En algún lugar al sur de Melo, científicos uruguayos descubrieron la prueba de vida animal compleja más antigua del mundo. Se trata de fósiles que tienen 585 millones de años, o sea 30 millones de años más que todo lo encontrado anteriormente. En esos tiempos viejos, un océano cubría lo que hoy es Cerro Largo. Por el fondo marino, diminutas lombrices se desplazaban dejando delgados surcos. Rastros de su paso, que hoy les permiten ostentar el título de ancestros más antiguos de la vida animal del mundo.
Hasta ahora los fósiles más antiguos que se habían hallado (en Rusia), estaban datados en 555 millones de años. Se sabe que la vida animal surgió en el agua y que luego las especies evolucionaron hasta hacerse resistentes a una serie de condiciones específicas de la vida terrestre. Los peces derivaron en anfibios, luego vinieron los reptiles y algunos vertebrados. Pero ahora estamos ante una especie de gusanos que son ancestros de todos los animales que existen en la Tierra, incluso nosotros mismos.
Es un orgullo no solo que estos fósiles reubiquen en millones de años y en territorio nacional el origen de la vida animal, sino que quienes hicieron el hallazgo sean dos uruguayos: Ernesto Pecoits y Natalie Aubet, ambos licenciados en geología por la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República e investigadores de la Universidad de Alberta de Canadá. Pecoits, autor principal del estudio expresó en forma sencilla y clara: "Con este descubrimiento se está estirando hacia atrás el origen de los animales con movilidad".
Pero el orgullo conlleva preocupaciones. Por ejemplo, la que deriva del eventual avance del turismo, que con su curiosidad sin límites, puede poner en peligro la integridad del sitio. Uruguay hoy ya cuenta con lugares prehistóricos notables posiblemente dignos de figurar en la lista de patrimonio mundial donde ya está Colonia del Sacramento, junto con unos 120 puntos latinoamericanos que integran la lista de 900 sitios de patrimonio mundial del planeta. Allí está la localidad rupestre de Chamangá situada en el Departamento de Flores. Una zona de 12.000 hectáreas que abarca 41 pictografías realizadas con pigmentos naturales hace más de 3000 años. Este sitio fue objeto de destrucciones parciales en el pasado y si bien entró al Sistema de Áreas Protegidas luego de haberlo hecho la Quebrada de los Cuervos, los Esteros de Farrapos e islas del Río Uruguay, el Parque Nacional Cabo Polonio y el Valle del Lunarejo, merece un amparo muy particular dirigido a su salvaguarda con el fin de ayudar a evaluar el pasado prehistórico.
Cabe esperar que similares inquietudes se desplieguen respecto de lo hallado al sur de Melo. Por ejemplo, Unesco en 1998 emitió un informe acerca de la zona de Chamangá, declarando que ella tiene un interés justificado y que todo el país debe proteger el área. Eso marca un rumbo posible que tiene sus orígenes en experiencias co-mo las de Altamira en España, cuya cueva tuvo que ser cerrada al público en 1972. Asimismo, el esfuerzo de arqueólogos nacionales como Mario Trindade, inquieto por preservar piedras grabadas, petroglifos milenarios y cuevas donde se buscan otros materiales valiosos en territorio uruguayo.
Será bueno aprovechar los resultados de experiencias ajenas, aplicándolos a lo que puede devenir lo hallado en Cerro Largo por Pecoits y Aubet.