La tristeza del hijo en situación dolorosa

| Estar triste por un motivo justificado no es malo. w No debe confundirse tristeza con depresión.

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Ana María Abel

Lic. Ciencias Familiares

Asus 17 años, Guadalupe manifiesta que es feliz a pesar de que la vida "me ha dado muchos palos". En los últimos cuatro años diagnosticaron un cáncer a su madre, falleció su abuela paterna con quien estaba muy ligada afectivamente y sufrió un desengaño amoroso que la bajoneó por meses.

El dolor no respeta edad ni sexo. La angustia, la incertidumbre o el miedo son compañeros de la condición humana y pueden hacer acto de presencia tempranamente: en la infancia, adolescencia o juventud, etapas vitales en las que el futuro se plantea como un camino de ilusiones y posibilidades. Episodios dolorosos en estas edades son superables sin dejar huellas traumáticas dependiendo de muchos factores. Pueden ayudar a forjar una personalidad madura si los familiares saben apoyarlos y logran sobreponerse en un tiempo prudencial.

Estar triste porque ha sucedido algo que lo justifica, no es malo: manifiesta una afectividad normal que se enfrenta con algo desagradable o doloroso. El Ps. Alejandro de Barbieri, fundador del Celae (Centro de Logoterapia y Análisis Existencial) con sede en Montevideo, destaca la importancia de no confundir los períodos de tristeza con cuadros depresivos. Todos pasamos por etapas en las que el estado anímico no es todo lo exultante que desearíamos y bastan unos meses para sobreponerse. Pasado ese lapso -diferente para cada caso- debemos estar alertas.

Cuando Sergio perdió a dos amigos en un accidente, sus padres procuraron sacarlo del agujero en que estaba hundido y hacerle hablar del tema. Al principio le costó. Finalmente Sergio pudo ver esa pérdida desde una perspectiva diferente y servirse del recuerdo de los buenos momentos que vivió junto a sus amigos, para recuperar el valor de la amistad y el sentido de su propia vida.

Vícktor E. Frankl (1905-1997), catedrático de Neurología y Psiquiatría de la Universidad de Viena llamó "autotrascendencia" a la capacidad de salir de uno mismo para volcarse en una tarea concreta, encontrar una persona a quien amar o descubrir, para satisfacer con esfuerzo, la necesidad humana de vivir con un sentido a pesar del inevitable sufrimiento.

La moderna psiquiatría señala que el problema más importante en situaciones dolorosas, no reside en las experiencias traumáticas "reprimidas" de la infancia, sino en reprimir hoy las posibilidades del futuro: no saber dar un sentido a lo que nos pasa ahora, cierra nuestro horizonte existencial. Cuando parece que no se puede hacer nada más, todavía se puede hacer algo: cambiar la actitud personal ante las situaciones adversas.

La actuación de los padres cuando un hijo se mete en la cueva del dolor, ha de trasuntar respeto por su intimidad y suscitar confianza. Es importante "estar ahí" para cuando necesite la escucha empática de sus palabras o de su lenguaje corporal, para apoyarlo en el encuentro del sentido de su vida, tarea que conjuga lo psicológico y lo espiritual.

(flia@iuf.edu.uy)

El castigo físico.

Un 48% de padres y madres opina que cachetadas y azotes son necesarios "a veces". Un 2% "muchas veces". La Psic. Marianella Ciompi, egresada de la UCU y psicoterapeuta, señala que educar con firmeza no es sinónimo de hacerlo empleando estas manifestaciones de violencia.

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