Guillermo Zapiola
Instalado entre dos culturas, el francotunecino Abdelatif Kechiche puede ser un buen ejemplo de las conflictivas identidades europeas de hoy. Su film "Juegos de amor esquivo", recientemente editado en video, lo prueba de manera contundente.
Kechiche llamó recientemente la atención en Venecia con Venus negra, una película que utiliza un hecho real para debatir temas como el racismo y la xenofobia, y el año pasado se conoció en Montevideo su film inmediatamente anterior, Cuscus, que transitaba igualmente el tema de una identidad cultural a recuperar.
Esta película anterior suya recorre un territorio similar, y hay en ella una escena casi surrealista que acaso la define: en un suburbio de París irrumpe un ángel declamando con pasión la obra de Marivaux Juegos del amor y del azar.
En realidad no se trata de un ángel sino de una ferviente admiradora (Sara Forestier), del autor francés. Esa mujer está ensayando para la función que su clase prepara para una fiesta de fin de curso. Su compañero de clase Krimo (Osman Elkharraz) la ve empero efectivamente como ángel.
Prendado de ella, ese quinceañero de familia inmigrante deambula aburrido por el barrio con sus amigos, sin saber cómo manejarse con su amor. Es un joven reservado y lacónico, tiene una reputación por mantener, y expresar sentimientos en público puede ponerlo en ridículo.
Convencerá a un amigo (Rachid Hami), compañero de escena de la chica, que le ceda el papel de Arlequín en la obra que están ensayando. Con las palabras de Marivaux, podrá expresar lo que con las suyas propias considera inconfesable.
La estrategia tiene sus inconvenientes: el protagonista deberá enfrentarse con las dimensiones del texto, la severidad de su profesor y un entorno hostil en el que inciden los chismes, los celos, las antipatías y las diferencias étnicas.
Nacido en Túnez, el director Kechiche ha vivido mayoritariamente en Francia, donde ha desempeñado una carrera como actor y director (incluso actuó en un film norteamericano, Sorry, haters, 2005). Como mucho inmigrante, aparece típicamente escindido entre dos culturas, entre la búsqueda de la integración y la experiencia de la "extrañeza".
De ahí, tal vez, la atracción que sobre él ejerce Marivaux, en quien ha elogiado "la agudeza con que trata los sentimientos humanos, en toda su complejidad y universalidad". También ha dicho que le importa la forma en que el escritor trata a la gente "humilde y común", cosa que confiesa haber intentado en esta película en la que retrata a adolescentes divididos entre dos culturas, que obtuvo cuatro premios César, incluyendo los de mejor película y director, y el premio especial del jurado del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici) 2005.