A principios del siglo XX el sociólogo Robert Michels formuló "la ley de hierro de la oligarquía" al estudiar a los partidos políticos -en particular, a la izquierda de su Alemania natal-.
Se trata de una inevitable ley (por eso "de hierro") que explica la evolución de esas organizaciones. Señala que, incluso en los partidos que pretenden ser auténticos intérpretes de la voluntad del pueblo, siempre termina gobernando una minoría. En esos partidos, escribió Michels, los líderes se emancipan rápidamente de la voluntad de la masa y de su perfil revolucionario, y se vuelven conservadores. Así, las organizaciones políticas pronto dejan de ser un medio para alcanzar determinados objetivos socioeconómicos, y se transforman en un fin en sí mismo.
Los resultados de las elecciones internas de mayo del Frente Amplio muestran claramente que la izquierda está gobernada por una oligarquía conservadora.
Cierto es que de los 140.000 frenteamplistas que votaron, hubo una mayoría clara a favor de la conjunción del Frente Líber Seregni y del Partido Socialista y, notoriamente, a favor de su candidata presidencial Xavier. En esta perspectiva, algunos analistas señalaron que la izquierda apostó a su renovación generacional, y también a avanzar en un proceso de modernización en un sentido socialdemócrata, sin dejar de lado la perspectiva plural -cuya mejor ilustración es la imagen de colcha de retazos sectoriales y partidarios que conforman la unidad frenteamplista-.
Sin embargo, en realidad, el complejo esquema de asignación de cargos de la interna frenteamplista terminará beneficiando, una vez más, a la oligarquía militante. Una oligarquía que sigue reivindicando a Cuba; que está obsesionada por dar el "giro a la izquierda"; que reniega de la democracia burguesa y del sistema capitalista; que apuesta a la colectivización de los medios de producción; y que, en términos de Michels, es conservadora y hace de su supervivencia en la estructura partidaria un fin en sí mismo.
Así, la elección interna del Frente Amplio termina siendo un gran engaño. Porque el plenario nacional, que es el máximo órgano de decisión de la coalición, tiene una configuración particular que otorga un peso predominante a los representantes de las bases -a esos militantes que son la oligarquía frenteamplista-.
No importa que esos representantes sean votados por mucho menos gente que los representantes de los sectores. Y ni qué decir que para el Frente Amplio tampoco importa que esos oligarcas de las bases no tengan prácticamente ninguna legitimidad, comparativamente hablando, con relación al bien ganado apoyo de los precandidatos presidenciales frentistas. Lo que sí importa es que a pesar de ser unos ilustres desconocidos, estos oligarcas del comité tendrán para repartirse 85 cargos en el plenario de la coalición. Es la misma cifra que tienen asignados los representantes de los sectores definidos por el pueblo frenteamplista en sus elecciones internas.
¿Y a quién responden estos oligarcas? Ya sabemos hoy que al menos dos de cada tres electos para estos 85 cargos de las bases son militantes alineados al Movimiento de Participación Popular o al Partido Comunista -que, como sector, apenas si superó los 15.000 votos en las internas.
Así, las bases del Frente Amplio, y en particular los comunistas, son la verdadera oligarquía del país. Sin apoyo electoral mayoritario, dominan la estructura de poder del partido gobernante. Poco importa entonces lo que siempre repiten el astorismo y sus aliados en la interna, cuando reclaman limitar el peso de los representantes de las bases en las decisiones del Frente Amplio. Porque si bien hay mucho de verdad en su argumento, cuando dicen que esa gente no representa el sentir de la mayoría de los votantes de izquierda, la realidad es que esa oligarquía busca su supervivencia, y no está dispuesta a poner en tela de juicio su preponderante lugar. Por ejemplo: cualquier cambio que se plantee a los estatutos vigentes precisará de mayorías especiales, y es sabido que esa oligarquía no serruchará la rama en la que está sentada.
¿Qué puede lograr entonces la presidencia de Xavier? Si no emprende un camino rupturista que esté dispuesto a quebrarle el pescuezo a esta oligarquía frenteamplista, lo más seguro es que no logrará ningún cambio relevante en la izquierda del país.