HERNÁN SORHUET GELÓS
Los países del orbe arribarán a la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable -o Cumbre RÍO+20- con objetivos muy ambiciosos.
Se deberían dar pasos firmes hacia la modificación del actual modelo de desarrollo para hacerlo mucho más justo y sustentable. Al mismo tiempo, habrá que lograr avances sustanciales en procura de erradicar la pobreza.
En lo que tiene que ver con la desconfianza generalizada que esta megarreunión provoca en la sociedad civil -producto de la falta de cumplimiento de acuerdos anteriores-, es propósito de gobiernos y organizaciones asistentes, lograr el fortalecimiento de los compromisos políticos que se logren a favor del desarrollo sustentable.
Encabeza la agenda de la Cumbre la discusión de la propuesta que impulsa, lo que se ha denominado "economía verde". Sería un nuevo modelo económico, que desplazaría al actual. No pondría el hincapié en un fuerte desempeño económico, sino que buscará, en forma equilibrada, objetivos sociales, económicos y ambientales.
La idea no es nueva. Rescata lo esencial de la Cumbre RÍO `92, en la que se presentó con gran pompa y lógica euforia, el concepto de desarrollo sostenible, pero con diferente nombre.
Resulta frustrante que después de dos décadas ocurra esto, porque significa que desperdiciamos tiempo, dinero, buenas ideas, compromisos honestos, tecnología. En otras palabras, se permitió que se agravaran las crisis que ya estaban bien identificadas a fines del siglo pasado.
Pero si vamos un poco más al fondo del asunto, las posibilidad es no mejorar. Es que si realmente se quiere implantar un nuevo modelo económico que tome en consideración igualitaria las objetivos sociales, productivos y ambientales, será necesario, entre otras cosas, introducir cambios profundos en los modelos de producción y de consumo, en las reglas del comercio y en funcionamiento del mundo financiero -que tantos dolores de cabeza han ocasionado a millones de personas inocentes.
Parece difícil, si no imposible, que estas transformaciones de fondo ocurran en el corto o mediano plazo, porque implica instalar la incertidumbre en sectores que manejan la economía, las finanzas, el comercio, la producción a gran escala; algo que no aceptarán de buena gana.
También existe una dificultad conceptual, pues co-mo dice Al Gore en su reconocido libro "La Tierra en juego", la mayoría de los manuales de economía casi no consideran algo tan importante como la degradación de los recursos naturales involucrados, o la contaminación que provocan las actividades productivas, a la hora de tomar decisiones económicas en un país o en una región.
Parece difícil que las economías del mundo, en particular las desarrolladas, dejen de funcionar a base de los combustibles fósiles, para pasar al uso a gran escala de las energías renovables.
Por su parte, para que tenga éxito la lucha contra la pobreza se necesita mucha solidaridad internacional, apuestas muy fuertes a la educación, salud y trabajo para millones de personas, eficientes programas de vivienda, saneamiento y agua potable; alimentación, etc.
En RÍO+20 tendremos la oportunidad de comprobar en grado de compromiso y responsabilidad que están dispuestos a asumir los actuales conductores de nuestros destinos.