Cambio climático

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JUAN ORIBE STEMMER

La eficacia de una estrategia para proteger el ambiente depende del apoyo que consiga en el seno de la sociedad. Y para que ese apoyo exista es necesario que la sociedad esté convencida de tres cosas: que existe un problema, que ese problema puede perjudicarla ya, y que es posible y necesario solucionarlo.

La discusión sobre los argumentos científicos esgrimidos por quienes consideran que existe un cambio del clima global se ha reavivado como resultado de varios errores importantes cometidos por aquellos. Y ello impide o debilita aquel consenso.

Es revelador comparar el caso de la respuesta ante la destrucción de la capa de ozono con la respuesta ante el cambio climático. Aunque los dos problemas tienen bastante en común, las reacciones han sido muy diferentes.

La capa de ozono es una zona de concentración de ese gas en la alta atmósfera. Actúa como un filtro solar que detiene el ingreso de las radiaciones ultravioletas perjudiciales para quienes habitamos la superficie del planeta. El término poco feliz de "agujero" se refiere a zonas de la atmósfera con concentraciones muy bajas de ozono que permiten el ingreso de mayores cantidades de radiaciones ultravioletas.

La capa de ozono fue descubierta en 1913.

Uno de los primeros científicos que la estudió fue el físico y meteorólogo británico Gordon Dobson quien también diseñó, en la década de 1930, un instrumento para medirla desde Tierra. Para la década de 1970 existía una red mundial de estaciones equipadas con el espectrómetro de Dobson. El Instituto Antártico británico (British Antartic Survey) comenzó a monitorear el ozono sobre aquella región en 1956. La información reunida a través de casi tres décadas condujo a que en 1985 tres de sus científicos publicaran un informe advirtiendo acerca de la disminución anormal del ozono sobre las regiones australes.

Se comprobó que el ozono es destruido como resultado de procesos causados por productos químicos (los CFCs livianos) que comenzaron a ser fabricados en gran escala a partir de 1950 por un pequeño grupo de grandes industrias químicas.

La comunidad internacional reaccionó con notable rapidez: el Convenio de Viena sobre la Capa de Ozono fue suscripto en el mismo 1985 y el Protocolo de Montreal apenas dos años más tarde, en 1987. Esos acuerdos recibieron apoyo universal y existen indicios de que el ozono se estaría recuperando.

El éxito de ese ejemplo se debió a varios factores.

Primero, el desafío fue claramente identificado con una sólida y reconocida base científica. Segundo, se estableció una relación directa entre una causa (emisiones de CFCs) y un daño ambiental global inmediato (disminución de la densidad del ozono). Tercero, se identificó un remedio eficaz para el problema (terminar con la producción de CFCs livianos) que no significaba cambios fundamentales ni perjudicaba grandes intereses (las empresas químicas sencillamente cambiaron su producción).

Nada de eso sucede con la hipótesis del cambio climático. Y eso puede explicar muchas cosas.

"La temperatura de la discusión sobre la validez científica del cambio climático ha aumentado".

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