El gran oprobio

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La mayoría frenteamplista cubrió de oprobio al Senado de la República al dar su voto a la anulación-interpretación-inaplicabilidad de la ley de Caducidad, desconociendo en forma abierta el veredicto de dos consultas populares que se pronunciaron por su vigencia.

La disciplina o dictadura partidaria funcionó a pleno y salvo la excepción del senador Jorge Saravia -que se negó a desconocer la doble opinión del soberano- levantaron sus manos al unísono. Una jornada negra para el Uruguay republicano y democrático, donde un grupo de iluminados se alzó contra la decisión del pueblo y consideró que las mayorías no sirven para nada si no coinciden con sus propias opiniones. Nunca nadie hasta ayer, en toda la gesta uruguaya, se había atrevido a desacatar los resultados de plebiscitos o referéndum. Se consideraban sagrados e intocables.

Ahora no. El Frente Amplio, ese que enseña la historia nacional con la foto de Tabaré Vázquez en su portada, ha escrito una página sombría de nuestra institucionalidad, que no podrán arrancar jamás. Una página que los autodefine en un solo y pavoroso acto: ellos gobiernan, y hacen (o derogan) la Constitución y las leyes a su antojo, sin que importe para nada la voluntad mayoritaria de la ciudadanía expresada en mecanismos de democracia directa.

Enfrente quedó derrotada tras dura lucha, la dignidad de una minoría apegada al respeto de esos valores; la actitud valiente de un senador frentista, Jorge Saravia, que honró a su conciencia y la decisión del senador Fernández Huidobro de acatar la decisión de la mayoría de su partido, pero optar luego por renunciar a su banca en el Senado, en señal de disconformidad.

El resto, fue y es vergüenza.

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