Brillos de dos formaciones francesas

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Ensemble orquestral de parIs y coro accentus

ficha

Director: Laurence Equilbey. Solistas: Mireille Delunsch, Matthew Brook, Marie Griffet. Programa: "La mort de Cléopatre" y "Méditation religieuse op 18 N° 1", de Héctor Berlioz; "Requiem en re menor op. 48", de Gabriel Fauré. Presenta: Centro Cultural de Música. Sala: Solís, 5 de octubre.

Desde 1803 se instituyó en el Conservatorio de París el Prix de Rome para jóvenes compositores, el cual permitía que el ganador pasara un año estudiando en la Villa Medicis de la capital italiana. También le otorgaba el derecho a una pensión por cinco años. Los participantes tenían que presentar una fuga como prueba de sus habilidades de composición y los cuatro candidatos finalistas estaban obligados a escribir una cantata dramática con un texto elegido por el jurado. Berlioz se presentó cuatro veces a esa competencia obteniendo la segunda vez el segundo premio con Herminia (1828) y en la cuarta tentativa obtuvo finalmente el primer premio con La muerte de Sardanápalo (1830). Las otras dos cantatas no gozaron de un reconocimiento. Ellas son La muerte de Orfeo (1827) y La muerte de Cleopatra (1829). Sin embargo esta última, a diferencia de las otras, mantiene una permanencia merecida en las salas de concierto, debido a la predilección que tienen por ella las sopranos y mezzosopranos. Esta obra sumamente audaz y original para la época posee una riqueza melódica, expresiva hasta el exceso, con sucesiones armónicas encontradas y unidas a una enarmonia a veces intemperante. La soprano Mireille Delunsch dio una interpretación correcta de la obra y su voz lució sobre todo en el registro agudo, no así en el centro y en los graves, donde no pudo exhibir el dramatismo que la obra exige. Por su parte la directora Laurence Equilbey tuvo una conducción precisa, respetando al máximo todos los matices y consiguiendo que la orquesta mostrara una calidad sonora excepcional.

Luego se escuchó en primera audición para Uruguay la Meditación religiosa para coro y orquesta del mismo autor. Esta pequeña joya fue escrita en 1831 después de obtener el mencionado premio durante su estadía en la ciudad eterna. Fue su fuente de inspiración la obra en prosa de Thomas Moore. Si tomamos dos frases elegidas por el compositor, bastarían para transmitir el significado de esta música: "El mundo en el que vivimos es una sombra fugitiva, lo único verdadero es el cielo. No hay nada más brillante y calmo que el cielo". En esta obra el Coro Accentus hizo su aparición mostrando sus magníficas voces de modo verdaderamente celestial. Su refinamiento expresivo fue acompañado eficazmente por una orquesta con un sonido siempre envolvente y aterciopelado. Demás está decir que la directora con su gesto carismático lograba el perfecto equilibrio entre la masa coral y orquestal.

Finalmente la velada se completó con el hermoso Requiem de Fauré, compuesto entre 1886 y 1888, estrenada en la Iglesia de la Madeleine el 16 de enero de 1888. Es posible que la muerte de su padre acaecida tres años antes y la de su madre quince días antes del estreno hayan influido en algún modo en la obra, tal como lo indica la dedicatoria "A la memoria de mis padres". Fauré no le temía a la muerte, para él ella era una liberación que llevaba a una felicidad eterna en el más allá. Por eso él consideraba su Requiem un arrullo a la muerte. A diferencia de la mayoría de las misas de difuntos, que contienen el Dies Irae y Rex Tremendae, esta obra carece de estos momentos apocalípticos y los sustituye por dos números del oficio de los difuntos, Libera me y la antífona In Paradisum, que reflejan el pensamiento respecto a la muerte. Fue la obra elegida por el propio compositor para ser ejecutada en su funeral en 1924.

Sin lugar a dudas la directora superó las altas expectativas que el público tendría tratándose de una obra de tal envergadura. Su interpretación fue de una calidad excepcional, donde la transparencia conductiva y el empaste homogéneo lejos de ser una contradicción crearon una textura uniforme y diáfana a la vez. Las partes solistas asignadas al barítono Matthew Brook y a la primera soprano del coro Marie Griffet fueron dignamente interpretadas.

El público mostró su beneplácito con numerosos aplausos, logrando así dos fantásticos bises: en primer lugar la conmovedora Cantique de Jean Racine de Fauré, para finalizar con la bulliciosa y arrebatadora Farándula de la suite La Arlesiana de Bizet. No sería la primera vez que el bis casi supera al programa.

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