con estas personas los llevó a pensar más a largo plazo. "La idea siempre fue la de ir avanzando. Porque, ¿qué hacés sólo con un plato de comida? Hacés poca cosa, aunque para ellos pueda ser mucho. Nosotros lo vemos como una manera de llegarles y empezar a trabajar con ellos, apuntando básicamente a los niños", comenta uno de los integrantes del grupo.
Más de Un cuarto de millón
Un total de 251.884 personas viven en asentamientos, repartidos en todo el país, según el último relevamiento realizado por la ONG, Un Techo Para Mi País.
La mayoría de las personas que habita en un asentamiento no tiene casi recursos para calefaccionar su vivienda. La propia ropa, los "braseros" (tarros grandes con leña adentro) y dormir entre más de dos personas en el núcleo familiar son los mecanismos más usados para calentarse.
En menor medida, estufas eléctricas viejas son utilizadas en algunas viviendas precarias, aumentando el riesgo de incendios o lesiones graves. Las hornallas o el horno de cocina también se aplican como recurso.
Ayer, un niño de seis años falleció al incendiarse la precaria vivienda donde vivía con un hombre mayor de edad, que resultó con quemaduras.
Más de 2.000 niños por mes son atendidos en la policlínica de La Cruz de Carrasco, ubicada en Juan Agazzi y Luis Antonio Pereira. La mayoría de los niños provienen de los asentamientos de la zona
Esta semana las temperaturas se mantuvieron muy bajas durante todo el día. De madrugada, la sensación térmica está por debajo del 0°C. De acuerdo al pronóstico de la Dirección Nacional de Meteorología. Desde el domingo y hasta ayer el país se mantuvo bajo advertencia amarilla por "ola de frío". Ayer se levantó la recomendación especial aunque las temperaturas continuarán siendo bajas.