La salud del presidente Chávez es complicada: una infección pulmonar y una insuficiencia respiratoria han aparecido luego de la última intervención quirúrgica por un tumor que no se logra controlar. El deseo es que logre recuperarse, apostamos a la vida; que vuelva al escenario político y reciba allí la invitación a retirarse por parte del pueblo venezolano, cansado de sus manipulaciones y el deterioro de su país al que lo ha llevado este Socialismo (Populismo) Siglo XXI. Que sean la democracia y las instituciones las que le digan que se vaya.
Chávez es el creador del Populismo Siglo XXI, una mezcla explosiva de demagogia y populismo tradicional. Lo ha convertido en un mal, peligroso y contagioso que amenaza a la región; opera sobre la base de la mentira y el engaño y golpea implacable en las sociedades, las mangonea, las corrompe y transforma en enfermos terminales a las democracias y a los sistemas republicanos de gobierno.
Tiempo atrás escribí una columna titulada justamente, "Demagogia y populismo", donde apunté a describir cómo operan estas lacras en la vida de los pueblos, cómo logran infiltrarse y deteriorar la calidad institucional de una nación. Hoy vuelvo a hacerlo para que la gente tome conciencia de lo que ha sido y han hecho Chávez y sus apóstoles.
La demagogia se manifiesta de manera verbal. Mediante argumentos engañosos busca mostrar como cierto algo que no lo es y para ello apela a los defectos propios de la naturaleza humana como la credulidad, la ambición, la disposición al menor esfuerzo para obtener logros y la debilidad ante la lisonja. El populismo utiliza la demagogia pero apunta a obtener el poder, usando sobre todo las "masas marginales disponibles", fácil presa de la seducción "reivindicativa". El líder populista es una deformación del viejo caudillismo, porque busca lograr el ascenso y el reconocimiento popular, aunque no a través de su valía, sino por el embuste: les hace creer que ejerce el poder en beneficio del pueblo, aunque la verdad es que actúa imbuido de una feroz megalomanía y una desmedida ambición de absolutismo.
El populista es un producto de la democracia, pero no cree en ella sino que lo irrita y la desprecia. No cree que el Estado está al servicio del hombre; piensa que el hombre está al servicio del Estado y el Estado es él. Que los derechos que reconocen las democracias como propios del ser humano, solo se aplican a los que piensan como él, jamás a quienes lo critican. Que la separación de poderes es útil, siempre que todos canten a coro al compás de la música y con la letra que él ha compuesto.
Hay un manual no escrito -que puede ir dándose en etapas- para la acción de los líderes populistas que alcanzan el gobierno, si pretenden estirar el engaño y que no los boten a las primeras de cambio:
- Sostener que la historia del país comienza con el Régimen. Antes no hubo nada. Solo injusticia, caos y corrupción hasta que llegaron los elegidos.
- Inventarse un enemigo muy fuerte, superpoderoso. Su "amenazante" presencia opera como fenómeno de unidad popular. Si puede ser nada menos que los EE.UU., mejor: el imperio es antipático. Pero también pueden incluirse las transnacionales, las elites económicas, financieras, empresariales o agropecuarias, sin olvidar que siempre pueden estar latentes las conspiraciones de "nostálgicos".
- Abolir el republicano principio de la Separación de Poderes. Limitar al Legislativo y concentrar facultades en el Presidente; limitar la independencia del Poder Judicial con la injerencia directa en sus designaciones.
- Alto déficit gubernamental financiado con deuda y emisión de dinero, haciendo gastos sin mayor análisis ni sustento pero con beneficios inmediatos. Este rubro se le conoce como "asistencialismo". El líder financia a los pobres (no les da buena educación ni promueve hábitos de trabajo) para asegurarse que seguirán siendo pobres y solo podrán vivir de su asistencia. Son su "botín electoral".
- Promover el enfrentamiento entre sectores, grupos o la vieja lucha de clases. El típico ejemplo son los capitalistas que "sangran" el país y que "obligan" a la expropiación de sus bienes.
- Manejo de números con intención de engañar. Los índices de precios o la inflación es la que fija el gobierno y no el mercado. Siempre "hay" una mejora en el poder adquisitivo de los sueldos. Y si el bolsillo desmiente al gobierno, está equivocado o es por la "avaricia" de los comerciantes.
- Restringir libertades de prensa y expresión como primer paso. Y luego las libertades políticas de los opositores. Siempre se puede encontrar un motivo para hacerlo y justificarlo a los ojos de la opinión pública.
Por último, el líder populista debe invocar permanentemente que se vive en democracia. Así se va a ir minando poco a poco la fe del pueblo en su eficacia y sus virtudes, quebrando sus valores morales, debilitando el imperativo de los deberes patrióticos en un lento proceso de desintegración que prostituye, postra e insensibiliza.
No hay que olvidar que, aunque no lo sepa, y si lo sabe no lo dice, este engendro de la política piensa igual que Goebbels: "Si la democracia es tan estúpida que nos concede sueldos y viáticos para nuestra labor carnicera, allá ella... Venimos como lobos que asaltan el rebaño".