MARÍA DE LOS ÁNGELES GONZÁLEZ
Los catorce relatos que reúne este libro están pautados por la distancia irónica y la inmersión en la sordidez de la vida cotidiana. Excepto en el primero y último de los cuentos, que nombran sitios de Montevideo, las historias podrían ocurrir en cualquier lugar. Otro tanto sucede con el lenguaje, que pocas veces adquiere marcas locales nítidas. Aun así Rosende busca siempre el coloquialismo y hasta la intimidad para presentar las historias. Y lo logra en buena medida gracias al predominio de la primera persona y al uso recurrente del diálogo breve. Buena parte de la extrañeza o el desacomodo que provocan los cuentos proviene del contraste entre el uso de la voz individual y la frialdad o desaprensión con que se plantean situaciones extremas. Aunque los asuntos son diversos, hay un común denominador en mostrar situaciones que si bien son excepcionales no carecen de lógica. Todos cuentan un hecho concreto de la vida contemporánea urbana que puede despegar hacia lo fantástico, pero siempre termina atado a la explicación racional bordeando lo despiadado.
Se evita el sentimentalismo, aun frente a temas que serían propensos, mediante el humor, la descripción detallada de los actos más nimios, los finales de efecto y en varias ocasiones, la descripción de hechos de sangre contemplados como un fenómeno visual ajeno a quien narra. Sin embargo, hay lugar para la ternura cuando se incursiona en puntos de vista "anormales" como la enfermedad mental o la delincuencia, que admite distintos tratamientos. El Mono, personaje de "Peleando en la cubierta del Titanic", resulta conmovedor en su debilidad mental, cuando arruina un fabuloso robo para salvar a su madre, así como la pequeña ladrona atada a un novio adicto, de "Demasiados blues", quien dibuja obsesivamente a la suya. Estos y otros relatos dejan al descubierto pistas más o menos evidentes de aproximación psicológica que rige los comportamientos de quienes también transgreden las normas: los que por una u otra razón deciden vivir al margen ("El silencio de tanto tiempo") o aceptan formas perversas de convivencia en las que el odio se disfraza de amor o de necesidad ("El verano recién empieza", "Sí, Bwana"). La raíz de estos desacomodos no siempre está a la vista, como en "Ablación oportuna", relato muy efectivo en la construcción del ambiente y en la galería de personajes que se asoman uno a uno, pero donde la ruptura de la adolescencia con el mundo de los padres adquiere una expresión metafórica mecánica. Ganan las historias en que las causas de los conflictos interiores se ocultan o apenas se sugieren, como en "El infierno nos cercó" o "El silencio de tanto tiempo".
El vacío de valores, la impostación de poses trascendentes ("Ídolos caídos") o de refinamiento burgués carente de emociones auténticas ("Nada diferente") es otra forma de dar el sinsentido de la vida cotidiana. Hay, además, otro distanciamiento de tipo estético en la apropiación irónica de la temática y el lenguaje del cine barato o las películas que ofrece la televisión, filón que recorre el volumen y alcanza su punto máximo en un grotesco reality show montevideano ("Mundosparalelos"). La poética de la narradora puede intuirse en las palabras del escritor entrevistado —y rebajado a "encantador de serpientes"— en "Ídolos caídos": "al sentarme a escribir empezará el juego solitario e infinito de ser los otros. El juego de entrar en otra vida. Miserable. Maravillosa. Sórdida o brillante".
Demasiados blues fue premiado en 2003 en el Concurso de la Intendencia Municipal de Montevideo. Y aunque es el primer libro que publica Mercedes Rosende, una novela suya —Breve paraíso del sueño— recibió el Primer Premio de Narrativa del Ministerio de Educación y Cultura. l
DEMASIADOS BLUES, de Mercedes Rosende. Prólogo de Mario Delgado Aparain. Ed. La Gotera, 2005. Montevideo, 120 págs.