De cada diez hogares uruguayos, cuatro son dirigidos por una mujer, por lo que hoy son más de 450.000 las jefas de hogar. Las madres solas son más proclives a caer en la pobreza y dependen más de las transferencias, que representan el 30% de sus ingresos.
Cuando estaba pisando los 40 años, Ana María se divorció del padre de sus dos hijos y tuvo que salir a buscar trabajo. Le fue difícil encontrar empleo, y terminó tomando un puesto de cuidadora en un residencial de ancianos cerca de su casa, en Shangrilá, donde le pagaban poco menos de $ 8.000. Con el aporte del padre alcanzaba solo a pagar el alquiler, y debía mantener a sus dos hijos adolescentes con su sueldo. "No era nada fácil, era una economía de guerra", comentó. Este año decidió irse a vivir a Rocha, donde se siente "más contenida", porque tiene amigos "que son como familiares". Trabaja como recepcionista en un hotel y gana un sueldo mejor, pero con la mudanza debió enfrentar "una situación muy difícil" porque su hijo mayor decidió quedarse en la capital con su padre. "Esa es una lucha que tengo hasta ahora. Espero que el año que viene se venga", contó.
En 2011 el 39,1% de los hogares estaban dirigidos por mujeres según la Encuesta Continua de Hogares (ECH), pero podrían ser más. La determinación de la jefatura surge de la autodeclaración de sus integrantes, no de una evaluación de quién aporta el mayor ingreso. "Si existe la pareja masculina, normalmente se autodeclara jefe de hogar, aunque esté desocupado", comentó Alma Espino, investigadora del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República. Con un número de hogares de aproximadamente 1.161.000, las jefas mujeres son actualmente más de 450.000.
Según Espino, los hogares femeninos se dividan en tres tercios: un tercio son unipersonales, otro tercio monoparentales y el resto extendidos o sin núcleo conyugal.
Además, los hogares con jefatura femenina vienen en aumento en las últimas décadas. Las mujeres de entre 25 y 65 años que son jefas pasaron de ser el 19% en 1990 a superar el 31% en 2010, según datos de la ECH. Y los hogares monoparentales femeninos pasaron de ser el 6,7% en 1986 a 10,4% en 2011, por lo que hoy hay unas 120.000 madres que viven solas con sus hijos.
Uno de los principales motivos de este incremento es el aumento de los divorcios. Según los últimos datos disponibles, en 2004 el número de divorcios aumentó 110% con respecto a 1990, y por primera vez fueron más los divorcios (14.300) que los casamientos (13.123).
Los hogares con jefatura femenina, "pueden ser más vulnerables en términos de pobreza, en primer lugar porque tiene un solo ingreso y además porque normalmente las mujeres perciben ingresos menores a los hombres", indicó Espino.
El estudio "Desigualdades en los ingresos: ¿qué es de la autonomía económica de las mujeres?" del Instituto Nacional de las Mujeres del Mides de noviembre de 2010, indica que las mujeres ganan en promedio 30% menos que los varones.
Este estudio señala que "las mujeres de los hogares de menor nivel económico se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad y con barreras fuertes para acceder al mercado de empleo, lo que tiene como correlato una mayor probabilidad de pérdida de bienestar y un mayor riesgo de caer en situaciones de pobreza".
Los hogares monoparentales femeninos están sobrerrepresentados en los hogares indigentes. Según ese mismo estudio, el 22% de las familias indigentes están integradas por una mujer con hijos a cargo, mientras que en los hogares no pobres los monoparentales femeninos son solo el 9%.
Carmen tiene 47 años, vive en Piedras Blancas y tiene tres hijos varones: Jairo, Leandro y Elías, de 23, 17 y 12 años. Estuvo casada durante 27 años y ahora está separada hace seis, pero de todos modos afirma que ella siempre se hizo cargo del hogar. "Siempre fui yo la que llevé todo adelante. Mi marido no trabajaba, o cuando trabajaba se tomaba todo el sueldo. Acá nunca trajo un peso", contó. Carmen es auxiliar de cocina en un Caif y hace limpiezas y "changas" ocasionales. De asistencia social recibe solamente $ 750 mensuales de la tarjeta alimentaria del Mides.
