Gobernar es mandar

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En medio del desquicio educativo, con un grupo de profesores montevideanos ocupando locales para sabotear la aplicación de la ley que creó entre otras cosas el programa ProMejora, el secretario de la Presidencia, Alberto Breccia transmitió el pensamiento del Presidente Mujica para explicar su inacción: "Gobernar no es mandar, gobernar es convencer. El Presidente es un convencido de que esto es importante señalarlo porque en ese marco se va a llevar adelante ese proceso de discusión". Se equivocó feo.

1) Si "gobernar es convencer" y no mandar, en el tema educativo ¿a quién hay que convencer? ¿A los educadores? ¿A todos o solo a algunos? ¿A los educandos? ¿A los padres de los educandos? ¿A los abuelos, hermanos, tíos y primos de los educandos? ¿Por qué a unos sí y a los otros no? ¿Es que acaso algún ciudadano tiene más derecho que otros? ¿La educación no afecta prácticamente por igual, desde un punto de vista u otro, a toda la sociedad? Querer convencer solamente a ciertos educadores, escucharlos sólo a ellos, nos parece un acto de absoluta discriminación, arbitrario, abusivo y propio de los autoritarismos. El tema de la Enseñanza interesa a toda la sociedad. Hay un mínimo de medio millón de personas involucradas, de una manera u otra, para convencer. Menudo trabajo y tiempo le va a llevar.

2) Si no los convencemos, ¿qué hacemos? ¿Llamamos a un plebiscito? ¿Respetamos su resultado o solo si coincide con la opinión del Presidente y su partido político?

Dejemos la dialéctica de lado: gobernar es mandar. En democracia, el Presidente de la República tiene el mandato del pueblo para gobernar y tomar decisiones. Para eso son las elecciones, para elegir a quien se le delegará la función -por cinco años, renovables o no a su Partido- de resolver y dirigir los rumbos del país y adoptar las medidas para asegurar el bienestar general. La autoridad, el ejercicio de ella es fundamental para vivir en sociedad y ordenar su existencia. Obvio que debe hacerlo bajo los límites que la Constitución y la Ley impongan, porque si no se atravesaría la línea que conduce al autoritarismo (peligroso atajo para destruir la democracia). Pero dentro de ellas, no puede rehuir de sus responsabilidades y menos en temas esenciales. Aquí se trata de hacer cumplir una ley, que contó con la iniciativa del Consejo Directivo de la Enseñanza (Codicen), con el visto bueno del Poder Ejecutivo (que encabeza el Presidente de la República) que incluyó ese programa en su proyecto de Presupuesto y con la aprobación del Poder Legislativo, con mayoría abrumadora.

El problema es que el Presidente no toma las decisiones y los que sí lo hacen, son los corporativismos para imponer su voluntad. Ellos no buscan convencer a nadie; sin ninguna legitimidad, apabullan y arremeten -"de prepo"- para hacer prevalecer su ideología y expulsan a los que piensan distinto (pobre libertad de pensamiento). Lo tremendamente grave es que se trata del incumplimiento de una ley: la resistencia, las ocupaciones y la prepotencia lo que buscan es impedir que un texto legal se aplique. Y esto, señor Presidente, no lo puede permitir, no lo puede negociar e importa un ardite si los puede convencer. Con sus indecisiones o con su decisión de no decidirse, está afectando directamente el Estado de Derecho y el imperio de la legalidad. ¿O es acaso necesario que para que una ley se aplique haya que convencer de sus bondades a una minoría, solamente por el hecho de que está movilizada? ¿Dónde quedan los derechos de los que simplemente acatan la ley y no están movilizados?

La sensación de vacío en el Poder -en el Poder legítimo- es cada día más preocupante; la lectura es que hay un desconcierto generalizado, donde el Presidente no asume sus responsabilidades -con el argumento del diálogo las tira para el talud- y trata de ocultar su inacción con protagonismos tan absurdos como lejanos y contrarios al cargo que ocupa: reparte volantes por 18 y aconseja no incurrir en violencia doméstica porque se puede ir preso; en una cumbre regional de Presidentes, se pasea con una chaqueta militar que lleva la bandera que no es la de su país y "chamuya" que en materia internacional "tenemos que hacer como esos pibes que están en el semáforo: manguear a todo el que pasa".

Serán anécdotas menores, pero es lo que hay en agenda mientras no se gobierna.

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