HERNÁN SORHUET GELÓS
Hace dos décadas la humanidad experimentó un cambio transformador de enorme significación, cuando comprendió que su mejor futuro dependía de lograr un cambio de rumbo en sus estrategias de desarrollo.
Lo primero fue fortalecer una idea sobre la cual construir un nuevo paradigma apoyado en cuatro pilares: ecología, educación, economía y empoderamiento.
Sin la férrea aplicación de los principios de la conservación, es imposible asegurar la sustentabilidad de la diversidad biológica -base fundamental de la sociedad humana. La actual crisis ambien- tal que experimenta el planeta es una prueba contundente de ello, y una alarma que aumenta sus decibeles.
Nadie discute que la educación es el único camino posible hacia la erradicación de la pobreza, así como para lograr mayor equidad, generar conocimiento y promover el crecimiento de las personas. Las desigualdades actuales que existen en este terreno son terribles.
En el plano económico es donde se hace más evidente la dificultad de arribar a consensos, pues los intereses particulares, nacionales y corporativos son muy difíciles de modificar. Las resistencias son enormes pues, nuestro sentimiento de pertenencia a los grupos es una condición genética muy potente, que aflora, una y otra vez. Esta condición tan humana, no hay que combatirla porque no es mala en sí misma. Lo que sí hay que modificar es la individualización del grupo al que pertenecemos, y como sabemos, es el que concentra nuestra mayor atención y desvelos. El cambio cualitativo ocurrirá cuando comprendamos que nuestro grupo principal es la humanidad, porque así nos lo impone la realidad planetaria. Es evidente que el mundo resulta cada vez "más pequeño", y los destinos de los pueblos y las comunidades están más interrelacionados. Es un proceso en constante progresión, lo cual hace suponer que la realidad -que ya está a la vuelta de la esquina- nos obligará a modificar nuestro chip mental en ese sentido.
En la cumbre Río+20 que ya comienza se discutirán los alcances de una "economía verde", propuesta como parte de ese cambio de rumbo que necesita la humanidad.
No se sabe exactamente de qué se está hablando, pues como ocurrió con el propio concepto de "desarrollo sostenible", incluye alcances y puntos de vista muy diferentes. Lo que sí parece claro es que ha madurado el concepto de que la economía -tan importante para darle bienestar a los pueblos- ya no puede concebirse sin garantizar la conservación de los ecosistemas y la equidad.
El cuarto pilar del nuevo modelo es el empoderamiento. Una extraña palabra para definir algo tan obvio y necesario. Si se reclama avances extraordinarios en la educación de los pueblos es porque se le reconoce a las personas y a los grupos sociales un protagonismo irrenunciable en el ejercicio del poder. Este concepto transformador, que sin duda fortalece el espíritu democrático, se basa en la toma de conciencia de la gente del poder individual y colectivo que tiene para gestionar y resolver sus problemas. Está directamente vinculado a la educación del individuo y a su acceso a la información, porque requiere que las personas fortalezcan sus capacidades y aumenten su protagonismo, con el fin de impulsar cambios positivos en las situaciones que viven.
En Río+20 se debería colocar la piedra fundamental de la ciudadanía planetaria.