Cubanos ahora pueden reparar casas

Cambio. Se destraba venta de materiales para construcción; caen tres edificios por día

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En cuanto a casas en mal estado se refiere, la arruinada casa de Carmen Martínez gana por lejos. El techo de la sala colapsó hace 15 años. El baño es un retrete escuálido. La cocina consiste en un lavabo y dos barriles de petróleo llenos de agua.

Sin embargo, los techos -incluso los que están medio derruidos- son una característica muy buscada últimamente en La Habana, que ha sido arrasada por una brote de fiebre de bienes raíces. Así que Yoel Bacallao, empresario de 35 años de edad, se ofreció a reparar gratis la dilapidada casa de Martínez, pero con una condición: que ella le permitiera construir un apartamento propio encima del de ella.

"Fue como si un rayo de luz hubiera descendido del cielo", dijo Martínez, de 41 años, quien solía colgar la ropa en la sala sin techo y barrer furiosamente durante los aguaceros para impedir que se inundara todo. "He estado viendo cómo esta casa se viene abajo a mi alrededor durante años", señaló.

Miguel Coyula, arquitecto especializado en planeación urbana, dijo que en promedio tres edificios se venían abajo en La Habana cada día, víctimas de la negligencia, el hacinamiento y la construcción improvisada. Más de 100.000 personas están esperando para mudarse a albergues del gobierno.

A lo largo de la capital y en muchos poblados de la provincia, los cubanos están empezando a inyectarle dinero a los arruinados bienes raíces de la isla, acicateados por medidas gubernamentales enfocadas a estimular la construcción y una nueva ley que les permite comerciar con propiedades por vez primera en 50 años. Las medidas son la mayor maniobra del presidente Raúl Castro hasta la fecha, mientras lucha por lograr que el capital fluya y motivar la empresa privada.

A lo largo de décadas, el gobierno prohibió las ventas de bienes raíces, manteniendo un férreo control sobre la construcción. Los materiales escaseaban, la burocracia era interminable y los inspectores no dejaban de entrometerse. Personas en el mercado negro solían entregar bloques de construcción y la compra de un costal de arena era un proceso furtivo parecido a comprar drogas.

Pero, durante los últimos dos meses, el Estado ha reducido el papeleo, abastecido tiendas de materiales, legalizado a contratistas privados y empezado a ofrecerles subsidios y créditos a los propietarios.

Poco a poco. En muchas calles, el golpeteo de martillos y el crujiente sonido del cemento al mezclarse se alza por encima del escaso tráfico a medida que los cubanos pintan fachadas, construyen extensiones o desmantelan viejas casas. De cualquier forma, generalmente son trabajos menores: Bacallao, quien tiene ahorros de su negocio de reparación de celulares, prevé que gastará 10.000 dólares en su proyecto.

"Antes, tenías que meter furtivamente una bolsa de cemento aquí, una bolsa de cemento allá", dijo. Bacallao, quien alquila un diminuto apartamento con su novia, construyó una casa encima de un techo hace tres años pero el Estado la confiscó, debido a que no pudo explicar cómo había conseguido los materiales.

Intermediarios extraoficiales -quienes siguen estando fuera de la ley en Cuba- dicen que nunca habían estado tan atareados, recorriendo las calles e Internet en busca de pistas y respondiendo llamados de compradores prospectivos.

Cubísima, servicio clasificado en línea, dijo que el número de visitas a su página de bienes raíces se triplicó hasta un promedio de 900 por día una vez que entró en vigor la nueva ley de propiedades, el 10 de noviembre. La ley permite que los cubanos compren y vendan sus casas, e incluso sean dueños de un segundo hogar fuera de las ciudades, aunque aún prohíbe que la mayoría de los extranjeros adquieran inmuebles.

Es un mercado burdo, donde los cazadores de casas se apoyan en rumores y los precios se fundamentan tanto en la emoción como en cualquier sentido de los valores de propiedades, con base en entrevistas con propietarios de viviendas, agentes y expertos. Los compradores, quienes en el extremo superior son emigrados cubanos y cubanos casados con extranjeros, a menudo declaran una fracción de lo que pagan, en tanto el dinero a veces cambia de manos en el extranjero, lo cual sugiere que la esperanza gubernamental de cosechar considerables ingresos de impuestos pudiera ser frustrada, cuando menos parcialmente.

"Necesito grifos, puertas, ventanas, tejas; todo necesita reparación", dijo Martínez, viendo los muros manchados y las persianas podridas de su habitación. "Poco a poco", agregó con una sonrisa pintada en el rostro. "Poco a poco".

Las cifras

100

Son las miles de personas que están esperando por un lugar en albergues del gobierno; muchas de sus viviendas se derrumbaron.

600

Son las miles de casas que necesitaría Cuba para las personas sin hogar, según el gobierno. Estas costarían US$ 3.600 millones.

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