"Yo no le hago asco al trabajo, lo hago con mucho gusto. Pero hay momentos que te sentís sola. Te sentís que no tenés un apoyo", contó Carmen. Con todo, cuenta con orgullo cómo han salido adelante sus hijos, a pesar de "vivir en un cante". Jairo trabaja en la Intendencia, vive con su pareja y ya tiene dos hijos pequeños; Leandro está en tercer año de la UTU estudiando técnico en electrónica y Elías cursa 5° año de escuela.
En los hogares monoparentales femeninos, los ingresos provenientes de transferencias sociales tienen un peso mucho mayor que en los demás. Según el estudio del Mides, en los hogares biparentales con hijos los ingresos por trabajo representan el 74,6% del total, mientras que en los monoparentales femeninos son solo el 51,7%. El resto de los ingresos corresponden, entre otros, a jubilaciones (4,6%), pensiones (7,7%), transferencias de otros hogares (5,3%), asignaciones familiares (1,5%) y otras transferencias que en total suman el 31,4% de ingresos.
TRES TESTIMONIOS DE MUJERES AL FRENTE DEL HOGAR
Meryellin: "La parte de ser mujer está relegada"
Lo más difícil es no tener tiempos para una. En este momento soy primero madre y después odontóloga. La parte de mujer está relegada a un último plano, cuando mis hijos no están", contó Meryellin (42), madre de Gastón (9) y Amalia (3). "También cuando estás cansada, cuesta no tener ni un rato para tirarte a leer. Y hay veces que te sentís sola. En las noches, por ejemplo, tener que estar jugando tu sola con ellos o estar sola compartiendo un libro, llenando esos espacios", agregó.
Si bien el padre está presente, "lo ven como para la diversión, alguien con quien se van el fin de semana a pasarla bien, a la playa o al campo. Pero la figura que pone los límites soy yo", indicó. Estas vacaciones de julio, Meryellin aprovechó para hacer un viaje sola durante una semana a Brasil. "Esa semana se quedaron con el padre. Me fui en una excursión con un grupo de gente. Aproveché para llevarme mis lecturas, a hacer las cosas que me gustan, y si me preguntás si los extrañé; no, no los extrañé", comentó. "Los llamaba cada mañana y sabía que estaba todo en orden, y después me liberaba".
Carmen: "Siempre la luché sola; no es nada fácil"
Hay días que me dan ganas de quedarme en la cama, de no ir a trabajar y descansar. Pero después pienso en los gurises y se me va", comentó Carmen (47), divorciada y madre de tres varones, que "siempre" se hizo cargo del hogar, incluso durante los 27 años que estuvo casada. "Siempre la luché sola. Parece fácil y pero no es nada fácil. Las cosas están cada vez más caras, los chiquilines requieren cada vez más cosas. Mis hijos estudian y van a un club por el INAU. No tengo que pagar nada, pero más o menos tienen que andar prolijos en la calle. Y los gurises ahora quieren todo de marca", agregó Carmen, que vive en Piedras Blancas y es auxiliar de cocina en un Caif. Su casa es de material y techo de chapa. Afirma que es "muy estricta" con sus hijos, y que por suerte "no se han metido con gente del barrio que anda en la droga". El mayor, Jairo, "es muy serio, viene del trabajo a la casa y no sale. Leandro, el segundo, sale un poco más, pero es tranquilo. Pero es difícil criarlos, están en una edad muy rebelde", dijo.
Ana María: "Me descansé en el padre; fue un error"
A veces me estreso mucho. Una se hace cargo de todo, y como sé que soy yo la que tiene que resolverlo, yo y nadie más que yo, siento ciertas inseguridades", contó Ana María, una madre divorciada con dos hijos adolescentes. "No tengo ni padre ni madre y por más que sea una mujer grande necesito a veces esos apoyos", agregó. Cuando se divorció, hace cuatro años, tuvo que salir a trabajar. "Cuando te separás a cierta edad las cosas se te dificultan más. Yo me dedicaba a los nenes y él salía a trabajar.
Yo también me descansé mucho en el padre. Eso fue un error mío. Hoy considero que ninguna mujer aún estando en un matrimonio puede dejar de ser independiente. Un día pasa algo y no sabés para dónde agarrar", contó.
"Fue complicado porque son limitados los lugares donde podés emplearte", dijo. Trabajó en un residencial de ancianos, luego se mudó de Shangrilá a Rocha. Hoy es recepcionista en un hotel e intenta rearmar su vida. "Me dedico a las cosas de mi casa, a mis hijos, empecé a hacer gimnasia, trato de estar en contacto con alguna amiga y cumplir mi horario de trabajo".