Los resultados del censo 2011 -que en los hechos terminó en 2012- volvieron a decepcionar a quienes esperaban cifras que confirmaran un aumento sustancial de la población. Con 3.251.526 habitantes, unos pocos miles más desde el conteo realizado 7 años atrás según datos preliminares del Instituto de Estadística, Uruguay sigue siendo un país de bajísimo crecimiento poblacional.
Aunque hay quienes sostienen que esa situación podría otorgarnos alguna ventaja, la mayoría observa con inquietud estos números. Una inquietud compartida por José Mujica, quien está convencido de que "gobernar es poblar", siguiendo la conocida máxima del político argentino Juan Bautista Alberdi. Tanto es así que a poco de asumir el Presidente de la República habló de traer a nuestro país a campesinos de países latinoamericanos "dispuestos a hacer trabajos que los nuestros no quieren hacer".
Esa iniciativa le valió críticas, entre ellas la de su ministro de Ganadería, Tabaré Aguerre, quien señaló que en caso de "importar gente", él prefería que fueran personas de alta calificación. Al parecer el Presidente aceptó tal sugerencia pues el año pasado durante su visita oficial a Lima hizo comentarios -digamos de paso que desafortunados en su forma- sobre la necesidad de que los peruanos que optaran venir tuvieran la mayor capacitación posible.
Desde entonces, las líneas de una nueva política demográfica comenzaron a esbozarse aunque reducidas en los hechos a esfuerzos aislados y poco coordinados, un estado de cosas que debe corregirse. Es que Uruguay tiene junto a Cuba el dudoso privilegio de ser el país con menor aumento de población y el más envejecido de América Latina. Tanto que los expertos anticipan que, de seguir así, hacia el año 2050 tendremos más mayores de 65 años que menores de 15 años, una perspectiva nada halagüeña.
Ante el estancamiento demográfico los especialistas advierten que debe fijarse una política de incentivos para fomentar un aumento de la natalidad. Señalan que debe actuarse de preferencia sobre la clase media antes que entre los sectores más desposeídos de por sí propensos a formar familias más numerosas. La experiencia de otros países ratifica la conveniencia de acrecentar los estímulos de carácter impositivo que entre nosotros, como se sabe, se conceden con renuencia.
Además, hay coincidencia en alentar una corriente de retorno de uruguayos que emigraron y que, en virtud de la crisis que atenaza a las naciones del Norte, están dispuestos a regresar si se les dan oportunidades. Aquí es donde la cancillería en primer lugar, y los diversos servicios estatales involucrados, entre ellos los ministerios de Trabajo y Vivienda, deben colaborar para la reinserción de nuestros nacionales en el mercado de trabajo y facilitarles su retorno.
La creación de un grupo de "retornados" dispuestos a coordinarse entre sí y gestionar ante las autoridades la simplificación de los trámites evidenció los problemas prácticos que enfrentan al volver. "Para alquilar una vivienda te piden dos años de trabajo en Uruguay", explicó uno de sus voceros, para luego señalar que "es ilógico que te pidan eso si estás viniendo de afuera". También explicó que para abrir una cuenta en el Banco República piden residencia y recibo de sueldo, lo que es "otra incoherencia". Es necesario remover estos obstáculos que desalientan a los candidatos a retornar.
La otra línea de acción, más polémica y compleja, consiste en atraer a emigrantes calificados que se conviertan en una fuente de innovación y dinamismo en la sociedad uruguaya. Para lograrlo es imprescindible agilizar los mecanismos para la radicación de extranjeros, actualmente lentos y plagados de exigencias que son frecuente motivo de protesta. Es el caso de la Dirección de Migración cuya acción debería alinearse a los requerimientos de una nueva política demográfica.
En suma, más allá de su retraso, el reciente censo sirvió para cerciorarse de que nuestro país padece un déficit poblacional ante el cual no cabe la resignación. Al contrario, corresponde aprovechar el actual ciclo económico positivo para motorizar una política demográfica que sería difícil de practicar en tiempos de penuria. Esta es una oportunidad que se le ofrece al gobierno, un tren que pasa de vez en cuando y que sería imperdonable dejar que siga de largo.