JORGE ABBONDANZA
Esto no es un balance del año en materia de artes plásticas. Es en todo caso un recordatorio de algunos grandes momentos en el curso de esa temporada que acaba de cerrarse, con apuntes sobre el carácter que tuvieron esos momentos.
Memorizar ahora la belleza o la intensidad de unos veinte acontecimientos que se ubicaron en 2011, puede ser útil para que no se borren de la cabeza cuando cambia el almanaque, pero también para no olvidar el nombre de algunos artistas uruguayos que merecen estar vivos en la atención de la gente, incorporándose así a su escala de valores y a su capacidad de disfrute. Porque de esa manera este país puede despabilarse y ser capaz de retener algo más que el nombre de los políticos, los futbolistas o los faranduleros de la televisión. Corresponde pasar lista de manera ordenada a lo largo de esos meses del año pasado:
Febrero. La muestra de Óscar Larroca en el Subte municipal, llamada "Bordes", alcanzaba una nueva frontera de virtuosismo para manejar la pintura y las técnicas mixtas, ilustrando un mundo donde los íconos modernos se cruzaban con siluetas renacentistas hasta redondear un jardín de múltiples delicias visuales. La exposición de Francisco Tomsich en el Museo Blanes, recurría al "arte povera" para manipular objetos elementales, de los que extrajo un partido de extraordinaria expresividad.
Marzo. En el Espacio de Arte Contemporáneo, que ocupa una parte de la excárcel de Miguelete, varios artistas intervinieron las celdas del subsuelo y crearon allí unas atmósferas envolventes, liberando de muchas maneras lo que fue un espacio de encierro. Se trataba de la tercera edición de esa propuesta colectiva, que tuvo menos público del que merece el lugar, hermosamente reciclado en parte de sus áreas y que conserva en el resto el dramático perfil arquitectónico de su origen.
Abril. En el Subte de la Plaza Fabini, la muestra "Designificación" de Daniel Gallo, que tenía alcance retrospectivo, exhibió la portentosa habilidad manual del artista en pintura y construcciones de madera policromada, donde el humor se asociaba a la irresistible hermosura del resultado, capaz de cautivar a cualquier visitante. En la Alianza Francesa, la instalación "Atavismos" de Eduardo Olascuaga desplegó grandes telas con imágenes del hombre en sus luchas contemporáneas y el arrastre de violencias del pasado, con un potencial parecido al de las experimentaciones previas de ese artista en plena evolución de sus notables medios expresivos.
Mayo. Javier Bassi expuso "In/visibilidad" en el Museo Nacional de Artes Visuales. Lo hizo con piezas de gran formato, dominadas por un riguroso lenguaje donde el negro cubría las superficies, apenas quebrado por la presencia del blanco. El pintor alcanzó con esa selección un apogeo de sus habituales intensidades y de la inteligencia casi magnética con que traslada las emociones a su obra actual. En el mismo museo, una exposición de veinte dibujantes alemanes. "Linie-Line-Línea", abrió un deslumbrador abanico de las posibilidades del trazo en lápiz o tinta, abarcando una ilimitada variedad de estilos, desde el desmelenado automatismo hasta la minuciosa filigrana.
Junio. Lo que trajo Fidel Sclavo al Centro Cultural de España era una desembocadura de sus décadas de ejercitación del dibujo, llegando a un extremo de despojamiento para convertir su caligrafía en un lenguaje casi embrujador. Otro dibujante, Domingo Ferreira, colgó en el Museo de Arte Contemporáneo una hilera de ilustraciones llenas de encanto y surcadas por la madurez con que sabe engarzarles las ideas, en una línea personal envidiablemente discreta. Una muestra conjunta del escultor uruguayo Carlos Guinovart y el pintor argentino Sergio Boccaccio, combinó la energía de esos dos lenguajes con resultados espectaculares en el Espacio Cultural Contemporáneo de la Plaza Independencia.
Julio. "Un tal Clemente" se tituló la exposición de objetos y pequeñas esculturas de J .J. Núñez en el Blanes, que era un homenaje a Felisberto Hernández y también una confirmación de la incomparable libertad formal con que se maneja el artista. Mezclando la ironía, la paleta radiante y la soltura de trazo, Giancarlo Puppo brilló en "El hilo de plata" que pudo verse en el MAC y fue un bienvenido reencuentro con ese artista casi uruguayo.
Agosto. Otro viajero rioplatense, Hermenegildo Sábat, cambió de vereda para mostrar en el Espacio Cultural Contemporáneo su serie de retratos de semblantes anónimos que llamó "Héroes de la dependencia", donde su sarcasmo se codeaba con el robusto expresionismo que vuelca en su pintura. El desfile de rostros era una visión totalizadora sobre una sociedad actual no siempre grata.
Octubre. Inspirándose en dos cuentos de Borges, la pintura de Enrique Badaró hizo estallar en la Alianza Francesa una energía de forma y de color apabullante, al mismo tiempo que cuidaba el vínculo entre la pintura y las letras de manera siempre elocuente. En la Galería Xippas, la serie de dibujos, collages y objetos de Marco Maggi se constituyó en uno de los picos del año por la asombrosa seducción que es capaz de obtener de gestos mínimos. En la Galería De Las Misiones, el regreso de José Gamarra consistió en una hilera de cuadros de las décadas del 60 y el 70 que permitieron resucitar el enorme gozo con que hizo volar en la época su imaginación y su cromatismo. En la Sala Carlos F. Sáez del MTOP, el fotógrafo Roberto Schettini se movió en la penumbra de sus imágenes bajo el nombre de "Crepusculum", consiguiendo que sus trabajos alcancen la neblinosa fascinación de pinturas informalistas.
Noviembre. Una instalación de Raquel Bessio en el Museo de Artes Visuales. "Puesta en escena", extendía un mar azul por detrás de menudas figuras de peces suspendidas en el espacio. El efecto resultó devorador por la despejada belleza de ese paisaje y las posibles lecturas que habilitaba.
Diciembre. Las fotos de un inglés, Darren Almond, demostraron que una técnica superior y una sutil manipulación de la imagen podían lograr el efecto de un blanco encandilante que obligaba a descubrir el paisaje oculto, que surgía por detrás poco a poco, hechizando al visitante de la Galería Xippas. Después de la experiencia de todos esos meses, nadie podrá decir que el público montevideano carece de posibilidades para sensibilizarse en el circuito del arte.