Es esta la expresión de deseos más fervorosa del día. El calendario oficial indica que mañana es el Día de la Familia. Y está bien que esa sea la denominación, porque la matriz religiosa de la fecha, en un Estado laico como el nuestro, no impide su celebración por todos con independencia de religiones, de creyentes o no creyentes.
La imagen del nacimiento del Redentor, la ternura del cuadro del pesebre de Belén es justamente la imagen de La Familia, célula básica de nuestra sociedad. Esa misma familia que hoy, aquí y en este mundo de locura, sufre cambios y deterioros, perdiendo vigencia, presencia y tradición. Esa familia cuya reivindicación se impone para dentro de lo posible y seguramente con el paso del tiempo, recuperar los valores que la sustentaron y que han quedado por el camino, sucumbiendo a la agresión de tantos factores destructivos.
El Estado, la sociedad jurídicamente organizada, en definitiva todos nosotros, debemos velar por su estabilidad moral y material para la mejor formación de los hijos.
En los tiempos que vivimos, es corriente que este deber no se cumpla o no se cumpla como se debe cumplir. Por ello, la renovación constante de la evocación de la llegada del Mesías tiene que actuar como estímulo para que todos, sin excepción, en esta noche de Paz y de Amor que nos recuerda el villancico, acudamos por un instante a un sitio de nuestros corazones para reflexionar y hacer un examen de nuestras conciencias.
El saber cumplir un deber no es solamente una estrofa del himno patrio. Es una obligación ética, natural si se quiere, exigible a la vista, sin plazo de vencimiento ni de prescripción.
Feliz Navidad para todos.